Se ha inaugurado este lunes en la localidad catalana de Figueras, en el Teatro-Museo de Dalí, una exposición que gira en torno a la vuelta a España de uno de los cuadros más icónicos de Salvador Dalí, aquel Cristo que significó una innovación estética con respecto a todas las representaciones realizadas hasta el momento por la revolucionaria perspectiva elegida para observar a Jesús crucificado, una vista cenital que le ponía no tanto clavado en la cruz como suspendido en el espacio y en el tiempo y que aunque para el mundo del arte fue una sorpresa para los abulenses era 'vieja', con muchos siglos de historia, porque el heterodoxo genio de Figueras se inspiró para crear esa obra maestra en un dibujo que había realizado cuatro siglos antes san Juan de la Cruz y que luce, magnífico y discreto, en el monasterio de la Encarnación.
Con motivo de esa exposición, que a buen seguro que será reclamo para amantes del mejor arte de toda España y de muchos otros países, el Museo ha publicado el libro ¿Por qué, Dalí?. El enigma como provocación en el arte (Editorial Planeta), un ensayo escrito por Javier Sierra, Antonio López García y Montse Aguer que ofrece una aproximación a Dalí y a una de sus pinturas más icónicas y enigmáticas.
Mediante una ficción en forma de correspondencia epistolar con el pintor, Javier Sierra sumerge al lector en la esencia de esta obra y su proceso de creación a través de un perturbador interrogante: ¿Por qué, Dalí? A continuación, Antonio López, en diálogo con Montse Aguer, profundiza sobre la figura de Salvador Dalí e invita a adentrarse en la mente y el proceso creativo de uno de los artistas más complejos de los últimos tiempos.
«Dalí entra en su etapa mística por el Cristo de san Juan»Para realizar su estudio con la máxima garantía de fidelidad, también de honradez y seguramente de garantía de inspiración, Javier Sierra quiso acudir a las fuentes originales de esa pintura, que no son otras que el pequeño Cristo que san Juan de la Cruz dibujó cuatro siglos antes de que Dalí y que fue precisamente el que inspiró al gran artista del siglo XX para ejecutar esa revolucionaria obra.
En ese texto, explicó Sierra, «lo que he intentado es reconstruir la visita discreta, que no secreta, que hizo Dalí en diciembre de 1948 a Ávila», labor de recreación para la que «busqué cualquier tipo de referencia en prensa, en concreto en El Diario de Ávila, y alguna foto de aquel hecho, pero no hay nada».
visita privada. Aunque Dalí «no dejó huellas de aquella visita a Ávila», explica Javier Sierra, «sí sabemos que fue un viaje privado que él hace a su regreso de Italia. Antes ha pasado ocho años en Estados Unidos, a donde se va tras la guerra civil, luego regresa a Europa vía Italia y desde allí hace una parada en Madrid en el año 1948, porque dice que tiene la necesidad de reconectarse con lo español porque de alguna manera ha echado mucho de medio su país».
En esa vuelta hace «un viaje que le lleva a Toledo, a Segovia y a Ávila, a esta última ciudad porque, dijo entonces, quería hacer una película sobre Santa Teresa de Jesús». Con ese propósito, para documentarse de la mejor manera posible, «decide conocer el convento de la Encarnación para conocer el sitio donde había pasado tantos años Santa Teresa, y parece que es en esa visita cuando ve por primera vez una reliquia, ese billete de papel que dibujó San Juan de la Cruz después de un éxtasis en el que recreó un Cristo encarnado, o sea, de carne y hueso, flotando en medio de la Iglesia en el que tuvo esa visión mística».
A Dalí aquel dibujo, muy pequeño pero muy original y de una fuerza expresiva tremenda, «le llama poderosamente la atención y eso le lleva a interesarse por san Juan de la Cruz y a llevarse también de Ávila una biografía del místico que ha publicado un carmelita francés que se llama Bruno de Jesús María, una biografía famosa en la época en la que cuenta la historia de esta visión de San Juan».
«una chispa». Aquel descubrimiento de una visión 'revolucionaria' de Cristo, siguió explicando Javier Sierra, «hizo que en la mente daliniana se le cruzaran los cables y que prendiese una chispa en su interior, porque entre el año 1948 y el 1951, que es cuando él pinta su célebre Cristo, declara en varias ocasiones que él se siente la reencarnación de San Juan de la Cruz».
Parece que la visión del pequeño Cristo de san Juan de la Cruz fue tan impactante para Dalí que «hasta ese momento Dalí había pintado cuadros surrealistas, de pequeño formato, y de repente pinta ese Cristo, que es un cuadro de gran formato con algo de surrealista es en su visión, pero que es mucho más naturalista que los cuadros que él había pintado hasta ese momento». Ese cambio «lo defiende el artista diciendo que él lo pinta desde su propio éxtasis interior, que de alguna manera empatiza tanto con san Juan de la Cruz que tiene la misma visión que él había tenido en el convento de la Encarnación; es decir, que afirma que se identifica con él».
«Ese paralelismo entre el éxtasis religioso de san Juan de la Cruz y el éxtasis pictórico de Dalí es lo que a mí me interesa», resume Javier Sierra, y por eso en el libro editado con motivo de la exposición «lo que yo he hecho es dirigirle una carta al pintor, que el surrealismo lo permite todo, también escribir una carta a alguien que murió en 1989 pero que yo sé que gracias a la magia de la palabra va a recibir», y a través del recurso de esa misiva «le cuento que he estado en Ávila investigando en el convento de la Encarnación, que me han contado toda la historia del éxtasis de san Juan y que sé que también a él le gusta mucho todo lo que tiene que ver con lo esotérico, lo sobrenatural, y sabiendo todo eso le pido explicaciones sobre su Cristo de san Juan de la Cruz».
Ese texto «no es una novela, lo definiría más bien como una incursión a la trastienda de una de las grandes obras de arte del siglo XX, una tarea que la verdad es que he disfrutado mucho y, sobre todo, me ha permitido conectarme con Ávila, que eso ha estado muy bien, porque Ávila tiene una riqueza enorme en muchos aspectos». Y no sólo tiene riqueza sino que tiene capacidad de influencia en grandes artistas, «por ejemplo, Dalí entra en su etapa mística gracias a Ávila, al conocimiento en esta ciudad del Cristo de san Juan de la Cruz, un descubrimiento que de alguna manera marca su alejamiento del surrealismo, y eso es muy importante para Dalí y para el arte».
André Bretón, el padre del surrealismo, considera que este movimiento «es como una apelación al subconsciente humano para que el artista bucee en él y saque todas sus cosas, pero el suyo es un surrealismo muy materialista porque defiende que la mente humana es incapaz de conectarse con nada que no sea ella misma, que todo lo trascendente, lo espiritual, no son más que espejismos, que no es verdad».
Por contra, «Dalí considera que la mente humana es una antena y que se conecta con lo trascendente; por ese motivo abandona el surrealismo, y lo hace precisamente a raíz de esas visitas a la España digamos más mística, la más espiritual», y «es por eso por lo que creo que es muy importante esa visita de Dalí a Ávila en diciembre del 48, porque es la que le inspirará después el Cristo de San Juan de la Cruz». También por considerar esa gran relevancia del dibujo del místico abulense en la trayectoria de Dalí insistió Javier Sierra «en que tenía que haber en la exposición una gran foto del relicario con el dibujo de san Juan de la Cruz, y sí se ha incluido. Es un dibujo muy chiquitito, pero alucinante por la enorme fuerza que tiene».
Además, defiende Sierra, «ese dibujo de san Juan de la Cruz no influyó solamente en Dalí sino también en otro artista que él conoce y que también está conectado con un lugar tan particular como el Ampurdán, que es el pintor José María Sert, un pintor de la época que también ensayará en algunas de sus obras de arte con esa perspectiva rara del crucifijo como visto desde el cielo».
En ese periplo por «las fuentes místicas de Dalí hay una parte final que tiene que ver con el profeta Elías, el cual según la Biblia es arrebatado por dios en un carro de fuego que le lleva al cielo como abducido, y todo eso ocurre en el Monte Carmelo, que es el que da nombre a la orden de los carmelitas, y creo que Dalí también juega con este simbolismo Dalí porque su crucifijo tú no ves donde acaba, da la sensación de que algo lo ha cogido y lo está subiendo al cielo, como si estuviera siendo succionado por el carro de fuego de Elías».
Esa visión, apunta Sierra, «no la ha dado nadie hasta ahora y yo la he visto a raíz de todas estas inmersiones mías en el cuadro, en las cuales he encontrado la conexión con el Carmelo, Elías, san Juan de la Cruz, santa Teresa, y el Padre Bruno, algo que descubrí en una conversación maravillosa. que tuvieron Dalí y el padre Bruno en los años 60 en París».
Y es que, finaliza explicando Javier Sierra, «Dalí siguió tocado con el tema del Cristo de san Juan de la Cruz después de pintarlo, y no paró hasta que conoció al biógrafo del místico abulense del que le dieron aquel librito en su visita a Ávila. Lo buscó, y cuando lo encontró tuvo con él una conversación que hemos tenido la fortuna de que fue grabada, y en ella hablan de Elías y de su carro de fuego, una historia ascensional en la que he encontrado muchos elementos concomitantes que me parecen muy interesantes».