Ya lo anticipó el que fuera uno de los fundadores y líder de Podemos Pablo Iglesias cuando firmó el pacto de Gobierno con Pedro Sánchez, antes de jurar su cargo como vicepresidente. «Vamos a estar en minoría dentro de un Ejecutivo compartido con el PSOE, en el que tendremos que ceder». Cuando abandonó el cargo, incidió en esta idea: en nuestra formación existen «muchos límites y contradicciones» debido, como aseguró ya por aquel entonces, a la compleja correlación de fuerzas en el Parlamento.
Corría el año 2021 y, aunque acababa de dejar todos sus cargos orgánicos en el partido morado, así como la política institucional, Iglesias, que en realidad nunca se fue, según evidencian sus frecuentes y a menudo polémicas declaraciones públicas, barruntaba un futuro complejo para su proyecto que el paso del tiempo está confirmando.
De hecho, tratar de negar hoy en día las contradicciones en Podemos es una labor tan compleja como querer tapar el sol con un dedo, a la luz de un largo rosario de virajes y cambios de preceptos. El último, el aupamiento sin votación previa de Irene Montero para liderar la formación, con la vista puesta en unas elecciones generales que podrían no llegar antes de dos años.
Muy atrás parecen haber quedado los aires de consenso de los primeros congresos de Vistalegre, en los que los dirigentes morados señalaban a los grupos políticos rivales por designar a algunos de sus cargos sin haber pasado antes por unas primarias. Podemos no las ha celebrado para colocar a Montero, ahora eurodiputada en Bruselas, como la sucesora de una Ione Belarra que las últimas encuestas dibujan en retroceso galopante.
Tampoco consultó a las bases cuando el propio Iglesias erigió a Yolanda Díaz, a la que ahora denosta, para relevarle en la Vicepresidencia del Gobierno. Poco imaginaba entonces que su relación con la dirigente gallega estaría finalmente rota. De hecho, tras una legislatura de constantes enfrentamientos en el seno del Ejecutivo de coalición, ha acabado por lanzar durísimas acusaciones contra ella.
Dice Iglesias de la otrora líder de Sumar que su formación está abocada a la extinción y que el poder la «ha cegado». También asegura que vive en una «nube de narcisismo» y que sus acciones responden a la «inquina» que siente hacia su pareja, Montero, que precisamente ha recomendado a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo integrarse en el PSOE si aspira a seguir en política.
Este choque viene a confirmar la fractura ya más que evidente entre los dos proyectos desde la cita con las urnas del 23-J de 2024, donde se vieron obligados a concurrir en unidad ante los malos pronósticos que se vaticinaban para ambos.
Bien podría entrar aquí en juego otra de las contradicciones moradas: Podemos quería limitar en sus orígenes los mandatos de los cargos a ocho años, para que los representantes públicos no se perpetuaran en el poder. Esa famosa casta, que convirtieron en su bandera a la hora de atacar otros proyectos del arco parlamentario, está empezando a asentarse en su bancada según afirman cada vez más voces críticas.
Esas previsiones de limitación no han llegado aún o, por lo menos no todavía, a Montero, a la que los morados postulan como su nueva líder. Y, en el caso de Iglesias, aunque oficialmente está fuera del tablero político, son muchos los que defienden que se trata solo de una cortina de humo tras la que ven en realidad su mano mecer al partido.
Mención aparte merece la polémica que desató la compra de un chalé en Galapagar (Madrid) por parte de la pareja, por un importe millonario, que tuvieron que llegar a explicar a las bases aduciendo la solicitud de una potente hipoteca para sufragarlo.
Supuesto acoso
Otra de las controversias que ha salpicado en los últimos tiempos a Podemos y que ha tensado las costuras de sus enarbolados principios feministas han sido los casos de presunto acoso sexual que han afectado a los que fueran fundadores y exdirigentes del proyecto junto a Iglesias: Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero
El primero todavía en los tribunales y el segundo circunscrito al ámbito universitario, pero sin denuncias ante la Justicia, sacaron a la luz pública que figuras destacadas como Díaz habían sido conocedoras de la situación, así como otros integrantes tanto de su plataforma como del bloque morado.
Además, desde marzo de 2021, el partido de Belarra tiene su Plan de Igualdad caducado y no lo ha vuelto a actualizar ni a evaluar su aplicación, pese a que en 2020, fecha en la que se aprobó, ya se habían detectado fallos. En concreto, se señaló que el Protocolo de prevención contra las violencias machistas, elaborado en 2018 por el Comité de Igualdad, no era precisamente accesible.
Con todo, los morados encaran ahora un horizonte de nuevo liderazgo, en el que cada contradicción podría tener un coste en las urnas.