Ávila ha sido y sigue siendo un destino de interior de primer orden. Estar entre las diez primeras provincias del país así lo confirma. Y se suceden los meses y los años y Ávila se mantiene en las posiciones séptima, octava, no más atrás que la novena… del prestigioso ranking que cada mes elabora el Instituto Nacional de Estadística con los datos de visitantes y pernoctaciones.
Sin embargo, nuestra memoria evoca cuando en 2010 la provincia llegó a alcanzar la primera posición nacional, quizás en un tiempo en el que nos llegamos a emocionar pensando que este sector iba a ser sustento fundamental de la economía provincial y, aun suponiendo una parte importante del PIB de Ávila, la tendencia lo que demuestra es que está algo desinflado.
Coinciden los profesionales que se dedican a este sector en la provincia abulense en que el destino funciona a rachas, y esa es una de las debilidades que hay que afrontar, más allá de que tanto medioambientalmente como paisajísticamente como gastronómicamente, Ávila engancha.
Además, aun es complejo hacer análisis de por qué el turismo de interior está en la situación que está, porque la pandemia produjo una convulsión, y no sabemos si se ha recuperado el ritmo definitivo, o el viajero aprovecha esta época postpandemia para buscar destinos de playa, más que de interior.
Por si fuera poco, no cabe duda de que la climatología tiene una influencia directa en las estadísticas del turismo de interior. Unas malas predicciones meteorológicas ocasionaron hace no muchas semanas un aluvión de cancelaciones en un puente que se auguraba importante. Y este año, la micología, tampoco ha despertado tanto interés como otros años con mejores recolecciones.
Sin ánimo de parecer catastrofista, la Diputación Provincial, que está a unos días de comenzar la refundación del Consorcio Provincial de Turismo, tiene la oportunidad de coger este toro por los cuernos, pero con la frialdad que dan estos datos, sin complacencias, que es el mayor reto en estos momentos, porque se puede utilizar el conformismo que dan otros datos, como el incremento de una industria agroalimentaria, vinculada al turismo rural, una lista de negocios creciente que lucen con orgullo una marca de calidad o el auge del turismo estelar. Lo que existe es una tendencia, y prueba de ello es que en el último año se han cerrado dieciséis establecimientos, y el número de empleos directos de este tipo de negocios ha descendido de 950 a 916.
Revertir esta tendencia es la situación que ha de afrontar el nuevo Consorcio Provincial de Turismo, porque si la provincia de Ávila vuelve a ganar atractivo, la economía provincial mejorará, y no se debería ver un descenso de establecimientos turístico en la provincia, ni mucho menos un descenso de empleos. Tener trabajo en el entorno provincial es la única manera de luchar contra ese problema de este tiempo que es la despoblación, y el turismo de interior tiene mucho que decir.