«Si un niño no está bien emocionalmente no puede aprender». Así de claro lo tiene la maestra abulense Miriam Gutiérrez, autora del libro 'Mejorar la comunicación entre familias y docentes', publicado por la editorial Sar Alejandría, y que nace como una «herramienta de ayuda» para que padres y docentes no solo mejoren la comunicación entre ellos sino también para que sepan comunicarse de forma efectiva con sus hijos y alumnos, respectivamente. Y es que tras años trabajando como maestra en diversos centros educativos esta abulense se dio cuenta de que «el verdadero problema de las aulas es que a los niños no se les enseña a resolver conflictos ni a gestionar emociones».
«Si un niño va a clase con un problema va a estar todo el rato desconectado y da igual lo que estés explicando, que no se va a quedar con ello», asegura esta experta en educación que no habla de grandes problemáticas sino de aquellas cuestiones que quizás a los adultos nos parecen pequeñas o algo baladí pero que para los niños tienen mucha importancia. Y es que, además de enseñar contenidos, esta maestra aboga por darles herramientas a los niños para que «puedan solucionar los conflictos y para que poco a poco vayan siendo más autónomos».
En su libro también destaca Miriam la importancia de que familias y docentes vayan a una en lo que se refiere a los niños. «Los maestros no queremos juzgar a las familias, solo nos interesa saber qué le pasa al niño y, partiendo de este punto, ayudarnos y dar herramientas a las familias para que podamos solucionar el problema».
Hablar con los niños, preguntarles qué tal el día o qué han hecho en el colegio, en el caso de los padres, o qué hicieron el fin de semana o la tarde anterior, si se trata de los profesores, son algunos tips que tanto progenitores como docentes deberían poner en práctica para favorecer una comunicación fluida con los menores. «A veces hay niños que cuentan sus problemas a los profesores porque sus padres no tienen tiempo de escucharles», lamenta esta maestra que aún siendo consciente de que la vida nos arrastra a todos también defiende que hay que sacar algún momento a lo largo del día para hablar con los niños. «Yo no digo que les dediquen las 24 horas porque eso es imposible pero sí que saquen un ratito para preguntarles, para saber de ellos», aconseja esta maestra que no plantea la comunicación como un interrogatorio sino que aboga porque los padres también les cuenten a sus hijos cómo les ha ido el trabajo o qué han hecho durante el día para favorecer esa confianza.
«No hay que sobrecargarlos», apunta esta maestra que advierte del riesgo que tiene el obligar a los niños a hacer cosas que no les apetecen y a las que muchas veces los pequeños acuden sin que nadie les haya preguntado si quieren ir. Habla, por ejemplo, de las clases particulares, poniendo como ejemplo las de inglés, idioma cuyo aprendizaje entiende Miriam es «muy importante» pero que esos niños que asisten obligados a veces «terminen odiando» ese idioma y, lo que es peor, las clases de esta materia que se imparten en el colegio.
Por eso, Miriam Gutiérrez aboga porque las actividades extraescolares no solo no sean muchas sino que todas se desarrollen en un «ambiente lúdico» para que los pequeños no sientan que se trata de una obligación. «A estas edades tienen que ir felices. Si un niño no va feliz al colegio los padres siempre se tienen que preguntar por qué es», reflexiona esta maestra abulense que aboga por preguntar a los niños, por mostrar interés real por lo que les preocupa y por su día a día.
«He tenido alumnos cuyos padres me han dicho 'ya verás para que éste te cuente algo' y no, es cuestión de tiempo, de trabajo, de llegar por las mañanas y darles los buenos días o preguntarles qué hicieron por la tarde», apunta Miriam algunos tips sencillos que considera que cualquier docente debería aplicar con sus alumnos pero que sin embargo en muchas ocasiones no se llevan a cabo por la sobrecarga laboral que también, reconoce, tienen los profesores.
resolución de conflictos. «Un lunes, el curso pasado, uno de mis alumnos vino triste a clase por algo que le había pasado el fin de semana con un amigo suyo que, además, era compañero de clase. Estuve con él media hora de reloj preguntándole qué había pasado y cuando se desahogó conmigo, resulta que fue capaz de arreglar el problema con su amigo», pone como ejemplo esta maestra lo útil que es para los niños la escucha por parte de padres y profesores. «Yo podría haber dicho que eso era un problema externo que no tenía nada que ver con el colegio pero si no lo hubiéramos solucionado ese niño hubiera estado toda la mañana ofuscado en clase», reflexiona esta maestra que defiende que el currículo educativo debería incluir también «al menos una hora semanal destinada a la resolución de conflictos».
«Los niños se merecen las mismas explicaciones que un adulto, el porque sí y punto no vale», es otra de las reflexiones que esta maestra recoge en su libro donde recuerda a padres y docentes que el hecho de ser adultos no les confiere un rol de superioridad respecto de los niños.