No me digan por qué, pero hay algo que no funciona en el final de la serie con la que Tudanca empezó a amenizarnos en octubre y que acaba de terminar. En los primeros capítulos se sabía más o menos el final (ya nos pasó con 'Cien años de Soledad', «muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo», la primera línea de la novela, ahora convertida en una serie indispensable). Pero la trama no funciona, sus explicaciones no acaban de encajar, es todo muy impostado. Es éso, que ves los capítulos y como que no te lo crees.
En tres meses ha pasado Sancho el cruel a Sancho el magnánimo y no sé… como que pegaría más Sancho el caído. El personaje se empeña en defenderse a sí mismo como si de un generoso artífice de consensos se tratara, pero a mi me parece que funciona mejor en el papel marxista (de Groucho) cuando sostuvo aquello de que «estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros». Si uno relee lo que dijo en octubre cuando se alzó contra Ferraz y escucha lo dicho en la rueda de prensa de abdicación se diría que el guionista perdió el tino.
En fin, tengo para mi que la de Tudanca ha sido una salida en diferido y que su 'dramatis personae' encajaría más en 'Los Otros', la peli de Amenábar en la que todos sujetos, sin saberlo, estaban muertos de antemano. Hace años que a muchos en el PSOE se les acabó el amor por su secretario regional, pero con tantas elecciones a cada paso no les dio tiempo a cambiarlo. El ninot fue mantenido mientras tanto por una comisión fallera constituida por el llamado 'aparato', ése demiurgo maléfico con el que los partidos homenajean a sus antecesores soviéticos. Estaba claro que la falla acabaría ardiendo y la única duda residía en si la 'cremá' tendría o no 'mascletá'. Al final ha sido un fuego fatuo el que ha reducido a polvo a Tudanca. (quevedescamente, claro: polvo será, pero polvo asalariado, que no faltará el estipendio).