Según el Calendario del Largo Conteo Maya, algunos afirman que el 21 de diciembre de 2012 es el fin de esta civilización humana. Los seres humanos entrarán en una nueva civilización, la cual no tiene ninguna relación con la presente. La gente maya no mencionó la causa. Una cosa es clara: el último día no significará el arribo de ninguna calamidad; en vez de esto, implica una completa nueva conciencia cósmica y una transición espiritual hacia la nueva civilización. Conocida la noticia, publicada en diferentes medios, este periódico ha querido ponerse en contacto con el doctor en Antropología y especialista en culturas indígenas de Chiapas, donde casi todos los grupos son mayas contemporáneos; el abulense Pedro Tomé. Doctor en Antropología, Tomé es además presidente de la Federación de Asociaciones de Antropólogía del Estado Español y científico titular del CSIC.
¿Quienes eran los mayas?
Primero, tenemos que decir que los numerosos grupos que hay en Chiapas, en prácticamente, toda Guatemala, en Yucatán o Tabasco son descendientes directos de los mayas. Los mayas que hicieron las pirámides no los conocieron los españoles. Es una cultura que florece en los siglos IX, X y XI. Los españoles tienen un contacto con unos mayas que no son los florecientes sino que están mestizados con los aztecas.
¿Y qué mayas son los que predijeron el fin del mundo en diciembre de este año?
Dicho así, ninguno. Los mayas tenían un sistema de cómputo del tiempo muy diferente del nuestro. El nuestro es un cómputo lineal. Empezamos por el uno, seguimos por el dos... y hasta el fin del mundo y dentro de esa línea se halla un conjunto de ciclos. Tenemos una semana y al cabo de ella, comienza otra, tenemos un año y al cabo de él, comienza otro. Sin embargo, el concepto del tiempo de los mayas era circular, por tanto, a diferencia del nuestro, que tiene principio y fin, el de ellos, no tiene principio ni fin, es un conjunto de círculos, de forma tal que, cuando llegas al final, vuelves a comenzar. El tiempo de los mayas se organiza en torno a diez ciclos. Unos son las cuentas cortas y el más importante de ellos es el de 52 años, que equivaldría a nuestro siglo. Además, hay otros ciclos de cuenta larga, entre los que se encuentra el de 5.200 años. Según algunos cómputos, ahora nos toca un fin de ciclo de cuenta larga, el de 5.200 años
¿Y qué ocurrirá entonces?
Pues, lo que va a ocurrir en diciembre, aunque no sabemos qué día, es que se acaba un ciclo de 52 años y uno de 5.200 años. Entonces vendrán trece días de ajuste, un periodo de ritual, de preparación para los cambios, una sucesión de ceremonias para iniciar un nuevo ciclo. Los cargadores del tiempo serán sustituidos por otros y no pasa nada más.
Entonces, ¿de donde ha salido esta idea del fin del mundo?
Pues viene de que los mayas dejaron muchas estelas y jeroglíficos, podemos decir, y en una de ellas, pero sólo en una, que se encontró en los años 70 del siglo XX en el estado de Tabasco (México); se expresaba que ahora nos toca el cambio de la cuenta larga, el de 5.200 años. Evidentemente, ningún maya se puede acordar de esto, no puede remontarse 52 siglos atrás. Eso sí, los arqueólogos interpretan y algunos grupos indígenas que lo han estudiado han llegado a esta conclusión, pero eso sólo quiere decir que acaba una cuenta de ciclo largo y empieza otra.
¿Y eso comportará cambios?
Desde el punto de vista cotidiano, no comporta nada. Simplemente, las nuevas generaciones tendrán que asumir las responsabilidades que les tocan y habrá que renovar a los cuatro grandes hombres (manes) que cargan el tiempo. Habrá un periodo de ajuste, de caos, porque durante trece días el tiempo no tendrá dueño, según la cultura maya, y pueden pasar desgracias pero, para eso se hacen todas las ceremonias y todos los rituales tendentes a evitar que no ocurran. Es algo parecido al calendario de aquí. En el calendario litúrgico, justo antes de que comience la Cuaresma hay cinco días de descontrol, en los que puede pasar de todo. Esto no es exactamente lo mismo pero, se asemeja.
Entonces, ¿no es real que los mayas profetizaran nada?
Los mayas no hacían profecías, contaban el tiempo a partir de los sucesos que a ellos les ocurrían. Nunca hablaron del fin del tiempo y nunca hablaron del fin del mundo, entendido de manera física, aunque sí hay un fin de ciclo. Pero nosotros tenemos un fin de ciclo cada año y no pasa nada. Nunca hicieron profecías apocalípticas. Si acaso hicieron alguna fue a muy corto plazo en el sentido de decir «nos estamos acabando como sociedad». Es el ciclo de la vida. Los mayas tenían como animal sagrado la serpiente, aunque no es así exactamente pero, valga la expresión. La serpiente, hay un momento en el que cambia de piel y no pasa nada.
Como antropólogo, ¿por qué cree usted que nos gusta tanto a los humanos esto de tener cierto control sobre el tiempo y de plantearnos el fin del mundo cada cierto tiempo?
Las profecías surgen continuamente y, si no surgen, se inventan. Aparecen en los refraneros, en los dichos, en los cuentos, en las leyendas... Es una forma de conjurar miedos, de conjurar incertidumbres. Los seres humanos nos movemos muy mal en el terreno de las incertidumbres. Por eso, intentamos hacer siempre proyecciones respecto del futuro y para ello, lo que hacemos es basarnos en el pasado. Cada vez que nos preguntamos por el pasado, en realidad estamos preguntándonos por el futuro. Las tradiciones nos informan, fundamentalmente, sobre el futuro; por eso, algunas desaparecen y otras se mantienen. La cuenta del tiempo no es más que una proyección de regularidades en la naturaleza y, en realidad, no todas existen. Sabemos cuanto tarda la Tierra en dar la vuelta al Sol y lo que tarda la Luna en volver a estar llena. Aprovechamos esas regularidades para hacer proyecciones que nos vayan marcando determinados momentos que para nosotros son más importantes.
¿Por eso tenemos fiestas?
Efectivamente, las fiestas están puestas para marcar hitos en el calendario y para marcar momentos que para los seres humanos son simbólicamente importantes. Las profecías sobre el fin del mundo tienen que ver con la reducción del ansia de la contingencia de ‘qué nos va a pasar’. Eso nos da, aparentemente, un cierto control sobre el tiempo pero, sólo, aparentemente y eso nos provoca certezas. Si uno está en un sistema simbólico cerrado donde todo está atado y bien atado, no hay ningún problema pero, si está en un sistema simbólico abierto, tiene muchos inconvenientes. Los símbolos nunca operan solos. Ahora, necesitamos tanta profecía porque estamos en un momento de transición de sistemas. Los de la edad moderna ya no funcionan y los de la globalización, no sabemos por dónde van a tirar y eso nos genera muchas incertidumbres.
Sí, pero hay muchas personas que no se plantean esos problemas.
Sí, por ejemplo, mucha gente que vive en los pueblos no tiene este tipo de problemas porque las cosas son ‘a, b, c’. Hace 50 o 100 años, uno se levantaba por la mañana y sabía que a lo más que podía llegar era a repetir lo que había hecho su padre que, a su vez, había repetido el estereotipo de su abuelo. Después las cosas empezaron a cambiar y ahora estamos en un momento en el que las generaciones más jóvenes enseñan a los mayores sobre muchos aspectos, a lo mejor no sobre los elementos importantes de la vida como es el amor, ser feliz, quienes somos...
Así que, sí es verdad que estamos en un fin de ciclo largo.
En un sentido amplio sí. Lo que pasa es que no sabemos por dónde vamos a ir a diferencia de los mayas, que sí lo sabían porque como era un círculo, cuando llegas al final, vuelves al principio. Nosotros vivimos en un sistema muy abierto en el que, para algunas cosas, vale lo de antes pero para otras, ya no. Eso nos provoca mucha desazón y por eso, creamos todo tipo de sistemas simbólicos que nos propicien certezas. Nunca como ahora ha habido tantas leyendas ni los mitos han tenido tanta relevancia porque son mapas cognitivos de nuestro entorno ambiental y social.