Entre las muchas lacras asentadas en la sociedad que es imposible entender cuando se las mira con sosiego o afán de razonar y teniendo en cuenta que somos 'civilizados', y no son pocas esas heridas colectivas como podemos ver y/o sufrir a diario, está la práctica de la violencia por parte de quienes no sabiendo o no queriendo atenerse a ninguna norma de respeto o de lógica se desahogan –ya ni siquiera piensan que van a poder solucionar el problema que tienen– agrediendo a otros, ya sea física o verbalmente.
Uno de los ámbitos en los que se da con triste frecuencia esa violencia es el sanitario, por mucho que desde hace tiempo esté en funcionamiento una campaña que, apelando a esos razonamientos al alcance de cualquiera que quiera entenderlos, reivindica que el espacio de salud es también espacio de respeto. Pero a quien no quiere entender, de sobra lo conocemos, no hay razones ni sentimientos que le valgan.
No puede entenderse, justificarse ni aceptarse bajo ningún concepto que alguien practique nunca la violencia, porque para reivindicar cualquier cosa siempre hay argumentos que nacen del diálogo y la intención de llegar a puntos comunes, y tampoco, evidentemente y por mucho que en ocasiones la tensión pueda ser elevada cuando la salud está por medio, en ese mundo de los profesionales sanitarios, ya que mal puede entenderse que quienes trabajan por nuestro bienestar físico y mental reciban de unos pocos de sus pacientes o familiares –y aquí pocos son demasiados– la respuesta del insulto, la amenaza o la violencia física.
Esas agresiones físicas o verbales a los profesionales sanitarios alcanzaron el pasado año las 69 en Ávila, con casos todos los meses, y aunque es cierto que se redujeron con respecto al año anterior no puede la sociedad abulense sentirse satisfecha de esa bajada sino preocupada por su continuidad, porque el objetivo contra esta violencia, igual que contra cualquier otra en cualquier otro ámbito, no puede ser otro que llegar a cero.
Piden los profesionales, que defienden con toda la razón que la crispación social no justifica estas agresiones a los sanitarios ni ninguna otra, más recursos para luchar con efectividad contra este problema, medios humanos y materiales a los que siempre hay que seguir sumando la apuesta por la educación de la sociedad en ese sentido. La violencia sólo genera daños, al violento y a su víctima, y por eso si se consigue hacer consciente de ese brutal error a cada vez más personas esa concienciación que evite agresiones será un enorme éxito, porque además será semilla sembrada para que el problema encuentre la deseada tendencia a cero.