Como cada domingo de Pentecostés, cientos de fieles acudieron a la ermita del Cristo de la Luz para celebrar una romería que tiene la catalogación de Fiesta de Interés Turístico Regional. No en vano, unos quinientos caballos y una treintena de carruajes participaron en una fiesta que, como dicta el mandato de la tradición, lleva a los romeros a completar el camino entre Lanzahíta y la ermita, situada en Hontanares. Ese camino, que lleva realizándose desde siglos atrás -algunas crónica sitúan el origen de la romería en la Edad Media-, tiene su momento álgido cuando los equinos cruzan las aguas del río Tiétar para rendir tributo de fe al Cristo de la Luz. Por esa nutrida presencia de caballos, amazonas, jinetes y carruajes, así como por el atuendo colorido y flamenco de los romeros, la romería del Cristo de la Luz es conocida popularmente como el Rocío castellano, también por su coincidencia en fechas con la romería del Rocío, que se celebra igualmente cada domingo de Pentecostés.
Mientras en otras comarcas de la provincia donde ese domingo señalado en el calendario religioso se celebran también romerías a distintas advocaciones marianas la lluvia y las tormentas no permitieron ayer que las celebraciones al aire libre se desarrollaran con normalidad, al sur de la provincia el día resultó soleado y de cielos azules, lo que permitió que el Cristo de la Luz fuera honrado según lo previsto. Así, a primera hora de la mañana tuvo lugar la bendición de los romeros en la puerta de la iglesia de Lanzahíta, desde donde salieron los caballos y carruajes en dirección a Hontanares. Tampoco faltó el reparto de limonada y empanada en el parque de El Olivar, ofrecido por el Ayuntamiento lanzahiteño. Poco antes de las doce del mediodía el grueso de jinetes y caballos hicieron entrada en Hontanares, de modo que a la hora del ángelus tuvo lugar la tradicional ofrenda del cirio, la misa en honor al Cristo de la luz y la posterior procesión. Tras una jornada romera que transcurrió primaveral y agradable, en medio del buen ambiente habitual, a media tarde se emprendió el regreso, de modo que alrededor de las siete de la tarde los caballos y los carruajes acabaron de llevar a cabo su entrada al casco urbano de Lanzahíta, cumpliendo así un año más con una tradición de siglos.