Ejecuciones, saqueos y bombardeos indiscriminados. Es la realidad silenciosa que sufren desde hace meses los habitantes de la ciudad de Al Fasher, el último bastión de las Fuerzas Armadas de Sudán en Darfur, epicentro ahora de un cruento conflicto civil que sacude la región desde hace más de un año por la guerra entre el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
El enfrentamiento estalló el 15 de abril de 2023 con la rebelión del grupo paramilitar -ahora declarado organización terrorista- a causa de sus fuertes discrepancias por un proceso político para encauzar al país africano en la senda democrática tras el golpe de Estado de 2021. Desde entonces, la violencia ha devastado prácticamente toda la nación, provocando la muerte de unas 16.000 personas, según las estimaciones más conservadoras, aunque se teme que la cifra podría ser mucho mayor -EEUU habla de un balance de al menos 150.000 fallecidos-. Además, 8,6 millones de civiles se han visto obligados a desplazarse, mientras otros 18 millones se encuentran a las puertas de la hambruna, según la ONU.
Al Fasher fue uno de los primeros refugios para cientos de miles de personas que tuvieron que abandonar su hogar, y permaneció relativamente al margen del conflicto hasta la gran ofensiva de las FAR sobre Darfur del Norte a finales del año pasado. Sin embargo, las milicias no pudieron hacerse con el control total del Estado debido a la resistencia de las fuerzas afines al Ejército. Incapaces de avanzar, terminaron declarando un asedio sobre la ciudad, que ha dejado a la población entre la espada y la pared.
Pese a la amenaza de que los combates arrasen todo, Yahya Zakaria tiene claro que no piensa huir del campo de desplazados en el que vive desde la guerra que ya devastó esta castigada región occidental a principios de los 2000.
Desde el campamento de Abu Shuk, él es una de las decenas de miles de personas que quieren evitar a toda costa un nuevo éxodo hacia la incertidumbre, a pesar de que los paramilitares han sido acusados de librar una campaña de exterminio contra las tribus no árabes, mientras el Ejército ha sido responsabilizado de ataques indiscriminados contra la población.
Entre ellos también se encuentra Fayza Mohamed, una sudanesa que se ha visto obligada a desplazarse hasta cuatro veces por la actual guerra y que vive con el miedo a tener que hacerlo una quinta.
Sin embargo, otros cientos de miles se han visto obligados a huir en las últimas semanas a zonas desconocidas ante los cada vez más intensos enfrentamientos y una situación ya insostenible.
«Las familias de la ciudad y de los pueblos vecinos viven en condiciones duras e inhumanas, ya que enfrentan dificultades para acceder a suministros básicos debido a los altos precios de los bienes de consumo, además de la importante falta de atención médica», lamenta el comisionado de Ayuda Humanitaria para Darfur del Norte, Abás Yusef, en un momento de sufrimiento silencioso de los civiles ante una guerra olvidada.