«Vimos al lobo escondido. Pero los perros lo sacaron»

M.M.G.
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Herminio y Rubén, que han sufrido ataques de lobos y que han llegado a verles a plena luz del día merodeando, protegen su ganado con tres mastines de trabajo

«Vimos al lobo escondido. Pero los perros lo sacaron» - Foto: Isabel García

Herminio y Rubén Sánchez son padre e hijo. Comparten, además de apellido, profesión. Ambos son pastores. Y los dos saben bien el daño que el lobo puede llegar a hacer a un rebaño.

Hace apenas un año, uno de ellos mató a una de sus ovejas, que pastan en una preciosa dehesa de Bernuy-Salinero. Estaba preñada. Y, por desgracia, no fue la primera. Años antes otras lobadas habían atacado a sus animales. En total seis ovejas perdidas en las garras de unos animales que ellos, nos cuentan mientras paseamos con ellos por el campo, han llegado a ver a plena luz del día, a pocos metros del rebaño.Acechando.

La última vez fue hace apenas unos días. Eran las cinco de la tarde. «Vimos al lobo escondido. Pero los perros lo sacaron. La Sego aulló diferente y vimos que estaban al lado», comienza a relatarnos Rubén. La Sego no es otra que una de los tres mastines cuidan en la actualidad de las 600 ovejas de su rebaño. Los otros dos son Trueno y Perla que acaba de tener una camada de diez preciosos mastines.

«Los mastines son necesarios», asegura convencido Herminio, cuyas manos reflejan la veteranía de un pastor curtido en mil batallas. «Sí, es la raza que lleva toda la vida para la guarda del ganado», le apunta su hijo, que habla de nobleza de carácter. De hecho, nos dice, «ellos se creen que son ovejas.Con dos meses ya están entre los corderos». Y nos lo creemos cuando descubrimos a Sego en medio del rebaño, como si fuera una oveja más. 

Pero nada de eso. Pese a su bondad, estos animales saben detectar de lejos la presencia de los lobos. Y saben, también, como ahuyentarlos. «El otro día, si no es por ellos, el lobo habría atacado», tiene claro Herminio.

Es Rubén el que nos habla de que los suyos son mastines españoles de trabajo. «Son recios, están muy delgados. Y son unos atletas, se hacen cada día ocho o diez kilómetros», describe a unos animales que se ve que quieren y cuidan.

Los que tienen ahora son fruto de ese intercambio de cachorros que los propios ganaderos llevan a cabo entre ellos. «El primero que tuvimos sí que nos lo entregó la Junta directamente. Murió de viejo», recuerda a su perro pastor Herminio, mientras nos lleva hacia el refugio en el que Perla amamanta a sus diez nuevos cachorros. «De estos, dos van a ir para Asturias; tres para Extremadura; y uno, para Segovia», habla Rubén de esa generosidad entre colegas de profesión que permite que todos ellos cuenten con animales de primera.

Y aunque acaba de ser madre, Perla no quita un ojo al rebaño. Para ella no existe eso de la baja maternal. De hecho, en cuanto salimos del redil para que Herminio y Rubén pastoreen a sus ovejas castellanas, Perla se une rápidamente a Trueno y Sego.

Todo el grupo se dirige hacia la cañada que pasa por Bernuy-Salinero. Y es entonces cuando Rubén y Herminio aprovechan para plantear una de sus demandas más importantes. «Esto, antes que carril bici es cañada», insisten. Y apelan a la buena educación de ciclistas, paseantes y corredores a la hora de pasar ante un rebaño.

Porque aunque los mastines, como decíamos, son perros nobles, también son animales de trabajo, y su labor es defender a sus ovejas. Así que, si ellos sienten que algo puede llegar a ser una amenaza, pueden atacar. «No podemos tener más perros por la gente», lamenta Herminio, que se despide, al igual que Rubén, lanzando una petición a la Junta («o a la autoridad que le corresponda», asegura después de haber visto cómo en esto unos y otros se pasan la pelota). «Hay que poner carteles que avisen de que hay perros trabajando. Que la gente se conciencie. Porque esto es una cañada real», se despiden de nosotros con el sol comenzando a caer sobre el campo.

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