El presidente del Gobierno no tuvo ayer uno de sus mejores días. La decisión de un juez de investigar a su mujer ha hecho mella en Pedro Sánchez, que acostumbrado a movimientos inesperados, ha sembrado de dudas su permanencia en La Moncloa mediante una carta a la ciudadanía publicada en las redes sociales a media tarde. "Necesito parar y reflexionar. Me urge responderme a la pregunta de si debo continuar al frente del Gobierno o renunciar a este alto honor», expone en la misiva, tras cancelar toda su agenda hasta el próximo 29 de abril. Este cambio de paso abre numerosas incógnitas sobre una legislatura, que tanto la Moncloa como el PSOE habían defendido que aún le quedaban tres años y medio para su final. En estos momentos, todos los escenarios están abiertos, sin embargo, sorprende esta 'piel tan fina' del presidente, que denuncia una maniobra de la derecha y ultraderecha contra su esposa.
Esta decisión de Sánchez solo es consecuencia del tinte que está adquiriendo la política en los últimos años. La enorme polarización de la sociedad, los enfrentamientos parlamentarios -barriobajeros en muchas ocasiones- y la utilización de la vida personal para fines políticos es algo de lo que nadie ahora puede apartarse. Que tire la primera piedra quien no haya cometido ese 'pecado' o quien no tenga en sus filas a alguien que lo haya hecho o lo esté haciendo para ganar un puñado de votos o por simple populismo.
La investigación de un juez a Begoña Gómez, mujer del presidente, por tráfico de influencias y corrupción en los negocios ha sido el detonante que amenaza con desestabilizar al Gobierno de España y provocar un nuevo adelanto electoral, pues la configuración del Parlamento español es demasiado complicada para buscar una alternativa que encabece el Ejecutivo nacional dentro del propio Partido Socialista, dado que tendría que volver a pactar no sólo con Sumar, sino también con el conglomerado de formaciones nacionalistas, independentistas y autonomistas para sumar nuevamente los votos necesarios para una investidura. Se antoja casi imposible.
Puestas así las cosas, Pedro Sánchez ofrece una debilidad, quizás impostada, que hasta ahora no había mostrado. El dirigente socialista se ha plegado a las condiciones impuestas por Bildu, Junts, ERC y otros partidos políticos para mantenerse en la Moncloa sin importarle el coste de estas cesiones a la democracia, a España o al resto de los ciudadanos. No ha tenido escrúpulos en conceder indultos, competencias a vascos y catalanes e incluso la amnistía a los principales protagonistas del 'procès' y ahora, sin embargo, parece muy afectado por unas diligencias abiertas por un juez para investigar a su esposa. Este movimiento es extraño en alguien como Pedro Sánchez, que mantiene y ha mantenido en su Gobierno a ministros que han utilizado fotografías, conversaciones y otras añagazas de la vida personal de sus oponentes para ridiculizar o sacar provecho de ello.