Una garantía de éxito... y estilo

María Albilla (SPC)
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El 'little black dress' (LBD) -o vestido corto negro- es un 'must' en cualquier ropero. Desde su irrupción en el mundo de la moda, todas las grandes marcas se han dejado seducir por él

Una garantía de éxito... y estilo

¿Qué te puedes poner cuando no tienes nada que ponerte? La respuesta está clara desde  aproximadamente 1920: independientemente de la ocasión, un LBD (Little Black Dress) o, lo que es lo mismo, un vestido corto negro, siempre es un acierto. Palabra de Coco Chanel, pues fue ella quien impulsó este must de todos los roperos.

Esta prenda ha marcado la historia de moda y prácticamente nadie es ajeno, por ejemplo, al Givenchy que lució una espléndida  Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, o el atrevido vestido de la venganza que Lady Di llevó en 1994 a una fiesta de Vanity Fair justo cuando su marido, el entonces príncipe Carlos, reconocía en la televisión que le había sido infiel durante años con Camila Parker Bowles. Por algunos de estos emblemáticos vestidos hace un recorrido Megan Hess, ilustradora de moda con un característico estilo que escribe una verdadera carta de amor a la prenda más elegante y versátil en Little Black Dress. El vestido negro que cambió la moda, editado por Lunwerg.

Para Hess, esta prenda «sencilla y con un buen escote» es la más versátil de todas. «Puedes llevarlo desde que te levantas hasta que te acuestas, en situaciones formales e informales y en distintas temporadas», explica en el prólogo de este libro, que tiene un gemelo en cuanto a formato y estilo, Zapatos. La auténtica elegancia. 

Cuando Chanel imaginó el primer LBD en 1926 lo que quería era crear un look que fuera accesible para todo el mundo. Los desenfadados años 20 se prestaron a terminar con la formalidad imperante en el atuendo y a cortar el largo de las faldas por las rodillas.

Y negro... ¿por qué? Solo ella lo supo, pero acertó. Hay quien dice que fue porque estaba de luto por la muerte de su gran amor, Boy Capel. Otros creen que era una manera de revolverse contra el uniforme que llevó de niña en el orfanato en el que vivió y para otros fue una manera de revolución femenina, ya que se habría inspirado en los trajes que llevaban las dependientas y las sirvientas. Hoy el negro no entiende de clases sociales, ni de lutos, ni de géneros, ni de rebeldías y son millones las mujeres que solo renunciarán al negro como color favorito para vestir cuando se invente otro más oscuro.  

Vogue vaticinó que el vestido Ford de Chanel -de cóctel, hasta las rodillas, manga larga y confeccionado en crepé- se convertiría en «una especie de uniforme para todas las mujeres de buen gusto».

Dior también sabía que en materia de estilo el negro no tenía rival. «Podría escribir todo un libro sobre el color negro», reflexionó. Él también defendió la idea del vestido negro como prenda esencial del fondo de armario y afirmaba que toda mujer debía tener uno, pero él optó por el lujo y el toque ultrafemenino de las siluetas características del New Look.

Un vestido negro firmado por el modisto se convirtió también en icónico en 1962 en la que se llamó La última sesión. En ella posó Marilyn Monroe seis semanas antes de su muerte para Vogue. Fueron tres días regados por champán en los que se obtuvieron algunas de las imágenes más icónicas de la actriz. Se valoró no publicarlo, pero finalmente salió a la luz como el último homenaje de la publicación a Norma Jean.

A lo largo de los años, diseñadores, influencers -que ni supieron que lo eran- y la propia calle han dejado patente que en ningún armario que se precie puede faltar un LBD. Si usted busca su estilo, las pinceladas de Hess le pueden ayudar.