En un país donde hay un negocio hostelero por cada 175 habitantes lo más dramático que le puede pasar a un pueblo, que previamente ya ha echado el cierre a otros servicios como la escuela, el cartero, el consultorio médico abierto a diario, la farmacia o la tienda de ultramarinos, es quedarse sin bar. Y es que en la España Vaciada los bares son los últimos supervivientes y tener una cantina se ha convertido prácticamente en el último hálito de vida para los vecinos. Porque más allá de poder tomar un café, un vino o una cerveza los bares de estos pequeños municipios se han convertido en el único lugar de encuentro para los vecinos, cada vez menos, y prácticamente en la única opción de ocio para la mayoría. Es el único sitio donde se puede coincidir, y el único también donde un forastero puede llegar y hacer parada.
En Horcajo de la Ribera, anejo de Santiago de Tormes, apenas viven una decena de vecinos pero hasta ahora habían logrado mantener abierto el bar. De hecho el bar de este municipio es el bar del pueblo y no lo decimos de forma figurada sino literal ya que fueron los vecinos y gentes vinculadas a esta localidad quienes construyeron y pusieron en funcionamiento este local después de que el otro bar que había en el pueblo, de iniciativa particular, cerrara. Esto se consiguió gracias a una campaña de crowdfunding que la asociación cultural Santiago Apóstol de este pueblo puso en marcha entre los años 2010 y 2013. El dinero obtenido durante este tiempo permitió que se construyera un nuevo inmueble destinado a bar y que el mismo se equipara con el mobiliario hostelero necesario.
«El bar es de todo el pueblo», explica Ricardo González, presidente de la Asociación Cultural de Horcajo de la Ribera, integrada por 522 socios, la mayoría vinculados a este pueblo de algún modo aunque prácticamente todos viven fuera. Para todos el bar se ha convertido en el punto de encuentro cuando regresan al pueblo los fines de semana, los puentes festivos o en verano. Y es que desde que se puso en marcha el bar del pueblo siempre ha estado atendido porque siempre ha habido alguien interesado en el contrato de explotación que ofrecía la peña. Hasta ahora, ya que la familia que durante los últimos seis años se ha encargado de llevar este bar ha decidido no renovar. El puente de Todos los Santos será la última vez que el bar de Horcajo de la Ribera abra ya que a partir del 4 de noviembre Ana, Arantxa y su familia, quienes han atendido la barra hasta ahora, y a las que la asociación les está «muy agradecida»,dejarán de hacerlo.
El bar propiedad de todo un pueblo que no quiere cerrar«No es un proyecto para ganar dinero», reconoce el presidente de esta peña que no obvia que a diario en este pueblo hay muy poca gente. Eso sí, en época estival la cosa cambia, reconoce Ricardo que apunta que el bar «funciona muy bien».
«Va a ser el primer año que nos quedamos sin bar», lamenta este joven hijo de naturales de este pueblo que se fueron a Madrid y que siempre que puede regresa a Horcajo de la Ribera. Cuando va, el punto de encuentro para todos es el bar del pueblo que no solo es un negocio sino el único lugar de reunión tanto para vecinos como para forasteros. Por eso, para esta peña que el bar cierre es «un drama» que pretenden evitar porque una vez que cierre el bar todos son conscientes de que el pueblo muere un poco más.
Para evitar que esto suceda la asociación ha publicado anuncios por las redes sociales en los que ofrece este bar a quien quiera explotarlo, aunque saben que es «complicado» y que lo más sencillo es que quien se quedé con este negocio sea vecino del pueblo o de los municipios cercanos, incluso de El Barco de Ávila, apunta Ricardo.
El bar propiedad de todo un pueblo que no quiere cerrarEl local cuenta con 108 metros, 10 metros de barra, una cocina completamente equipada, además de cámaras frigoríficas, aseos, almacén y un amplio salón en la planta superior del mismo. También con clientela fija, poca pero fija, que en época estival aumenta de forma importante.
La asociación saca en alquiler el bar, que dan la posibilidad de prorrogar durante cinco años, por 2.500 euros anuales. «No es un proyecto para sacar dinero ya que la peña no tiene fines lucrativos», explica el presidente de esta asociación cuyos socios esperan poder seguirse reuniendo en el que es el bar de todo el pueblo.