Un viaje de 500 kilómetros por un bar

E.Carretero
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Luis Jareño y su pareja Laura se enteraron por los medios de comunicación que Salvadiós, un pequeño pueblo de Ávila, buscaba alguien que abriera el bar. No lo dudaron y hace una semana dejaron Valencia para abrir la cantina sindical

Un viaje de 500 kilómetros por un bar

Se ofrece negocio funcionando, totalmente equipado y con clientela fija, eso sí muy poca, pero a coste cero. Esta era la, a priori, sugerente oferta que el pasado mes de mayo realizaba el Ayuntamiento de Salvadiós para evitar que este pequeño municipio de La Moraña entrara en la, cada vez más extensa, lista de pueblos sin bar. El anuncio se realizó sin olvidar que algunos años atrás nadie quiso hacerse cargo del bar sindical, que tuvo que cerrar su puertas.  «Es el único sitio donde ir a echar una charla con los amigos, a jugar la partida de cartas, a tomar una caña o un café», apuntaba Ángel Ignacio Martín, el alcalde de Salvadiós, al hablar de un servicio que pese a no estar considerado como esencial para los pueblos pequeños es básico al ser el único lugar donde los vecinos pueden reunirse, socializar y en muchos casos la única alternativa de ocio para muchos. El mensaje del alcalde llegó a los medios de comunicación, traspasando este anuncio las fronteras provinciales.  

Luis Jareño y su pareja Laura vivían en Valencia y hasta allí también llegó ese mensaje del alcalde de Salvadiós en busca de alguien que quisiera hacerse cargo del bar sindical, un negocio ya montado y listo para su puesta en funcionamiento que tras pasar por varias manos se encontraba cerrado. «Lo vimos por la televisión», recuerda este valenciano con experiencia en hostelería pero que en ese momento estaba en paro, al igual que su pareja. 

Ninguno de los dos sabía dónde quedaba Salvadiós pero eso no fue impedimento para que estos valencianos llamaran al alcalde de esta localidad morañega y concertaran una entrevista para conocer el pueblo y visitar un bar que está completamente equipado tras realizar el Ayuntamiento una importante inversión hace tiempo para facilitar su apertura. 

Un viaje de 500 kilómetros por un barUn viaje de 500 kilómetros por un barA Luis y Laura se adelantó otro hostelero también venido de fuera que sin embargo, y por motivos personales, solo se hizo cargo del bar durante unas semanas. Así que tras quedar nuevamente disponible esta pareja valenciana no se lo pensó más y hace algo más de una semana ambos se plantaron en Salvadiós para ponerse al frente de un bar que nuevamente está abierto y que tanto los nuevos hosteleros como los vecinos esperan no vuelva a cerrar. 

«Es una aventura nueva», reconoce Luis al hablar de lo que tanto para él como para Laura supone un cambio de vida por completo pero que asumen con mucha ilusión porque han visto que puede ser una buena oportunidad laboral. «Donde está la faena, voy», asegura este valenciano al que no le ha importado dejar atrás su vida en Valencia para empezar casi de cero en la meseta abulense y en un pueblo con solo 70 censados pero en el de forma habitual no viven más de 30 ó 40 vecinos. 

Aunque trabajan en Salvadiós Luis y Laura viven en Narros del Castillo, a cinco kilómetros, que es donde han encontrado un alquiler que se adapta a sus necesidades. Allí, cuenta él, del bar municipal se ocupa también una pareja que vino de fuera y que en su día también tomó una decisión similar a la que ellos ahora han tomado: dejarlo todo para empezar de cero en un pequeño pueblo y ponerse al frente del único bar. 

«Nos han acogido muy bien», asegura el nuevo encargado del bar de Salvadiós al hablar no solo de sus clientes sino de sus vecinos. Y es que, asegura, aunque llevan pocos días abiertos ya cuentan con clientela fija que acude a diario a tomar el café, a echar la partida o a tomar las cañas. Unas consumiciones que ellos acompañan de pinchos y también, por encargo, de comida para tomar allí o llevar. De hecho solo unos días después de abrir ya les encargaron su primera paella que, asegura Luis, siendo ellos valencianos se prepara según la costumbre del Levante. «Estamos contentos», reconoce al hablar de la acogida y confianza que han sentido desde su llegada a Salvadiós, un pueblo cuyos vecinos y visitantes temieron quedarse sin bar y que este verano gracias a esta pareja de valencianos ya tiene donde tomar un café, unas cañas o un refresco. En definitiva, ya tienen un lugar donde reunirse.