La Real Capilla del Palacio Real de Madrid acogió el pasado jueves un magnífico concierto de órgano que celebró el poder de la música como puente cultural entre España y México, un encuentro en el marco del Festival Internacional de Órgano de Morelia en el que artistas de ambas nacionalidades se unieron a través de la música, destacando la hermandad existente entre las ciudades de Ávila y Morelia.
Francisco Javier López García, organista de la Catedral de Ávila y profesor del Conservatorio de esta ciudad, tuvo un papel destacado en el evento, no sólo como intérprete y con el privilegio de hacerlo en uno de los instrumentos más importantes de todo el mundo (compartiendo escenario con un elenco de lujo formado por la soprano mexicana Zaira Ruiz, el barítono español Marco Moncloa, el organista Daniel Morales y la Orquesta Barroca del Conservatorio Arturo Soria de Madrid), sino también como coordinador del programa musical.
Aun emocionado, explicaba López que «desde el momento en que recibí la invitación para asistir al concierto en el Palacio Real, una mezcla de entusiasmo y asombro se apoderó de mí», pensando en «¿cómo sería vivir una experiencia musical en un lugar tan majestuoso, frente a un instrumento tan impresionante y cargado de historia?»
Subir al órgano del Palacio Real, siguió, «no es simplemente sentarse frente a sus tres imponentes teclados: es entrar en diálogo con la historia misma. Desde el primer momento, sentí el peso del tiempo reflejado en sus teclas y tubos, como si cada rincón del instrumento custodiara ecos de los organistas que dejaron allí sus huellas sonoras».
Al tocar este órgano «complejo, majestuoso y capaz de transformar un espacio en una catedral de emociones», en el cual «las notas parecían moldearse al espacio, transformando la capilla en un crisol donde lo antiguo y lo contemporáneo dialogaban en perfecta armonía» y «las emociones fueron más allá de las palabras», porque «cada acorde me hacía sentir como si estuviera en el centro de algo más grande que yo mismo, como si ese órgano fuera un puente entre generaciones, un vehículo capaz de unir el presente con siglos de historia musical... por un instante, el tiempo se detuvo y comprendí que estaba participando de algo eterno. Fue como si me transportara a otro mundo, uno en el que el arte tiene el poder de sobrepasar las barreras del tiempo y el espacio».
Estar presente en ese concierto, siguió explicando Francisco Javier López, «fue más que una experiencia musical: fue un recordatorio de cómo los momentos mágicos llegan cuando menos lo esperas... me hizo reflexionar sobre la importancia de encontrar tiempo para disfrutar del arte y conectar con nuestra humanidad» y «me recordó que, a pesar del ritmo frenético de la vida, siempre debemos hacer un espacio para experiencias que nos llenen el alma».
«Cuando el eco de la última nota resonó en el silencio de la capilla, fue imposible no sentir gratitud: por el privilegio de tocar un instrumento tan extraordinario, por la música que lo hace inmortal y por la oportunidad de dejar, aunque fuera por un instante, mi propia voz en ese legado sonoro», apuntó el organista abulense, que acabó afirmando que «es un privilegio poder participar en esta unión, donde la música trasciende fronteras y reafirma el valor del diálogo cultural en su forma más sublime».