La primera vez que se utilizó la prórroga en un partido de fútbol fue en 1919, tras el final de un Brasil-Uruguay del Suramericano… aunque la FIFA tardaría unos cuantos años en adoptarlo en su reglamento. Esos 30 minutos extra han sido una constante en la presente Eurocopa, la que más prórrogas ha necesitado para limpiar las eliminatorias: la mitad de los duelos de la fase final (siete de 14) se fueron al tiempo extra y tres de ellas a los penaltis.
Desde la primera edición (1960), seis de las 15 finales terminaron igualadas en el fatídico minuto 90. Dos de ellas se dilucidaron en una prórroga pura: en 1960 la URSS y Yugoslavia terminaron empatadas (1-1) hasta el gol de Ivanov en el 113. Justo en la última edición (2016) se produjo la segunda victoria en el tiempo extra: un tanto de Eder en el 109 dio la victoria a Portugal (1-0) sobre la anfitriona Francia.
Otras dos se definieron con el ‘Gol de Oro’ (la prórroga terminaba en cuanto uno de los dos equipos marcaba un gol): así pasó en el Alemania-República Checa de 1996 (iban 1-1 hasta que Bierhoff marcó el 2-1 en el minuto 95) y en el Francia-Italia de 2000, cuando Trezeguet ganó en el 103 un partido que Wiltord había empatado en el 90+4.
La final de 1968 llegó al partido de desempate (si la prórroga terminaba igualada no se había reconocido aún la tanda de penaltis): Italia y Yugoslavia acabaron 1-1 el primer partido… y cinco días después ganaron los locales (2-0) en el Olímpico de Roma. Solo una se ha dilucidado por penaltis, aquella legendaria de 1976 en la que Panenka dejó su sello ante Alemania y la República Checa, tras el 2-2 del tiempo reglamentario, se llevó el título (5-3 en la tanda).