"Que salga agua del grifo me sigue pareciendo un milagro"

M.E
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Malan Nayem salió de los campos de Tinduf para pasar unas vacaciones en España, pero esa acogida en principio temporal le trajo una segunda familia en Barcelona y una oportunidad en Burgohondo junto a sus padres. Hoy tiene su propio taller en Ávila

"Que salga agua del grifo me sigue pareciendo un milagro" - Foto: Isabel García

EN tiempos en los que parte de la inmigración está en el punto de mira, que un saharaui treintañero que salió de los campos de Tinduf (Argelia) esté totalmente establecido en Ávila con un negocio propio y una familia que va a volver a crecer es todo un ejemplo de que con esfuerzo, humildad, confianza y algo de suerte, todo es posible. Malan Nayem ha tenido algo de todo eso, junto a una buena dosis de casualidad, la que llevó a sus padres a acabar residiendo en Burgohondo tras una hospitalización en Madrid, o la que hizo que siendo poco más que un chaval se cruzara con Ana, su pareja, para que su vínculo con la provincia se hiciera todavía más fuerte. ¿O sería el destino? Lo cierto es que la historia de este joven de gran sonrisa y acento serrano, lejos de ser triste, como desliza él mismo al principio de la conversación, es casi de película, o al menos digna de quedar plasmada en estas líneas como una clara muestra (por si alguien lo duda) de que hay oportunidades que se aprovechan. Y de qué manera.
Malan Nayem nació en 1990 en los campos de refugiados saharauis, donde estuvo los primeros años de su vida. Recuerda «vivir en una tienda de campaña y poco más. Hay arena, vas descalzo y estás todo el día en la calle, dando vueltas. De comer había arroz y lentejas, no había más. Hoy en día ya tienen luz y nevera, se les reparte agua… son cuatro paredes de adobe, un tejado y ya está», nos cuenta tras hacer una pausa en el taller de ruedas y mecánica rápida que montó hace once años en Ávila, en la avenida de Madrid, con el que sigue y el que le permite conciliar su vida laboral y familiar, una de sus prioridades. A sus 34 años está afincado en Ávila, tiene un niño que cumplirá tres años este verano y una niña en camino, pero no olvida sus orígenes: valora lo que tiene y está decidido a que sus hijos también lo hagan. «Me gustaría que mis hijos conozcan donde nací para que valoren que tener un iPhone no es tenerlo todo», declara. 
Él tuvo suerte. Fue uno de los niños que pudo disfrutar del conocido programa de vacaciones en paz para los saharauis, primero en Francia y luego en España, en Pamplona. Esa segunda estancia coincidió con una hospitalización de sus padres en La Paz, en Madrid, su madre por el corazón y su padre por la metralla de la guerra, y como no podía volver solo a Tinduf intentaron que se quedara en España más tiempo. En Pamplona no pudo ser, pero contactaron con una familia de Viladecans (Barcelona) en la que había estado acogida una prima y le aceptaron encantados. Lo que iban a ser dos meses se alargó en el tiempo, tanto como 25 años, hasta hoy. Juan Ramón y Araceli «nunca me han soltado ni me quieren soltar, ni yo a ellos tampoco», explica Malan sobre su increíble relación con su familia 'adoptiva'. «Es que soy su hijo, me han criado ellos», subraya.

 

 

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