Muy pocos de nosotros estamos acostumbrados a decir: «Estoy bien, pero esto me ha hecho darme cuenta de que en realidad antes no lo estaba». Aunque algunos dejen de preocuparse por sí mismos, tanto como para no darse cuenta de que en realidad no se sienten orgullosos de lo que son ni de lo que tienen a su alrededor, después de que la vida les haya quebrado la mayoría experimenta una claridad en cuanto a qué van a hacer con sus vidas a continuación.
Todas esas situaciones que suponen un antes y un después las viviremos todos. Todos perderemos un trabajo, o quizás dos, o tres hasta encontrar otro en el que nos quedaremos posiblemente hasta el momento de la jubilación. En la adolescencia tendremos un amor de verano, antes de los treinta nuestra primera pareja seria y entre los treinta y los cuarenta llegará junto con nuestra plena madurez la decisión de si seguiremos con esa pareja el resto de nuestra vida o buscaremos una nueva. Toda la vida es lo mismo, algo se tiene que romper para que algo nuevo pueda crecer.
En general, el anterior estado en que uno ha vivido y el nuevo que llega después del suceso de quiebra no es un camino de rosas, equivale más a una guerra civil entre la persona que ya no queremos volver a ser y a la que le estamos dando la bienvenida. Toda la vida es así, un proceso de ruptura y transformación. Quedarnos anclados en lo que hicimos, en cómo lo hubiésemos hecho ahora de manera distinta solo es un mecanismo de defensa ante la posibilidad de evolucionar, porque en realidad el cambio da miedo y no sabemos bien hacia dónde nos va a llevar. Pasa que muchas parejas ya no están enamoradas y aun así deciden seguir juntas. Pasa que mantenemos trabajos en los que nos somos felices por temor a emprender algo nuevo y fracasar. El miedo a lo desconocido es más grande que el deseo de experimentar como personas el placer de conocer una nueva etapa
Es posible que en esta nueva etapa ni tengas claro lo que quieres ni sepas bien qué pasos debes dar, y quizás deba ser así para que te des el permiso de probar tantas cosas nuevas como te sea posible hasta que des con algo con lo que te identifiques y además que se te dé bien. Entiende que ahora ya has roto con lo viejo para que cosas nuevas puedan entrar en la nueva vida que quieres construir, así que no rechaces esa posibilidad.
En el camino sentirás la tentación de volver por donde viniste. Al estar en tiempos de cambio es normal sentir que antes era todo más seguro, que quizás no fuésemos todo lo felices que podríamos pero que al menos las cosas estaban en su lugar. No te acobardes, tan solo has estado unos meses o años rumiando en un sofá tranquilo porque no pasaba nada ni en ningún lugar había peligro, pero en el sofá no eras feliz, solo estabas asentado y seguro, pero muriendo por dentro.
En última instancia hay gente que nunca se asienta del todo en la nueva vida. A la gente de su alrededor se les escucha decir: «Desde que le pasó tal cosa, no ha vuelto a estar bien». Si es tu caso identifica qué has hecho y qué te falta por hacer. Repito, no te acobardes, no tiene sentido que hayas tomado la decisión de hacer un cambio para no llegar hasta el final.