"Todo ciudadano puede acudir a nosotros en caso de necesidad"

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El capitán Luis Ángel Horga afirma que ser Guardia Civil no es solo un trabajo, es una vocación, un compromiso con la tradición y con los que sirvieron antes

"Todo ciudadano puede acudir a nosotros en caso de necesidad" - Foto: Isabel García

Luis Ángel Horga transmite tranquilidad y serenidad, es pausado y mira con los ojos de los que han tenido duras experiencias y aún así siguen manteniendo la fe en que las cosas pueden ir a mejor, que siempre hay esperanza. Enfundado en su uniforme de la Guardia Civil, orgulloso y consciente de lo que representa, y siempre en nuestra conversación con la mirada puesta en el deber. La protección y el servicio a los demás se manifiestan de manera constante.

El Capitán Horga nació en Villamuriel de Cerrato, en la provincia de Palencia. Hablando de su infancia, solo le salen las palabras felicidad, tranquilidad y familia. La carrera de su padre, también Guardia Civil, lo llevó, ya desde niño, a vivir en diferentes lugares palentinos, como Villada o Quintana del Puente, pasando su adolescencia y primera juventud en Venta de Baños. Pero la vocación y el deseo de servicio a los demás se despertaron pronto, y, a los 16 años, ingresó en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro. Afirma que su padre no quería que fuera Guardia Civil: "Eran años duros para el Cuerpo, los años de plomo. Cada día había asesinatos de policías y guardias civiles, y mi padre, obviamente, prefería una carrera menos arriesgada para mí, pero no dejé de insistir hasta que él vio que no había más remedio que dejarme seguir ese camino, que elegí sin dudas y con mucha ilusión". Nos relata también que, durante su vida, nunca ha dejado de formarse, compatibilizando los estudios con sus obligaciones en la Benemérita. Sería extenso detallar el gran currículum del Capitán Horga. Podemos destacar que es Máster en Prevención de Riesgos Laborales y que realizó estudios en Investigación de Empresa y Sector Público en el Centro de Estudios Financieros, así como Cursos Superiores de Circulación y Tráfico y Cursos Superiores en Servicio de Protección de la Naturaleza. También realizó el Curso Internacional de Derecho a la Guerra. Es profesor de Tiro y Técnica Policial y Profesor de Centros de Formación. Es, además, experto en Investigación de Incendios Forestales y tiene la habilitación profesional como Director de Seguridad. Su trayectoria profesional se ha reconocido con numerosas condecoraciones y felicitaciones. Nos adentramos en su historia vital.

¿Cómo vivió esa primera experiencia lejos de sus padres en un entorno de gran disciplina?

Fue una experiencia inolvidable para mí, pero eran otros tiempos. Hoy en día, los jóvenes llegan a las academias acompañados por sus padres, en coche, y regresan a casa los fines de semana. En mi época, simplemente nos dejaban en el tren con una maleta y teníamos que afrontarlo solos. Con 16 años, de repente, me encontré en Madrid, en un entorno en el que todo era nuevo para mí, y no niego que los primeros quince días fueron difíciles. De hecho, algunos compañeros no soportaron esa forma de vida y terminaron abandonando porque la exigencia era mucha. Pero me adapté bien porque siempre he sido disciplinado y, desde el primer momento, mis calificaciones reflejaron compromiso. Me esforcé al máximo y logré excelentes notas y un expediente impecable. En aquel momento, los mejores alumnos, aquellos con las mejores notas, podían quedarse un año más como "galonistas", lo que les permitía prepararse para un futuro ascenso a cabo. Yo estuve entre los primeros puestos de mi promoción, por lo que permanecí un año adicional, ya desempeñando algunas funciones de responsabilidad y mando como Suboficial de Guardia.

¿Cómo fueron sus primeros destinos?

Tras completar la formación, se nos asignaron destinos según el listado de vacantes. Tenía 19 años cuando me incorporé al puesto en Bimenes, en la cuenca minera asturiana. Desde el primer día, comencé con patrullas y servicios, incluso en condiciones climatológicas extremas. En esa época, la Guardia Civil solía vivir en Casas Cuartel, pero nosotros, los más jóvenes, compartíamos alojamiento con otros compañeros fuera de los cuarteles. Era una zona considerada difícil en aquel entonces; se percibía como un destino complicado por la situación histórica y social. Recuerdo que me sorprendió la forma de hablar de los mineros, su manera de expresarse tan directa y contundente, pero muy sincera. A pesar de la dureza del entorno, siempre me trataron con respeto y cariño; de hecho, aún conservo amigos de aquella época. Después, oposité al curso de Tráfico para ser motorista y fui admitido en esta Academia de Especialización, que en aquella época requería seis meses de formación. Sin embargo, la situación política influyó mucho en el desarrollo del curso, convirtiéndolo en una experiencia intensa, ya que, justo en ese período, se produjo el asalto al Congreso de los Diputados del 23 de febrero de 1981, lo que generó una gran tensión. Como consecuencia, hubo un control más estricto dentro del Cuerpo. Fue un periodo muy movido, pero logré finalizar el curso con éxito y obtuve el primer puesto de la promoción. Al finalizar, se nos ofrecían destinos en función de nuestra posición en el ranking. Elegí el Destacamento de Burgos. Las condiciones eran duras: las patrullas en moto comenzaban a las seis de la mañana, enfrentándonos al hielo y la nieve en las carreteras. Estuve allí poco más de un año, hasta que fui llamado para el curso de ascenso a Cabo. Como había destacado en la Academia, me convocaron directamente para realizar el curso en Guadarrama, con una duración de unos siete meses. Durante ese tiempo, adquirí nuevas responsabilidades y formación específica.

Eso supuso, entonces, nuevos retos

Efectivamente, tras finalizar el curso y obtener el ascenso a cabo, solicité un nuevo destino en Asturias y fui asignado al Puesto de Proaza, una localidad en las inmediaciones del Parque Natural de Somiedo, un paraje espectacular donde, entre otras experiencias, tuve mis primeros contactos con el oso pardo. A pesar de mi juventud, asumí el cargo de Comandante de Puesto. Allí establecí grandes amistades, no solo dentro del cuartel, sino también con la comunidad. Hoy en día seguimos en contacto y, cada vez que regreso a Asturias, procuro encontrar un momento para verlos. Tras un par de años, solicité la realización del Curso de Todo Terreno (el actual SEPRONA), en Madrid, saliendo el primero de la promoción. Por ello, fui destinado a la Patrulla del SEPRONA de Nava (Asturias). Fueron años con numerosas y novedosas experiencias, muy intensos. En esos momentos, llevábamos el control y la vigilancia de toda la parte oriental de Asturias, hasta el límite con Santander. Después, solicité el Destacamento de Tráfico de Porriño, en Pontevedra, y aproveché la estancia en Galicia para prepararme para el ascenso a suboficial. Cuando aprobé, me trasladé a Madrid para realizar el curso en la academia con sede en El Escorial. Fueron varios meses de formación intensa y, al obtener el grado de sargento, se me asignó un nuevo destino en Baltanás, en la provincia de Palencia, donde asumí nuevamente el cargo de Comandante de Puesto. Después de un año en Palencia, solicité traslado a Gijón para incorporarme al SEPRONA como suboficial y, más tarde, me presenté a la oposición para ascender a la Escala Ejecutiva y obtener el grado de alférez. El curso de formación fue el más duro de toda mi carrera. No solo la oposición en sí fue exigente, sino que ese año académico en El Escorial fue de una intensidad extrema. El volumen de estudio era brutal, mucho mayor de lo que había afrontado antes. Fue una experiencia de supervivencia académica. Al finalizar, fui a la Comandancia de Oviedo como responsable provincial del SEPRONA.

Hábleme de su experiencia en SEPRONA

En SEPRONA pasé 16 años de mi vida profesional. Conseguimos innovar y diversificar las actuaciones que, hasta la fecha, se centraban prácticamente en la lucha contra el furtivismo de la caza. Fue un éxito profesional enorme. Estábamos constantemente en los medios porque realizábamos investigaciones medioambientales innovadoras. Asturias es una comunidad con una gran diversidad natural: costa, montes, espacios protegidos… Nos enfrentamos a muchos desafíos y rompimos tabúes en el ámbito de la protección medioambiental. Nuestra labor era reconocida y me llamaban a impartir conferencias en diversas asociaciones, universidades y programas de posgrado, como el Máster en Gestión del Medio Ambiente. Así fue como me inicié en la docencia dentro de este ámbito. Con el tiempo, ascendí a teniente. En aquel momento, en Asturias no había plazas disponibles, así que solicité traslado a Ávila con la intención de estar solo un año. Pero las circunstancias me retuvieron y ya llevo aquí 17 años. En Ávila, asumí en principio la Jefatura del Destacamento de Tráfico, donde estuve alrededor de seis años, prácticamente como jefe del Subsector provincial. Fue una experiencia enriquecedora, con nuevos retos y responsabilidades. Después de ese período, ascendí a capitán. En ese momento, el jefe de la Comandancia me ofreció dirigir las Unidades de Investigación, Unidad Orgánica de Policía Judicial, que había quedado vacante.

¿Es exigente este trabajo en la Policía Judicial?

La labor de la Policía Judicial es mucho más exigente de lo que se percibe externamente. La gente suele ver titulares del tenor "la Guardia Civil ha detenido a 15 personas…", pero lo que no se ve es el trabajo de meses que hay detrás de cada operación. No es algo inmediato, sino el resultado de un esfuerzo coordinado, con seguimientos, vigilancia, escuchas, análisis operativos o gestiones judiciales. En esta unidad, el trabajo no se limita a un horario de oficina. Hay que estar en constante movimiento, gestionando investigaciones, compareciendo en los juzgados, trabajando con fiscales y jueces. La mayoría de la gente desconoce esta labor porque los agentes van de paisano y pasan desapercibidos. Incluso dentro de la propia Guardia Civil, muchos desconocen el nivel de exigencia y sacrificio que implica este trabajo. Durante estos años en la Policía Judicial, he dirigido cerca de 300 operaciones, con cerca de 1.000 detenidos, desarticulando bandas organizadas y enfrentando delitos de tráfico de drogas, violencia de género, robos, atracos, ciberdelincuencia, asesinatos y hurtos en el ámbito rural, entre otros.

Y también ha estado en muchas misiones internacionales.

He participado en varias misiones internacionales dentro de proyectos como experto policial de la Unión Europea. En muchos países, la Guardia Civil ha participado en la formación de cuerpos de seguridad locales y en asesoramiento especializado. He estado en Angola, Guatemala, Ecuador, Bolivia y Túnez, entre otros países, impartiendo formación sobre gestión de investigaciones, ciberseguridad y criptomonedas. En Bolivia, por ejemplo, ofrecimos capacitación sobre criptomonedas a la fiscalía y a cuerpos policiales, ya que no tenían conocimientos sobre esta tecnología y sus implicaciones en delitos financieros. En otros países, como Angola, la misión era distinta. Allí, la unidad de investigación policial tenía un funcionamiento hermético y querían transformar su estructura en un modelo más orientado al ciudadano, por lo que nuestra labor fue ayudarles en esa transición. Una de las experiencias más impactantes fue el esfuerzo necesario para inculcar algo tan básico como el concepto de que la policía está al servicio del ciudadano. En algunos países donde la represión policial es la norma, esta idea es difícil de asimilar. En Europa, si alguien necesita ayuda, acude a un policía sin dudarlo, pero en otros lugares eso no ocurre. Nos costaba semanas hacerles entender que su labor debía estar orientada a la protección y el servicio. Nuestra función en estas misiones no es imponer un modelo, sino mostrar cómo se trabaja en Europa y ofrecer herramientas para que cada país decida cómo organizarse.

¿Cómo percibe la evolución de la relación entre la Guardia Civil y la ciudadanía?

En los primeros años, especialmente en las cuencas mineras, la relación con la ciudadanía era más distante. En algunas zonas, la presencia de la Guardia Civil generaba recelo. Sin embargo, con el tiempo, esta percepción ha cambiado. Parte de esta transformación se debe a la creación de las Oficinas Periféricas de Comunicación, que han permitido una mayor transparencia y acercamiento a la población. Aunque la Guardia Civil sigue siendo un cuerpo serio y disciplinado, ahora existe una política de comunicación más abierta, que facilita el conocimiento de la mayoría de los centenares de actuaciones diarias, la organización, el amplio espectro de especialidades, etc., lo que permite que la gente valore mejor su diversidad y funciones. Hemos de tener en cuenta que la Guardia Civil es un cuerpo único en Europa por la cantidad de especialidades que abarca. Mientras que en otros países las competencias se reparten entre distintos organismos, aquí todo se concentra en una sola institución. Además, la Guardia Civil ha tenido que evolucionar para responder a ellos. Un claro ejemplo es la creación de unidades de ciberseguridad, drones, la variedad de medios técnicos en investigaciones y un largo etcétera, algo impensable hace años. Hoy en día, existen grupos de élite con una especialización tremenda, como la Unidad Técnica de Policía Judicial o la Unidad Central Operativa (UCO), con un nivel de cualificación y formación altísimo. También me gustaría poner énfasis en que el acceso de la mujer a la Guardia Civil ha sido una prioridad en los últimos años, impulsada por políticas de la Dirección General. Además, trabajamos activamente en la prevención de los delitos de odio y contra la violencia de género. En definitiva, nuestra labor es garantizar que todos los ciudadanos, sin distinción, sepan que tienen apoyo y que pueden acudir a nosotros en caso de necesidad.

De hecho, su compromiso con la sociedad es incontestable

Hemos realizado un esfuerzo enorme para adaptarnos a las nuevas necesidades de una sociedad en constante cambio. Se han creado unidades especializadas en violencia de género y en ciberseguridad porque son problemas que, aunque antes eran menos visibles, hoy requieren atención prioritaria. Hemos establecido convenios de colaboración con universidades y con diferentes entidades para reforzar nuestra presencia y asistencia en estas comunidades. Por ejemplo, esta misma semana hemos firmado un acuerdo con el Colegio Oficial de Farmacéuticos. La idea es que los farmacéuticos, que tienen contacto directo con la población rural y muchas veces se convierten en personas de confianza, puedan detectar situaciones de vulnerabilidad y alertarnos de posibles riesgos, como casos de violencia de género, estafas o abandono de personas mayores. Además, impartimos charlas en centros de mayores, institutos, centros escolares, etc., para concienciar y dar a conocer las tipologías delictivas más usuales y sugerir medidas de autoprotección. No buscamos alarmar, sino dar herramientas para que sepan cómo actuar y recordarles que la Guardia Civil está siempre disponible para ayudarles. Nuestra central operativa, el Centro Neurológico de la Comandancia, está activa las 24 horas del día a través del 062. Allí se recibe todo tipo de avisos, desde emergencias graves hasta problemas cotidianos. Recuerdo casos tan dispares como un accidente aéreo o una gran nevada que deja incomunicada una provincia, hasta personas mayores llamando porque han perdido a su gato. Lo importante es que cualquier ciudadano sabe que, al otro lado del teléfono, siempre habrá alguien que le escuche y le pueda ayudar o aconsejar.

¿Cuáles han sido sus momentos más duros y a qué ha renunciado?

Si hay algo a lo que nunca se acostumbra uno es a los accidentes mortales. Se sigue un protocolo muy discreto y profesional, pero, especialmente, las situaciones con niños o personas mayores son sumamente difíciles. He visto a compañeros veteranos llorar desconsolados tras atender casos así. Sin embargo, lo que más me ha marcado han sido los fallecimientos de compañeros en acto de servicio. Un caso que recuerdo especialmente es el accidente de un helicóptero en Asturias, en el que murieron sus cinco tripulantes. Esa operación contra el furtivismo la había organizado yo y, en el último momento, al surgir otro tema sobrevenido, no pude subir a bordo. Otro accidente que me marcó especialmente fue la muerte de Emilio, piloto de helicópteros y amigo de toda la vida. Era un profesional impecable, pero una caída de rocas durante un rescate en la montaña le costó la vida. Logró salvar a sus dos compañeros, pero él no pudo salir. Son situaciones que dejan huella. O el fallecimiento por atropello de nuestro compañero del Destacamento de Tráfico de Arévalo, cuando, mientras estaba auxiliando en una nevada a un usuario, fue atropellado mortalmente por otro vehículo. La única renuncia que he hecho ha sido en mi última etapa: rechazar el ascenso al empleo de comandante. No quise asumir un nuevo destino lejos de mi familia, que ya está asentada en Ávila. Mi mujer, mi hija y mi nieta están aquí, y no quería pasar más Navidades lejos de ellos.

Qué retos afronta la Guardia Civil en la actualidad

Uno de los mayores retos actuales es mantener la independencia de la Guardia Civil en un entorno social y político cada vez más polarizado. Nuestra institución siempre ha intentado ser aséptica y mantenerse al margen de los vaivenes políticos. Nuestra prioridad es atender a todos los ciudadanos por igual, sin distinciones. Las Fuerzas de Seguridad no solo reflejan los cambios de la sociedad, sino que también ayudan a impulsarlos. Somos parte de la sociedad, estamos dentro de ella, y la evolución que vive el país también se da dentro de nuestras filas.