Estaba a punto de comenzar este otoño cuando recibí una llamada familiar, mi querida Prima Conchi, de San Pedro de Alcántara contándome una historia preciosa en relación con los peces del Adaja, y una encomienda, que me iba a enviar dos peces del río Adaja, de aquellos incorruptibles para que los depositara donde yo creyera más conveniente para su conservación.
Yo recordé rápido que no hace mucho Cristina, la técnico en turismo que está en nuestra oficina de turismo, me había contado algo similar, que le habían dado otros peces semejantes que depositó en Centro de Interpretación de la Naturaleza de nuestra comarca, "Tierra de Campiña", con el año de su pesca 1973, centro que precisamente está en el mismo edificio que la oficina, en la antigua Casa del Concejo, nuestra Casa de Cultura, y junto al Museo del Cereal, en lo que fue la cárcel. El mejor sitio para depositar cosas como estas, que son rarezas singulares y características.
Amigos lectores, hablar hoy sobre estos peces incorruptos es una rareza increíble. Pero mucha gente de cierta edad recordamos con toda naturalidad la cantidad de ellos que se exhibían en casas, atados de pececillos colgados de alguna viga del techo, o en algunos bares en algún lugar visible, secos e imputrefactos, que no dejaban de ser un raro reclamo de una particularidad del Adaja, nuestro río amado. Precisamente en alguno de aquellos bares tenían como aperitivo peces fritos del Adaja.
Aquí va el inicio de una coplilla de Marolo Perotas que nos viene como anillo al dedo al hablar de este tema:
Si algún día oyes decir,
lector bondadoso y caro,
que en Arévalo hay un rio
arenoso, sueve y parco,
cuya pesca no se pudre
aunque pasen muchos años,
créelo porque es VERDAD… (sigue más…)
Estos peces del Adaja siempre han dado mucho que hablar, e incluso han sido el motivo de algunas apuestas singulares por la incredulidad, sólo satisfecha con la evidencia de unos peces en estado incorrupto.
Al hilo de esta cuestión, tengo que decir la apuesta de Amador, un tío mío que estuvo en Cuba, en una ocasión se suscitó el tema con algunos, con la incredulidad general. Pidió unos peces que llegaron y fueron apreciados en su estado ante la sorpresa general. Amador apostó y ganó, y fue una apuesta preciosa, un alfiler de corbata con tres brillantes, diciendo que podían permanecer secos y si los metías en agua se tornaban y cambiaban a frescos… Fruto de aquella apuesta que ganó, Amador hizo tres anillos con un brillante para sus tres hijas. Una de ellas, mi prima Irmina conservó los peces, el anillo y la historia que, Conchi, su hija y nieta de Amador, que calcula la fecha de éstos en 55 años en su poder, tienen algunos más, y me los ha transmitido celosamente con el encargo de darles el acomodo conveniente, para que no se pierdan los peces y su historia, y ningún sitio mejor para ello que este Centro de la Naturaleza de Arévalo.
Tengamos en cuenta que estas propiedades de un tramo de nuestro río ya han pasado a la historia, yo creo que desde que se cerró la presa de Las Cogotas… Estos peces son tema de leyendas e historias rocambolescas, pero según un estudio de la Complutense, que hizo hace ya años, esta propiedad era ocasionada por las sustancias disueltas en esas aguas, y sólo en un tramo del río… cuestión de química natural.
Aparte del parentesco, la historia tiene su cosa y su arevalensismo y por eso lo traigo a estas líneas.
Y si quieren verlos, en el Centro de la Naturaleza de Arévalo.