En su carné de identidad ya se marcan los 85 años; en su currículo más de 80 expediciones, 12 ochomiles, las siete cumbres más altas de los siete continentes e infinidad viajes por diferentes lugares del planeta; en su espíritu la misma vitalidad de siempre y en su ánimo el empeño por recuperarse lo mejor y antes posible. Carlos Soria cumplía años –85– a comienzos de mes de febrero. Un cumpleaños 'diferente' al de otras ocasiones.Porque en los últimos años lo hacía siempre con la maleta dispuesta y la mirada puesta en la cima de un ochomil.Esta vez no.Lo hace «entrenando» y recuperándose de la fractura de tibia que le provocó un desafortunado accidente cerca de la cumbre del Dhaulagiri cuando parecía que, esta vez, sí sería posible conquistarlo. «Estaba en unas condiciones físicas como nunca.Hicimos dos campos de un tirón. Hacía años que no hacía algo así. Estaba como nunca... Fue muy injusto» recuerda. «Nunca me ha pasado nada, nunca he tenido un accidente, nunca me han tenido que sacar de ningún sitio. Lo único que me deja tranquilo es que no fue culpa nuestra. Fue un infortunio» relata el veterano montañero abulense, en pleno proceso de recuperación de una lesión «muy complicada. He tenido suerte» comenta al explicar que un alto de personas que sufren este tipo de lesiones –fractura abierta de tibia– acaban perdiendo la pierna.
Una experiencia «no deseada». La recuerda como si fuera ayer. Pero incluso ante algo así «al final estoy encantado de haberla vivido toda ella» reflexiona Carlos Soria. No la olvidará pero «tampoco quiero olvidarla. No renuncio a nada, no me importa» reflexiona. Porque la vida es lo bueno y lo malo. «Una experiencia como ésta es mejor no vivirla pero una vez que ha ocurrido, saca el mejor provecho de ella, date cuenta de cómo ha ocurrido, cómo se han portado tus amigos... Ha sido impresionante» valora el abulense ante quienes le han rodeado y le siguen rodeando en estos momentos. Sintió el cariño desde el mismo momento del accidente. No sólo quienes estaban junto a él en ese momento, sino desde fuera, como plasmó ese rescate en altura que lideraron los dos montañeros polacos Bartek Ziemski y Oswald Rodrigo Pereira, que a punto de marcharse de Katmandú no dudaron en darse la vuelta y lanzarse al rescate cuando supieron que era Carlos Soria el accidentado. Después llegó el apoyo de los suyos, de su familia.
Su futuro es su presente. «Estoy haciendo todo lo posible para recuperarme bien, haciendo ejercicio, entrenando, voy al rocódromo, hago pilates... No quiero renunciar a nada. Si estoy en las condiciones de la temporada pasada, en las condiciones perfectas y además tuviera un buen patrocinador, lo cual aún es más difícil, todo podría ser.A lo mejor volvería al Himalaya, a lo mejor volvería al Dhaulagiri, pero es muy difícil».Habla en condicional. «Lo que es seguro –en esto no duda– es que seguiré subiendo montañas o montañitas, no renunciaré a la naturaleza» explica Carlos Soria a sus 85 años. «De momento estoy subiendo aquí, al Cerro del Telégrafo, en Moralzarzal. Haré lo que pueda, pero nada más».
No se pone límites, pero tampoco retos imposibles. «Hay que esperar a ver cómo se comporta mi cuerpo, mi pierna y ver cómo me recupero, porque ha sido mucho tiempo totalmente parado. He perdido equilibrio y movilidad y hay que recordar que tengo 85 años» deja muy claro Carlos.
«Estoy muy orgulloso se haber vivido tanto tiempo y tan bien» comenta con satisfacción quien siempre ha plasmado como pocos que la edad no es un impedimento, quien ha hecho bandera de la superación y el esfuerzo. Lo que es seguro es que «seguiré en la naturaleza, visitaré mi querida Sierra de Gredos, Guadarrama... Quizás pueda ir al Himalaya a hacer un sietemil.Ya veremos. Quiero seguir en la montaña pero soy muy consciente de lo que me ha pasado y la cantidad de años que tengo encima».
Echa la mirada atrás.No sólo a la montaña. «Estoy muy orgulloso de mi vida» empezando por su niñez, «prácticamente en la miseria. Yo aún viví dos meses de guerra».Porque Carlos Soria es niño de posguerra, «pasando hambre, comenzando a trabajar a los 11 años, pero ha sido maravilloso ver cómo este país ha ido cambiando, desde lo más miserable a ahora, que se vive muy bien».