Una 'camada' de 1.500 lobos

J. López (Ical)
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Las patrullas de seguimiento de fauna tienen la ardua labor de controlar el número de estos cánidos en la región y gestionar el conflicto de los ataques al ganado

Un lobo pasea por la Sierra de Ávila. - Foto: E.M. (Ical)

 

¿Cuántos lobos hay en Castilla y León? La sucesión de ataques al ganado que se viene produciendo en los últimos años y que es especialmente acuciante en las provincias de Ávila y Salamanca, por ser zonas de nueva colonización, han puesto en boca de muchos esta cuestión: ¿hay o no demasiados animales? A la espera del censo definitivo que actualmente elabora la Junta y que podría ver la luz en los próximos meses, los expertos calculan que por los montes, páramos y estepas de Castilla y León podrían transitar en la actualidad entre 150 y 160 manadas de lobos, una población que se está recuperando tras la importante reproducción de esta especie en los últimos años y su expansión en busca de alimento del norte al sur del Duero, una zona donde es un animal protegido por una Directiva Europea que el Gobierno regional insta a modificar.
 
Estos expertos, que siguen al animal y analizan cada uno de sus pasos, sitúan el número de ejemplares entre las 1.200 y 1.500, ya que cada familia, jerárquicamente establecida, puede contar con entre ocho y diez animales que ocupan un terreno de unos 100 kilómetros cuadrados marcados perfectamente con sus excrementos y pisadas, visibles cada amanecer en las zonas loberas. En Castilla y León se encuentra entre el 50 y el 60 por ciento de los lobos de España, mientras que Galicia aglutina una cuarta parte y, Asturias, entre el 10 y el 15 por ciento.
 
El hecho de que el noroeste nacional cope la presencia del lobo hace evidente, históricamente, que sus mayores reservorios se encuentren al norte del Duero, pero una importante expansión ha provocado su movimiento hacia las provincias del sur de la región como si de una mancha de aceite se tratara, buscando la conexión con los establecidos al sur en Sierra Morena y la extremeña Sierra de San Pedro.
 
Con el fin de actuar como parte intermedia entre las partes afectadas, es decir, conservacionistas por un lado, que alertan de ataques constantes a la especie que anuncian su posible extinción, y ganaderos por otro, que exigen un mayor control de las poblaciones y ansían mejorar la convivencia con ellos, la Patrulla de Seguimiento de Fauna de Ávila, conocida familiarmente como ‘patrulla lobo’, tiene la ardua labor de controlar el número de estos cánidos en esta provincia con barridos y visionados telescópicos desde los puntos más altos y gestionar el conflicto de los ataques. «Es complicado y un asunto delicado y sensible», apunta el coordinador de la patrulla, Nicolás González.
 
Aunque su trabajo abarca toda la provincia, el mayor número de problemas y seguimiento se localiza en la actualidad en el entorno del valle de Amblés, una zona intramontañosa que se sitúa entre la Sierra de Ávila y la Paramera y La Serrota, donde el cánido encuentra un perfecto ensamble entre robles, piornos y encinas, y ganadería, principalmente bovino de raza avileña, ovino y caprino. 
 
Expansión. Compuesta por celadores y agentes medioambientales del Servicio Territorial de Medio Ambiente de la Junta en Ávila, la patrulla -que también existe en otras provincias- busca encontrar el punto de equilibrio de una especie que desapareció de estas tierras en los años 50-60 del siglo pasado y que volvió de forma oficial en torno a 2001, aunque en la década de los 90 ya aparecieron las primeras citas de su presencia. Los ataques a la ganadería han provocado que en la provincia se haya abatido una quincena de lobos en los últimos diez años, siempre de forma autorizada y controlada. Solo en 2011 se contabilizaron 744 ataques en la Comunidad, con un saldo de 2.400 ovejas muertas cuyos perjuicios se valoraron en 335.000 euros.
 
A ellos se suman los ataques a otro tipo de ganadería, que son menores. «Cuando hay que eliminar algún lobo, siempre se elige a los ejemplares más conflictivos», señala González, quien no esconde el doble sentimiento al que se aferran en el momento de colocar el rifle, ya que «se aprecia, pero hay que entender a las explotaciones ganaderas».
 
La dificultad para la gestión del lobo ibérico, un animal que nunca ataca al hombre, se encuentra en que no siempre sigue al dedillo su traducción al latín cuando el hambre puede con sus ganas de contenerse, pues ‘canis lupus signatus’ también significa ‘lobo de la amistad’. El rey de los montes ibéricos, ese cánido estepario, que pesa de media unos 40 kilos, mezcla jirones de animal mimado por la sociedad por identificarlo con la Península, con rasgos de culpabilidad. En todo caso, desde la patrulla defienden que el instinto predador del cánido puede matar en un ataque varios animales, especialmente si se trata de ovejas, y rechazan el mito de que «matan por matar», algo que sí pueden hacer los perros asilvestrados. También reconocen que los jóvenes pueden hacer más daño por su inexperiencia.
 
A falta de un análisis profundo del malogrado burgalés Félix Rodríguez de la Fuente, una de las iniciativas para evitar los ataques al ganado que ha contado con el beneplácito de todas las partes es expandir la idea de que el perro mastín es el mejor guardián para la ganadería, cuestión ya demostrada. Porque es inteligente, conoce a su ganado, no se separa de él y, por lo general, es obediente, características aprendidas a lo largo de los años por una raza acostumbrada históricamente a controlar al oso pardo y al propio lobo en la Montaña Leonesa.
 
Su labor comienza a tener cada vez más protagonismo en las provincias de Ávila, Segovia y Salamanca, al sur del Duero, donde incluso los ganaderos colaboran con sus compañeros de profesión cuando sus mastines crían. “Nace con el rebaño y se mueve con él. Lo defiende de cualquier intruso que se acerca demasiado. Para él, los animales a los que cuida lo son todo», comentan Fernando y Ja