Opino que los abulenses interesados en conocer cuanto de importante ocurre hoy para ellos, deben disponer de una amplia mirada y, desde Ávila, deben dirigir sus ojos al mundo entero. Pasando, naturalmente, por ámbitos como España y esa Europa que el próximo día 9 reclama nuestro voto para renovar sus estructuras internas. Las épocas del aldeanismo estrecho han quedado atrás, la ciudadanía se ha tornado en concepto de resonancias universales y, porque nuestra aldea de ahora mismo es el planeta tierra, nada de lo que ocurre en la tierra nos es ajeno.
Experiencias que mis lectores conocen igual que yo nos han convencido a todos de que el virus que en este instante estuviera contagiando a un anónimo tendero chino, mañana podría afectar a toda la humanidad. Sabemos que cualquier conflicto entre dos países se convierte en estos tiempos en un potencial desencadenante de conflagraciones internacionales o, al menos, es un factor que incide con mayor o menor intensidad en la economía mundial, en el transporte e intercambio de productos de generalizado consumo y en riesgo de
parálisis global para los movimientos turísticos, la industria, el intercambio comercial, etc. Y es que, provincias como Ávila, naciones como España, continentes como Europa, ¡el mundo, en definitiva!, se han conexionado íntimamente entre sí formando un todo de riesgos y oportunidades para el conjunto de mujeres y de hombres. Quienes, en 2024, no hayan interiorizado esta nueva situación, vivirán al margen de la realidad y de espaldas a la responsabilidad que supone estar inmersos en lo que los sociólogos denominan ya transhumanismo o posthumanismo, vocablos un tanto sonoros con los que intentan advertirnos de que el pasado se ha ido vertiginosa y radicalmente y el futuro llega a velocidad de vértigo con circunstancias inéditas de acción, de ideas, de valores y actitudes, de interrelaciones inimaginables hasta hace muy poco. El ciego destino que rige la Historia parece haber apostado por un nuevo orden o un nuevo desorden mundial (aquí cada cual pondrá el sustantivo que más le agrade), pero es evidente que el mañana, en temas esenciales, nos va a encadenar por igual a tirios y troyanos. O la humanidad se salva junta o junta se hundirá y convendría que nos sintiésemos fraternalmente unidos cuanto antes, olvidando viejas diferencias de etnia o de color, viejas castas y manías partidistas, viejas fronteras que han comenzado a derruirse o se han trocado en permeables a cuanto de bueno y de malo hoy brota en no importa qué lugar de nuestro planeta azul.
Es cierto que las patrias de campanario en las que el destino quiso que viéramos la luz primera serán siempre raíces nutricias de nuestra vida. Fue en esas patrias en las que ayer crecimos, nos formamos, jugamos con los vecinos que teníamos frente a casa o reñimos con ellos. Hoy esas patrias se han ensanchado mucho gracias a la ciencia y a la tecnología y aprendemos, dialogamos, guerreamos o celebramos olimpíadas con gentes que pueden estar en las antípodas del lugar que nos vio nacer. De todo esto se deriva la urgencia de sabernos en una misma aventura existencial y la necesidad de ayudarnos mutuamente para ir al unísono hacia un porvenir de cordura, ética y civilidad.