Conste que donde mejor se lo puede pasar uno es en las fiestas de su pueblo. Bendito lugar, en el que uno puede conocer lo mejor y lo peor de cada casa. En estos días inciertos, que cantaran los Celtas Cortos, hay que ir con el sentido menos común de los sentidos bien despierto, porque, si no, uno puede llevarse desagradables sorpresas. Y quebraderos de cabeza. Nada nuevo bajo el sol.
Hace unos días se publicaba la licitación de los conciertos previstos para los conciertos de las Fiestas de Verano en la ciudad de Ávila, que tendrán lugar a mediados del próximo mes, y el importe reservado para dichos eventos es de unos 41.000 euros más IVA. Habrá que ver si, con todos los respetos, seguimos apostando en esta legislatura por el folclore, la dulzaina y el tamboril, que tienen espacio habitual en determinados festejos tradicionales, o por esas macrocaravanas discotequeras que pueblan los municipios de menos de mil habitantes durante los meses de verano, y que es cierto que tienen a profesionales que deben ganarse la vida, y una legión de seguidores… O, de una vez por todas, y de forma categórica, se apuesta por dar a nuestra ciudad una imagen menos de andar por casa. Estancarse o revivir, esa es la cuestión, ya que, por si alguien no se ha percatado aún, la gente se marcha, y, curiosamente, muchos a cinturones industriales donde, de largo, se vive bastante peor que en la capital amurallada. No les cuento nada raro si planteo que podríamos convertirnos, perfectamente, en una ciudad dormitorio de esa urbe que se sitúa a apenas cien kilómetros, y resultar ser una de las capitales más pobladas de Europa, que continúa creciendo, y emerge como punto de encuentro para millones de personas procedentes de la América Hispana, que tienen a nuestro país, la madre Patria para lo bueno y lo malo, como un referente. Otro cantar es la sempiterna e ignoradísima queja de buena parte de los abulenses en torno a las comunicaciones existentes, que siguen languideciendo. Allende los mares, por los siglos de los siglos. Amén. Desistimos y nos vamos. Así van las cosas.
Sonroja que, en los tiempos que corren, en los que, si uno pone cierto empeño y le dedica esas horas que a todos nos faltan –esto no lo dudo–, no se logren patrocinios interesantes, algún acuerdo de colaboración para una ciudad que podría disponer de algún tipo de planificación clara en este sentido. Hace años vino Chayanne, hasta Julio Iglesias hizo una de sus faenas –musicales– en la Plaza de Toros. Creo humildemente que se podría aspirar a más. Lo hemos visto esta semana, y cada año, con esos premios de referencia que surgen de la iniciativa privada. Haciendo pequeños esfuerzos se llega más lejos de lo que uno puede pensar, pero es más sencillo que el tren siempre vaya por la vía marcada, porque así llega a un destino previsto, que no tiene por qué resultar el mejor, al menos para los intereses de una capital con las oportunidades que ofrece ésta. Las traviesas cada vez aparecen más desgastadas, y el tiempo de viaje se alarga. Desde hace ya varios años, contamos con unas fiestas que mejoran con creces municipios mucho más pequeños de nuestro entorno, con presupuestos humildes, pero que suplen con ganas y brega la escasa disponibilidad de recursos. Hablo de algunos que usted imagina del Tiétar o los que tenemos apenas rebasamos el límite provincial con Valladolid, como Olmedo, Medina del Campo, o con Madrid –aunque, en este caso, es cierto que la comparación no es justa–… Bien, el año que nos ha tocado vivir, plagado de papeletas que introducir en las urnas, condiciona muchas cosas, la vida de casi todos, aunque no queramos creerlo, pero si echamos la vista atrás, esta ruralización de las fiestas de una capital como Ávila, parece que se marca como tendencia y, francamente, se puede aspirar a muchísimo más.
El ejemplo de que quien quiere puede, lo tenemos en Valladolid, donde artistas o grupos como Franz Ferdinand, Gloria Gaynor o Jason Derulo se han paseado por su Plaza Mayor. Las comparaciones son odiosas, lo tengo claro, pero hay que medir siempre el impacto que pueden ofrecer determinadas acciones, no sólo quedarse en la pela, que aunque guste mucho como detalle al personal pendiente de lo que cobra el de enfrente (los primeros, nuestros políticos), no deja de ser la moneda de cambio para llegar a cotas más altas. Debemos lograr que se nos vea, ya que hay otras guerras que claramente hemos perdido. Va siendo hora. Ya me entienden.