Llegar a centenario no es algo de lo que todo el mundo pueda presumir y hacerlo, además, junto a quien ha sido tu pareja y compañero de vida durante casi 80 años, aún es más meritorio. Es el caso de Esperanza Jiménez Encinar, que el próximo 18 de diciembre cumplirá cien años de vida y lo hará en La Torre, donde nació en 1923 y donde ha pasado toda su vida junto a Bernardino Jiménez, su marido, natural de Múñez (anejo de Muñana) que alcanzará la condición de centenario el próximo 21 de mayo y con el que lleva 75 años de matrimonio, sin contar el tiempo de noviazgo.
Lo suyo, lógicamente, es motivo de celebración, como reconoce Montse Jiménez, una de las hijas de esta pareja longeva que tuvo siete vástagos de los que en la actualidad viven seis. Todos ellos, junto con los 14 nietos de Esperanza y Bernardino, y biznietos también, celebrarán el sábado 16 de diciembre, dos días antes del cumpleaños de la matriarca, los cien años de La Rubia, como así conocen en La Torre a esta mujer que de joven tenía el pelo tan claro que parecía albina, explica su hija el origen del mote de su madre.
La familia de Esperanza ha organizado un cumpleaños por todo lo alto que contará incluso con pasacalles musical amenizado con gaitilla y tamboril, al gusto de la homenajeada, y con una comida familiar en el centro municipal en la que se darán cita más de medio centenar de familiares de este matrimonio que suma casi dos siglos de vida.
Un matrimonio con dos siglosNo son sin embargo, como cuenta su hija, Espe y Bernar los más longevos de La Torre, honor que ostenta Sagrario, una de las mejores amigas de su madre que el pasado octubre cumplió cien años y a la que entonces no dudó en felicitar.
«Están muy bien los dos para su edad», reconoce Montse al hablar del estado de salud de sus padres que «pese a los achaques» siguen viviendo solos en la misma casa de La Torre donde han vivido siempre aunque, lógicamente, cuentan con ayuda porque, entre otras cosas, ambos tienen limitaciones en lo que a movilidad se refiere. Él se cayó y se rompió la cadera hace dos años y desde entonces para caminar se ayuda de un tacatá, y ella, para desplazamientos largos necesita silla de ruedas, expone su hija algunos de esos achaques que no les impiden, por ejemplo, viajar cada año a finales de diciembre a Madrid para pasar las fiestas navideñas con sus hijos.
Además de su buen estado de salud, otra cosa que envidiar de esta pareja, asegura su hija, siguen estando tan enamorados como el primer día. Es más, cuenta Montse que no pasa día sin que Esperanza le diga a su marido lo guapo que es y lo que le quiere, seguramente pensando en la suerte que tiene de haber llegado a los cien años de la mano de aquel muchacho de Múñez con el que decidió casarse y formar una familia.
Jugar a las cartas, al cinquillo concretamente, es una de las aficiones favoritas de La Rubia mientras que su marido prefiere ver la televisión y leer, incluidas revistas del corazón de las que le llaman especialmente la atención lo mucho que se divorcian los famosos, como cuenta su hija divertida. Y no es extraño teniendo en cuenta que él lleva casi 80 años con la misma pareja, algo de lo que muy pocas personas pueden presumir.
Curiosamente, y aunque ya no viven, una hermana de Esperanza y un hermano de Bernar también se casaron. Quien sí que vive aún es Satur, la hermana mayor de él, que ya ha alcanzado los 103 años y reside en Guareña, lo que demuestra que esta familia porta el gen de la longevidad.