Hay un evento en Ávila que ha ido creciendo hasta llegar a lo que es hoy. Y con seguridad se puede afirmar de que es menos de lo que llegará a ser en un futuro. Me refiero a los Galardones La Alcazaba.
A ver, por partes. Son unas distinciones importantes para Ávila, porque el nombre de nuestra ciudad y provincia aparece en medios nacionales de forma recurrente durante toda la semana, en la que prescriptores del día a día hacen mención a nuestra tierra en un ambiente amable. Ávila adquiere protagonismo sin que haya suceso por detrás, ni la nevada de turno. Y es que Ávila se convierte en epicentro de las artes escénicas y de la comunicación, con personajes de primer nivel, bien noveles, bien consagrados. Me contaron que público de Segovia o de Albacete vino hasta Ávila el lunes para ver desfilar por la alfombra azul a la cantidad de famosos que se juntan en un ambiente en el que, todo sea dicho, se les ve relajados.
Realmente sirve para que quienes desconocen este ambiente tomen percepción de cómo se mueve el cotarro en la actualidad. Hay nombres que desfilan por Ávila arrastrando ya una trayectoria y un trabajo a sus espaldas. Otros son jóvenes promesas que han llegado a esa primera nube, y este reconocimiento les sirve para empujarles un poco más hacia arriba.
Si algo hay que destacar de la gala es la relevancia que tuvo el sacrificio que cada uno de los galardonados han tenido que afrontar hasta poder lograr sus metas. En una sociedad en la que el valor del esfuerzo ha quedado degradado, contribuir a recuperarlo puede ser un ejemplo para muchas generaciones que tienen en alguno de estos personajes sus referentes, y que necesitan darse cuenta de que no se llega ahí sin trabajo, coraje y decisión.
De hecho, esta idea quedó latente tanto en las presentaciones (que magistralmente hace Luis Larrodera, que con su capacidad remedia que la duración de la gala se haga más pesada), como en los discursos de las personas reconocidas, que además tuvieron palabras amables para las personas mayores de nuestro país que viven una injustificada soledad y que gracias a muchos de los premiados sienten compañía diaria a través de la televisión. Otros explicaron con desgarradores testimonios el acoso escolar que sufrieron y que no se ha de consentir de ninguna manera (a veces pienso que el espíritu de libertad que estas prodigiosas mentes que acaban desarrollando su vida profesional a través de las diferentes artes les lleva a una situación de incomprensión en edad escolar que debería estar más vigilado y controlado en el ámbito educativo). Y no volvió a faltar el reconocimiento de los problemas de salud mental que en este ámbito, como en muchos otros de la vida, padecen estas personas por someterse a diario a un exagerado nivel de presión y estrés.
No hay que olvidar que el esfuerzo, aunque casi siempre tiene su recompensa, hay ocasiones en las que el factor suerte genera una serie de oportunidades que hay que saber gestionar y que favorecen el éxito. La suerte sin este esfuerzo, si bien puede ser una remota posibilidad –muy efímera, no lo olvidemos–, ni es lo habitual, ni es lo que hay que trasladar a la sociedad. Quizás ésta sea la mayor evolución de estos galardones.
Tienen 'Los Alcazaba' la aspiración de crecer, y a pesar de que la sociedad abulense ya los ha hecho suyos, tiene que seguir acrecentando este sentimiento, porque va a llegar un día en el que a alguien le pregunten: «¿De dónde eres? De Ávila». Y no dirán: «Anda, donde la Muralla o donde hace frío». Sino que podrán responder: «¡Donde los Galardones La Alcazaba!».
Dicho esto, solo me quedar dar las gracias a Woody García Llorente por contribuir a hacer Ávila más grande, y por liarla cada año.