Vanesa, nombre ficticio porque prefiere pasar página, y su marido compraron una vivienda más grande cuando ella se quedó embarazada y decidieron alquilar el piso en el que hasta entonces habían vivido pensando en obtener algo de rentabilidad. Al poco de colgar el cartel de 'se alquila' encontraron inquilinos: una pareja que, aparentemente, les dio confianza pero que pronto descubrieron no eran tan de fiar como pensaban. Pronto empezaron a llegarles quejas del resto de vecinos de la comunidad molestos por el ruido y la suciedad que provocaban sus inquilinos. A esta preocupación se sumó saber que aunque ellos habían firmado el contrato de arrendamiento con una pareja en realidad en el piso vivían más personas. Hasta cinco, como después se llegaron a enterar. Además, y aunque el contrato de alquiler recogía expresamente que no se permitían mascotas, también se enteraron Vanesa y su marido de que las personas que ocupaban su piso convivían con animales de compañía en el mismo.
«Nunca dejaron de pagar», reconoce Vanesa al hablar de aquellos inquilinos y de una situación que les generó tanta preocupación que llegó hasta a quitarles el sueño . Hasta que por fin consiguieron que se fueran. Lo hicieron «por las buenas» y eso fue un alivio para estos propietarios que sin embargo al entrar en la vivienda descubrieron que la misma estaba «destrozada» y «llena de mierda». Y encima, cuenta ella, «para que se fueran sin oponer resistencia les tuvimos que devolver la fianza pese a los destrozos».
Después de esta malísima experiencia, y de que el piso quedara libre, Vanesa y su marido se pensaron, y «mucho», si volver a ponerlo en alquiler o sacarlo a la venta, optando tras mucho meditar por la primera opción. «Esta vez no hemos tenido ningún problema», cuenta ella aliviada pero sin olvidar lo ocurrido. «Alquilar no es tan fácil, rentable y bonito como parece», asegura Vanesa que aún recuerda los meses de preocupación sin saber si podría echar de su casa a los anteriores inquilinos y por no saber el estado en el que finalmente se encontraba su piso.
fuera del mercado. Quien tras varios años con un piso en alquiler decidió retirarlo del mercado fue María. Su piso, situado en la zona del Bulevar, llevaba en alquiler desde 2016, cuando esta propietaria y su marido adquirieron otra vivienda. Desde entonces pasaron varios inquilinos por la vivienda, sobre todo alumnos de la Escuela de Policía y personal del Hospital, y casi siempre con «alquileres temporales». El hecho de tener que buscar inquilino cada poco tiempo, sumado al incremento de los tipos de interés, que encareció su hipoteca, y a las presiones tributarias derivadas de esos contratos temporales hicieron finalmente que María decidiera no volver a alquilar su vivienda y la pusiera en venta, lo que también le resultó «complicado». «Ya no era rentable», cuenta esta propietaria que finalmente también decidió sacar el piso del mercado y utilizarlo para uso de unos familiares.
Su piso forma parte de ese tanto por ciento de vivienda que debido a los riesgos de alquilar y la menor rentabilidad los propietarios han decidido retirar del mercado.