Una isla en liza

Agencias
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Trump ha causado un revuelo mundial con sus pretensiones de hacerse con Groenlandia, un territorio autónomo de Dinamarca con enormes recursos bajo el hielo y amplios intereses geopolíticos

Una isla en liza - Foto: EFE/EPA/Christian Klindt Soelbeck

Podría pensarse que el último capricho de Donald Trump no es más que un enorme trozo de hielo. Pero lo cierto es que Groenlandia es mucho más. Desde hace unas semanas, este territorio autónomo del Reino de Dinamarca ha regresado al foco mundial por el renovado interés en su adquisición por parte del próximo inquilino de la Cada Blanca, quien no ha descartado medidas coercitivas para hacerse con él.

Esta isla que está situada entre los océanos Atlántico y Ártico, donde una cuarta parte de su superficie se encuentra cubierta por hielo de forma permanente y apenas cuenta con 56.000 habitantes, ha sido objeto de deseo estadounidense en el pasado por una mezcla de factores geopolíticos y económicos.

Situada al noreste de la superpotencia mundial y con una superficie de casi 2,2 millones de kilómetros cuadrados, Groenlandia posee un gran valor estratégico para Washington, que se ha visto acrecentado por las posibilidades comerciales y políticas que abre el progresivo deshielo del Ártico.

Con Rusia como principal potencia en la zona y la entrada de China, aumentar el control sobre la mayor isla del mundo es una prioridad para Trump, aunque EEUU ya posee presencia militar al norte del territorio y podría ampliarla en virtud de un amplio acuerdo de defensa.

Además, Estados Unidos se ha mostrado recientemente preocupado por la creciente presencia de Pekín en la región. Esa inquietud se plasmó en 2018, cuando el Gobierno danés forzó un acuerdo con las autoridades groenlandesas para excluir capital chino de su proyecto de ampliación de aeropuertos, apelando a posibles consecuencias en política exterior y tras consultar la cuestión con sus socios norteamericanos.

Un subsuelo fértil

Las estimaciones apuntan a que Groenlandia posee unas reservas de petróleo equivalentes a la mitad de las de Arabia Saudí y entre las más grandes del planeta en tierras raras, lo que podría reducir la dependencia de Occidente de China, pero esa riqueza no se ha traducido aún de forma concreta.

Los elevados costes vinculados a la falta de infraestructuras y de mano de obra, las condiciones climáticas y el frágil entorno medioambiental han puesto en duda la viabilidad económica: varias grandes petroleras han devuelto las licencias extractivas obtenidas la década pasada ante la falta de potencial comercial a medio plazo.

Tampoco se ha puesto en marcha aún ninguno de los grandes proyectos mineros proyectados, a causa de los factores anteriores y por otros como la incertidumbre en los precios de las materias primas y las dificultades de extracción.

La inseguridad jurídica, con cambios en la legislación relacionados con la posibilidad de extraer o no minerales radioactivos como material derivado, tampoco ha ayudado a explotar el terreno. Precisamente, el actual Ejecutivo autonómico paralizó hace tres años un gigantesco proyecto minero de una multinacional australiana, con capital chino, apelando a motivos medioambientales para que el proyecto no siguiese adelante.

Lo cierto es que EEUU ha tratado de hacerse por diferentes medios con Groenlandia desde mediados del siglo XIX.

El primer intento vino en 1867, después de comprarle Alaska a Rusia, pero la propuesta fue abandonada; el tema se volvió a discutir hacia 1910, ideando un intercambio que incluía alguna isla filipina y un trueque con Alemania por el norte de Slesvig.

Washington sí compró en 1917 a Dinamarca las Indias Occidentales Danesas, luego Islas Vírgenes, y se comprometió a no oponerse a que Copenhague extendiese sus intereses a toda Groenlandia.

Dinamarca declaró su soberanía total sobre el territorio en 1921, sancionada dos años después por la Corte Permanente de Justicia Internacional.

La invasión alemana del país europeo durante la Segunda Guerra Mundial hizo que Estados Unidos estableciese presencia militar en la gigante isla helada para impedir su uso por los nazis.

EEUU ofreció en 1946 100 millones de dólares al Gobierno danés, que rechazó la oferta pero acabó accediendo a firmar un tratado de defensa con Washington para permitir bases norteamericanas.

El último precedente se remonta a 2019, durante la primera Presidencia de Trump, cuando este propuso la compra del terreno y acabó en un cruce de declaraciones con el Copenhague y anulando una visita oficial al país escandinavo.

Proceso de independencia

Vinculada al mundo nórdico desde hace un milenio y de forma continua a Dinamarca desde el siglo XIX, Groenlandia mantuvo el estatus de colonia hasta que una enmienda a la Constitución danesa en 1953 supuso su inclusión en la Mancomunidad del Reino danés, que incluye a las Islas Feroe.

El territorio obtuvo un primer Estatuto de Autonomía en 1979 y otro mucho más amplio en 2009, que reconoce el derecho de autodeterminación previa celebración de un referendo y el compromiso de respetar el resultado de Copenhague. Ese nuevo estatuto recoge un plan para reducir la ayuda anual danesa -casi la mitad del presupuesto de la isla- a medida que aumenten los hipotéticos ingresos del subsuelo y un aumento sustancial de las competencias autonómicas, aunque después de década y media, Groenlandia apenas ha avanzado en el autogobierno.