El mejor maestro es el capaz de aprender más de sus alumnos

David Casillas
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Entrevista a Julio Collado, maestro. La Pizarra

El mejor maestro es el capaz de aprender más de sus alumnos - Foto: David González

Pensaba en lo bien que le cuadra la pizarra a alguien que ha sido maestro.

Estoy de acuerdo, porque además de lo que ha significado siempre ese elemento en los colegios me acuerdo de cuando usábamos pizarrín, de la dentera que te daba el sonido sobre ella cuando alguien raspaba con una uña. Pizarra es una palabra llena de significados, pero el problema que tenemos es que estamos viendo demasiado el pasado y se nos olvida el presente y su significado de trabajo para el futuro.

También podría haberle traído una pizarra digital

Pues también hubiese estado bien. Creo en la tecnología, en la ciencia, porque sin ellas estaríamos aún viviendo en las cavernas. A mí me parece que lo novedoso está bien, pero siempre siendo críticos con todo, para que lo que valga se acepte y lo que no valga no lo endiosemos.

O sea, que por tener pizarras digitales los niños no van a aprender más ni mejor.

No sólo por eso. El contacto humano con el profesor y con otras personas capaces de transmitir conocimientos y valores es lo que de verdad enseña. La pizarra digital es un medio más, y, bien utilizados, cuanto más medios tengamos y sean más fáciles y más potentes será mejor.

En su larga vida dedicada a la docencia, ¿ha enseñado más que ha aprendido, o ha aprendido más que ha enseñado?

Yo creo que la enseñanza y el aprendizaje son la misma palabra, son un binomio. Y en ese aspecto estoy de acuerdo con Freire, que decía que nadie aprende solo, es decir, que todos aprendemos con todos. Y respondiendo a la pregunta, yo creo que he aprendido mucho, y eso digo a la gente que está conmigo, que es muy posible que el mejor maestro es el que sea capaz de aprender más de sus alumnos. 

¿Y qué es más difícil, enseñar o aprender?

Yo creo que más que de dificultad hablaría de placer, y es un placer tanto enseñar como aprender, que en realidad es un mismo acto. Todo lo que se enseña se aprende, y todo lo que haces para enseñar lo estás aprendiendo tú mientras lo haces, y además lo aprenden otros. La enseñanza es un diálogo permanente, un diálogo socrático en el que todo el mundo habla, todo el mundo piensa..., porque para decir y hablar hay que pensar, si no es así se dicen tonterías, y desde esa perspectiva todo el mundo es capaz de enseñar algo.

¿Ha cambiado mucho el alumnado a lo largo de sus años de docencia?

Yo creo que en lo fundamental el ser humano ha variado muy poco, porque si hubiéramos cambiado mucho no cometeríamos los mismos errores. En lo interior somos prácticamente iguales, en la piel quizás hemos cambiado porque han variado las circunstancias. Tener una pizarra digital no es lo mismo que tener un pizarrín, pero el modo de aprender, la experiencia, las emociones, el reírse, el llevarse bien o el llevarse mal, el odio, la competitividad, todo eso no varía nada. Por eso seguimos con las mismas guerras, las mismas tonterías, los mismos sinsentidos.

Pero sí vivimos en una competencia cada vez más feroz.

Sí, somos competitivos a lo bestia, pero ¿para qué? ¿por qué quiero yo ser superior a fulanito? ¿me hace eso más feliz? ¿vivo yo mejor o vivo más amargado? Por mucho que te empeñes o te obsesiones nunca vas a llegar a ser lo que son otros, y por eso compararse es lo más imbécil que hay.

Si tuviera delante a aquel que sentenció que 'la letra con sangre entra', ¿que le diría?

Mi pelea desde el año 1972, que es cuando empecé a trabajar de maestro, fue contra una España negra, negrísima, sin libertad, violenta. Cuando ahora se queja la gente de que existe violencia es que no ha conocido la violencia de verdad. Hemos superado bastante ese problema y ahora somos mucho menos violentos. Somos un poquitín más democráticos, porque somos un poquito más hipócritas.

Nuestros mayores tenían una enorme fe en la cultura, en el conocimiento, como forma de mejorar personal y socialmente, pero ahora parece que eso se ha perdido y que incluso hay gente que se muestra orgullosa de ser ignorante, ¿cómo hemos llegado ahí? 

Pues no lo sé, pero a mí lo que más me ha extrañado en ese creciente desprecio por la cultura del que hablas es cómo algunos que escriben poemas o dicen ser poetas se enorgullecen de no leer, apenas. ¿Cómo se puede escribir sin leer? Es decir, toda la construcción humana, toda, desde una casa hasta el saber más potente que es la ciencia, se construye sobre lo anterior. Y por ese motivo es fundamental la memoria, sin memoria la sociedad es un desastre.

Pero también el poder o el valor de la memoria están siendo denostados con el argumento de que la memoria es poco más que «la inteligencia de los tontos».

Quien no tiene memoria y no se acuerda de la vida, de lo que ha pasado, de lo que ha hecho, está desnudo, es como si no tuviera experiencia. Otra cosa es el memorismo, que aquí se confunden los términos. El memorismo es aprender por aprender, y eso es lo que no tiene sentido.

Yo siempre intento crear un diálogo pedagógico, enseñar a hacerse preguntas, porque considero que eso es lo importante: escuchar y plantearte  el por qué de las cosas.

¿Y es difícil conseguirlo?

Lo importante, a mi entender, es compaginar o intercambiar la experiencia del adulto con la inocencia del niño que está con los ojos abiertos, que nos enseña mucho desde esa perspectiva de ver las cosas por primera vez, sin prejuicios. 

En ese sentido, a mis alumnos del taller de lectura para adultos les digo que aprender significa empezar a ver las cosas como si fuera la primera vez que las ven,  nada más. Si seguimos manteniendo la capacidad de extrañarnos eso nos va a ayudar a aprender todo lo que queramos. 

¿No hay que dejar nunca de extrañarse ni de aprender?

Nunca. Para mí, el placer que nunca me ha abandonado ha sido la curiosidad de saber. Yo por eso leo lo de los agujeros negros en el espacio, que mira que es complicado, y me quedo asombrado, y si no lo comprendo no pasa nada, sigo asombrado con ello. Pero a mí es que me sigue asombrando también ver todos los días el sol. 

O sea, que también es bueno no acostumbrarse demasiado a nada.

Claro, nos hemos acostumbrado a demasiadas cosas a fuerza de verlas o de vivirlas, y han dejado de asombrarnos por maravillosas que sean. ¿Quien nos asegura que mañana el sol volverá a salir? Por eso hay que desacostumbrarse a muchas cosas para aprender, porque si no no vemos de verdad la vida.

Para acabar, tengo que decirle que mi primer recuerdo de usted es de finales de los años 70, en Burgohondo, en un corro con cientos de niños cantando Castilla levántate… cuatro décadas después apenas nos hemos levantado casi nada, ¿es decepcionante?

No nos hemos levantado, por mucho tiempo que ha pasado, y así estamos. Pero mi lucha como maestro, como ciudadano y como sindicalista fue siempre esa, la de hacer un mundo más amable, mejor para todos, porque que creo que en eso consiste el progreso.