Coincidiendo con la celebración de la Inmaculada Concepción, patrona de España, la ermita de las Vacas se volvió a quedar pequeña este domingo para poder disfrutar todos sus devotos de este acto en especial. "Es una jornada muy emocionante, ya que todos los fieles devotos de la virgen tienen la ocasión de tenerla más cerca que nunca durante el año, por eso se convierte en un acto lleno de sentimientos y emociones" afirma Francisco López Serrano, presidente del Patronato.
A las doce de la mañana, comenzó la eucaristía presidida por el reverendo Miguel Ángel Rosillo Bartolo, recientemente nombrado párroco de San Pedro y, en consecuencia, presidente nato del Patronato. Acompañados de diversas autoridades y representantes de cofradías de la ciudad, al finalizar la misa, todos lo que lo deseaban pudieron pasar a besar la mano de la imagen de Nuestra Señora de las Vacas, que para esta ocasión no luce sus característicos cetro y lazo en su mano derecha.
Este devoto besamanos se comenzó a realizar en el año 2008, cuando se cumplieron 750 años desde la primera constancia documental de la existencia del Patronato, tal y como acredita el libro de óbitos de la Catedral, aunque su fundación fue anterior. Por ello es el decano de los de la ciudad: "Que sea un Patronato con tanta historia es una enorme responsabilidad a lo que hay que unir el privilegio que supone que nuestra Virgen fuese coronada canónicamente en el año 2016" afirma López Serrano. Obviamente en un lugar tan mariano la fecha elegida para celebrar este besamanos no podía ser una distinta a la del día de la Inmaculada Concepción.
Este año el montaje realizado ha tenido un significado vinculado con la Eucaristía, un gran telón rojo ha ocultado el retablo del siglo XVI, obra de los mismos maestros que tallaron el trascoro de la Catedral abulense, dejando únicamente a la vista el tabernáculo. De esta manera se ha querido dejar constancia expresa de que María fue la elegida para abrir el camino a la humanidad y que finalmente recibiésemos el regalo de Jesucristo eucaristía. Todo ello acompañado de un exorno floral con protagonismo total y absoluto para el color blanco, símbolo de pureza.