«El agua me llevaba»

E.Carretero / M. Martín Gil
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Abulenses que viven en Valencia, y en lugares como Paiporta o Torrent, cuentan cómo han vivido esta catástrofe sin precedentes que en algún caso les hizo temer por su vida. Todos conocen a afectados directos de esta tragedia

«El agua me llevaba»

Con el corazón encogido ante la magnitud de la tragedia que se está sufriendo en Valencia y Albacete, y teniendo siempre en mente a las personas fallecidas y a sus familiares, Diario de Ávila ha querido conocer de primera mano los testimonios de aquellos que de una u otra manera la sienten más intensamente: los abulenses que viven allí y que sufren en primera persona las consecuencias de la tromba de agua, pero también de los valencianos que, impotentes, contemplan desde Ávila y con lágrimas en los ojos las noticias que les llegan desde casa.

«Ha sido el peor día de mi vida»

Entre los primeros se encuentra Juanjo, que si bien no es abulense de nacimiento, sí que lo es de adopción y de corazón.Aquí vivió por motivos laborales un tiempo. Y ahora lo hace en Paiporta, una de las «zonas cero» de la tragedia, como él mismo define a su pueblo, al que, de momento, no puede volver. 

Y lo está deseando.Su mujer y su hijo, nos cuenta, se encuentran, como tantos otros vecinos, encerrados en casa, sin poder salir, sin luz y sin agua. Pero, al menos, dice, vivos. En Paiporta la tromba de agua se llevó por delante un barranco, un puente, cientos de coches...Entre ellos, el de Juanjo. Es lo de menos. Lo sabe bien. Sobre todo después de haber pasado el martes «el peor día» de su vida.

«El agua me llevaba»«El agua me llevaba»Por motivos laborales, Juanjo llegó a participar incluso en varios rescates. «Pero había momentos en que tuve que parar, porque el agua me llevaba», recuerda aún sobrecogido por lo vivido un hombre joven, fuerte, que mide casi dos metros. «Ha sido el peor día de mi vida», nos cuenta con inmensa tristeza.

«Valencia es un auténtico caos», prosigue hablando Juanjo, que se refiere, por ejemplo, al colapso casi total de la carreteras, y que le impide regresar a Paiporta. Su casa, además, está justo al lado del barranco y del puente que ha colapsado, por lo que asume que regresar será muy complicado.

Ahora, toda su preocupación es que su mujer y su hijo estén bien. No habla con ellos porque deben ahorrar la poca batería que les queda en el móvil. Pero sabe que no tienen agua, y que están bebiendo lo líquidos, como leche o refrescos, que tenían en casa. «Los comercios en Paiporta están desatados, y el pueblo, totalmente anegado.Va a costar mucho volver a la normalidad», plantea Juanjo un panorama en el que, por desgracia, van a faltar los vecinos fallecidos a causa de la riada. «Dicen que van 51 muertos, pero van a ser muchos más», nos decía Juanjo a media mañana del miércoles, cuando este diario se ponía en contacto con él, y antes de que la cifra, por desgracia, continuara creciendo.

«Les dije a las niñas que vinieran»

«El agua me llevaba»«El agua me llevaba»La abulense María Carrión y su familia viven en Torrent, una de las localidades más afectadas por la DANA. Por suerte, ellos viven en la parte alta de esta ciudad y no han sentido de forma directa las consecuencias de la terrible gota fría pero tienen muchos amigos y conocidos afectados por esta catástrofe que les ha tocado muy de cerca. No en vano, dos primos del novio de su hija mediana, de 3 y 5 años, desaparecieron la noche del martes tras arrastrar el agua su casa, situada en el barranco de Torrent. «El padre pudo salvarse pero a los niños aún no les han encontrado», cuenta María, totalmente conmocionada por lo ocurrido. 

Habla también de sus amigos Jorge y Susi, que viven en Paiporta, otra de las zonas  donde el agua más estragos ha hecho, y de cómo estuvieron varias horas sin saber nada de él, a quien la tromba le pilló en su trabajo. Lo último que sabe de él esta abulense es que como otros muchos valencianos camina por la autovía tratando de llegar a casa, lo que parece misión imposible debido a la cantidad de agua que anega cualquier camino. 

«Todo el rato se oyen sirenas y ambulancias y no dejan de sobrevolar helicópteros», cuenta esta abulense que ya el martes por la mañana viendo las previsiones y la fuerza del viento pidió a su hijas que salieran del instituto y volvieran a casa. «Al rato de llegar, suspendieron las clases», cuenta esta abulense que desde el martes por la mañana no ha salido de casa atendiendo a los mensajes que cada hora recibe en el móvil y en los que Protección Civil alerta a la población de que debido a las fuertes lluvias debe permanecer en sus casas y en el caso de aquellas viviendas próximas a ríos, cauces, barrancos o ramblas que se alejen y sitúen en zonas elevadas. «El pitido es ensordecedor», afirma esta abulense que en otro ejemplo de lo dantesco que es todo habla de lo que ocurre en los supermercados, «totalmente arrasados», dice.

«Tuvimos suerte»

Rubén Berrón también vive en Torrent aunque tanto él como su mujer trabajan en Valencia. Este martes se encontraban ambos en la capital del Turia cuando recibieron un aviso del colegio de su hija para que fueran a recogerla porque se suspendían las clases por el aviso rojo por fuertes lluvias. Eso hizo, cuenta, que su mujer, que tiene un negocio en Valencia y que regresa cada día a Torrent sobre las siete de la tarde, ese día dejara de trabajar a mediodía. «Tuvimos suerte», reconoce este abulense consciente de que de no haber tenido que ir al colegio a su mujer la riada le hubiera pillado en el coche de camino a casa. «Cuando vino la tromba ya estábamos en casa», cuenta con alivio Rubén que añade que antes de que esto pasara nadie podía imaginar lo que ocurriría porque «no llovía». Y aunque Rubén y su familia no han tenido que lamentar daños materiales ni personales, ya que viven en la parte alta de Torrent, sí conocen a personas allegadas que se han visto muy afectadas. Habla de una pareja de amigos, con un bebé, que viven en un bajo y que salvaron la vida gracias a que se subieron al tercer piso de su edificio aunque su casa ha quedado «completamente destrozada». También del padre de una amiga de su hija que tras un viaje de ocho horas entre Madrid y Valencia aún sigue en la Ciudad de las Artes y las Ciencias porque a Torrent «es imposible llegar». De hecho, aunque este miércoles lo intentó, Rubén no pudo acudir a su trabajo en Valencia porque está «todo cortado». 

«El desastre es absoluto»

Toño Huerta es también abulense. Él vive en Valencia desde hace años. Pero la tragedia le sorprendió en Murcia. Este miércoles por la mañana no sabía qué se iba a encontrar cuando por la tarde tratara de regresar a casa.

Sus seres queridos, afortunadamente, se encuentran bien. Pero sabe que a muy pocos kilómetros de su domicilio la situación es muy diferente. «Yo vivo en la playa, más al norte, pero siguiendo esa misma playa hacia el sur, a apenas cuatro kilómetros, el desastre es absoluto», plantea Toño, que ha visto la angustia de sus compañeros de trabajo al no poder contactar con sus padres, al estar cortadas las comunicaciones.

En cambio, sí que han podido tranquilizar a sus padres dos universitarias de Ávila que viven en Valencia y que han compartido con este periódico sus sensaciones.

«Ha sido una locura»

Paula estudia segundo de Psicología en la Universidad de Valencia. Para ella, la jornada del martes fue algo parecido a un 'viaje en el tiempo', con parada en los peores días de la pandemia. Y es que, nos cuenta, en la residencia de estudiantes en la que vive les recomendaron acudir a comprar agua, ante el inminente corte en el suministro. «Ha sido una locura», se refiere al momento vivido en el supermercado, con los estantes vacíos y la gente lanzándose a coger las pocas botellas de agua que quedaban. 

Ella, nos cuenta, ha tenido suerte, porque una amiga suya pudo comprarle una botella de cinco litros. Pero aclara también que, más allá de este problema, nunca se ha visto en peligro, y que por su parte podría desplazarse a clase sin problema alguno.

Pero las clases se han suspendido en todo Valencia. Y ella, como Claudia, alumna abulense de cuarto de Ingeniería Física en la Politécnica, no podrán asistir hasta el lunes. «Todos los años llueve muchísimo, pero nada que ver con esto», comienza su relato Claudia, que explica cómo a las dos de la tarde del martes les mandaron a casa, y que fue a las ocho de la tarde cuando en su móvil sonó el primer aviso. «Y esta mañana (por el miércoles) ha sonado a las siete de nuevo con una nueva alerta», explica y se despide de nosotros porque debe ir a comprar agua.