Prevenir lo ocurrido en la Comunidad Valenciana era «muy difícil», como reconoce José Luis Molina, catedrático de Ingeniería Hidráulica y uno de los mayores expertos de nuestro país en este tema, que apunta que los 500 litros por metro cuadrado caídos en algunas zonas en apenas diez horas son prácticamente como si encima de esas localidades hubiera caído «un mar». Es más, Molina apunta que esa magnitud de precipitación tiene «un periodo de retorno cercano a los 1.000 años», lo que significa que un evento meteorológico de esa intensidad se produce una vez cada milenio más o menos. Una probabilidad, eso sí, como reconoce este profesor de la Escuela Politécnica de la USAL en Ávila, que habría que revisar teniendo en cuenta que estos fenómenos, aunque no de tanta intensidad, cada vez son más frecuentes, lo que lleva a pensar que los periodos de retorno se están acortando. «Estamos en régimen transitorio, probablemente por el cambio climático», apunta este experto al hablar de unos eventos meteorológicos que «cada vez pasan con más frecuencia».
En cualquier caso, insiste Molina, prevenir una catástrofe como la sucedida en el levante español «es muy complicado» teniendo en cuenta, por ejemplo, que en municipios como Letur o Utiel, situados en zonas de sierra, la profundidad del agua ha superado los cuatro metros, pasando incluso las cubiertas de las casas. Eso sí, este experto aboga por invertir «mucho dinero en estudios científico-técnicos y en proyectos de ejecución de actuaciones que vayan muy en la línea y acordes con esos estudios» y que permitan poder dar respuesta de la forma «más eficaz y contundente» a eventos de estas características. «Hablamos de miles y miles de millones de euros», asegura Molina.
Para tratar de entender qué es lo que ha pasado Molina explica que donde la precipitación ha sido mayor ha sido en zonas lo suficientemente alejadas del litoral como para que haya suficiente territorio para arrasar mucha extensión. «El agua ha caído en el peor sitio porque todo ese caudal va drenando hacia la costa y va arrastrando todos los afluentes y masa forestal, sedimentos y lodos, y eso hace que el arrastre sea tremendo hacia el litoral», señala este experto que apunta que si esa cantidad de precipitación cae en la costa «el daño es menor, porque es lluvia directa y el arrastre es menor y las escorrentías más cortas». «Donde ha caído, en Utiel, en Requena, en Letur, en zonas en cordilleras prelitorales que drenan hacia la costa es donde más daño hace», señala el catedrático que advierte de que en la reconstrucción de infraestructuras «se tendrían que tener en cuenta nuevos estudios y evidencias».
También habla Molina de otro factor que a nivel preventivo es importante tener en cuenta como es la «infraestructura de conocimiento». «En zonas tan peligrosas como ésta sería muy aconsejable que hubiera una red sensórica de monitorización en tiempo real en cada uno de los barrancos más importantes, lo que a día de hoy es ciencia ficción», apunta este experto al hablar de sensores de nivel, de humedad o de presión que darían información muy útil para avisar con margen a la población teniendo en cuenta, apunta este experto, que estos eventos se forman debido a que «las bolsas de aire frío chocan con el agua caliente del mar en evaporación, que después de todo el verano puede estar incluso a 26 grados, y que ese choque térmico es como una bomba».
En Ávila, explica Molina, esto no pasaría, al menos debido a una gota fría, pero sí hay zonas como el Valle del Tiétar, y también en el Alberche, donde sí suceder algo similar, en este caso debido a un frente Atlántico y teniendo en cuenta que «la ladera sur de Gredos tiene mucha pendiente y el arrastre sería peligrosísimo».