Altura y espiritualidad, seguramente las dos palabras que mejor resumen la esencia milenaria y también de presente de la ciudad de Ávila, se funden sin confundirse para dar título al volumen dedicado a Ávila dentro de la Colección 'Ciudades Patrimonio de la Humanidad', quince libros de viaje muy especiales escritos e ilustrados por grandes figuras del mundo de las letras y las artes de nuestro país, editados por Tintablanca, que fueron presentados el pasado 12 de septiembre en el Instituto Cervantes de Madrid.
Carlos Aganzo, periodista, escritor y poeta, y Ricardo Sánchez, pintor, compartiendo una amistad y una complicidad que han ayudado a que la riqueza de sus respectivos trabajos no solo se sumase sino que se multiplicase, son los autores de este libro, titulado Ávila. La altura espiritual, una aproximación atinada y exquisita en el fondo y en la forma a la riqueza material e inmaterial de esta urbe llena de belleza y secretos que no son para esconder sino para compartir.
El volumen, igual que los otros catorce que conforman esta colección de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad, es libro de artista de tamaño perfecto para ser leído con comodidad (parece la concreción del número áureo en sus dimensiones) y edición exquisita, con la portada realizada en algodón de la India manufacturado en Holanda, troquelada con una visión del lienzo norte de la Muralla identificado por ese símbolo monumental y espiritual que es la espadaña del antiguo convento del Carmen.
La ciudad más alta y la más espiritualEstán en este libro Ximena Blázquez y Adolfo Suárez, Teresa de Jesús y Emilio Rodríguez Almeida, vettones y romanos, Prisciliano y Rubén Darío, Juan de la Cruz y los 'romeo y julieta' de Ávila, María Dávila y Vasco de la Zarza, el románico y lo morisco, la piedra y el cielo, los Reyes Católicos y 'el Tostado', Caprotti y el príncipe Don Juan, Moshé de León y Jacinto Herrero, el Grande y el Chico, la vida y la muerte, Orson Welles y la 'duquesa roja', Sorolla y Zuloaga, el corazón y la razón...; están las leyendas y los hechos contrastados, a veces más potentes y definidoras las primeras que los segundos; está lo que fue y lo que pudo ser; están las palabras y los silencios. Está todo eso y mucho más, que todo cabe en esta ciudad vetona, romana, medieval, renacentista y contemporánea; y todo ello, bien amalgamado y demostrando que aunque parezca diferente o incluso contradictorio es muy coherente en esta ciudad singular, lo recibe el lector como una pócima de buen sabor que alimenta el cuerpo y el alma y, lo que es también muy importante, dejando con ganas de saber más de la ciudad mejor amurallada y más abierta.
Carlos Aganzo ha conjugado su triple oficio de poeta, escritor y periodista para desplegar un rico discurso escrito en el que se acomodan perfectamente, ayudándose y haciéndose más atractivos para el lector, la fuerza de la esencia, la elegancia en lo escrito y la capacidad informativa, tres valores que hacen singular y muy agradecido, por atractivo y eficaz en el transmitir emociones y datos históricos, el resultado final de la apuesta.
En el título, explicó Carlos Aganzo, «he querido destacar los dos elementos que resumen la identidad de Ávila, su altura en todos los sentidos y su espiritualidad, encarnada en el granito vivo que la sostiene y en los personajes de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, a los que podría añadirse un tercero, la luz, que es también compartido por otras Ciudades Patrimonio».
La ciudad más alta y la más espiritualElegir los diez temas que habrían de centrar el contenido de cada uno de los capítulos en que había de dividirse el libro (que inspirados en una suma de referencias fruto del gran conocimiento del pasado abulense llevan por título Mis ojos; Ciudad romana, territorio vetón; Nueve puertas, dos corazones; Juan y Teresa, Teresa y Juan; Locuras de amor en Santo Tomás; Adaja va. Lentísima corriente; La altura de la inteligencia; Campanadas a medianoche; Ciudad pintada, ciudad cantada, y La concordia (y la heterodoxia) fueron posibles) «no ha sido complicado», explicó, en parte porque «la capacidad de elipsis del poeta para ir a lo esencial» ha ayudado mucho a la hora de concretar lo que quería contar, siempre teniendo claro que «en el libro hay muchas más de diez Ávilas, porque la ciudad es inagotable y porque lo que cuento está lleno de matices y de sutilezas que abren mucho el foco».
El libro comenzó a serlo antes en el texto que en las ilustraciones, pero en esencia es el fruto de un trabajo realizado entre el artista de la palabra y el artista plástico; Carlos Aganzo llevaba unos meses trabajando en él cuando propuso a Ricardo Sánchez que fuese su cómplice, tentación difícil de resistir que éste aceptó de inmediato, iniciándose en ese momento un trabajo conjunto que fue creciendo como una apuesta no sólo por una suma de artes, la literatura y la plástica, sino como el fruto de las experiencias vitales y sentimentales de dos amigos que conocen muy bien y aman tanto o más a esa ciudad que han condensado en su esencia, «trabajando sincronizados».
Aunque a lo largo de esos diez capítulos es mucha la información que se ofrece, entrando en muchos detalles de personajes históricos del pasado y del presente, de monumentos y de hechos, no dejando casi nada al olvido o al menos a la insinuación, defiende Carlos Aganzo que Ávila. La altura espiritual «no es un libro de datos, es un libro emocional al que cada uno hemos aportado lo propio con mucha intensidad», un contenido que «creemos que es el que corresponde a un viaje que tiene como protagonista principal a la emoción».
La ciudad más alta y la más espiritualPara condensar el espíritu milenario de Ávila en sus textos, siguió explicando Carlos Aganzo, «procuré ser al mismo tiempo un abulense, algo que creo imprescindible para ofrecer una visión cercana y lo más exhaustiva posible, y tratar de mirar a la ciudad con ojos vírgenes, porque considero que esa doble visión ayuda al viajero a ver también por sí mismo».
conocerse a sí mismo. Está convencido Aganzo de que, cuando lo hace de verdad y no como un turista urgente, «uno viaja para conocerse a sí mismo», y por ese motivo este libro «no es para turistas sino para viajeros, con la intención de que cada lector lo haga suyo e incorpore al viajero como autor», invitación a aportar algo nuevo a sus palabras a lo que ayuda que al cierre de cada capítulo se ofrezcan al lector tres páginas para que escriba en ella sus sentimientos y haga el libro especialmente suyo.
El volumen, coinciden en señalar Aganzo y Sánchez, es un trabajo tan cuidado y tan delicado en todos sus aspectos (se nota, agradecen ambos, el mucho empeño que en su exquisitez ha puesto otro abulense, el editor César Hernández, de Salobral) que puede decirse que es «el libro con el que bien podíamos soñar cuando éramos niños».
La ciudad más alta y la más espiritualRicardo Sánchez, que comenta que «gracias al trabajo que ha realizado para este libro he renacido para el arte», explicó que para realizar las magníficas pinturas que acompañan a los textos que condensan el ser y el sentir de Ávila «fruto de una propuesta que no podía rechazar porque me parecía muy interesante, opté por mezclar mis recuerdos de la infancia en la ciudad con una vuelta a Ávila para redescubrirla a través de la visión de Carlos Aganzo», una nueva perspectiva que considera que es muy satisfactoria «porque muchas veces vemos las cosas cercanas con una cierta superficialidad que no hace que las valoremos en su justa medida, y conseguir verlas a fondo en una experiencia muy enriquecedora que me alegraría mucho que fuese compartida».
Las pinturas que realizó para acompañar los textos de su cómplice en la tarea de llevar al papel esa Ávila de simpar altura espiritual, muchas y espléndidas, retratan, con un realismo que a veces se desdibuja un poco en una especie de sfumato que le hace más sutil, más sugerente, paisajes urbanos y rincones como la vista de la ciudad desde los Cuatro Postes, la Catedral, el toro tallado en la roca viva hallado junto a la puerta de San Vicente que inexplicablemente volvió a ser inhumado, el Mercado Chico, varias perspectivas de la Muralla, el Claustro del Noviciado de Santo Tomás, la tumba del siempre presidente Adolfo Suárez, imágenes de las películas Campanadas a medianoche y Orgullo y pasión o el busto de Claudio Sánchez Albornoz.
«Nadie que viene a Ávila sale impune de esa experiencia», sentencia Carlos Aganzo, y ese convencimiento lo ha querido transmitir junto con Ricardo Sánchez en este exquisito libro, al que ambos padres desean que «esté a la altura espiritual que tiene la ciudad, aunque seamos conscientes de que Ávila, por esos grandísimos valores que atesora, está muy por encima de cualquier escrito o representación plástica que se pueda inspirar en ella».
El lector, que ya puede adquirir este trabajo en las librerías de la ciudad, estará de acuerdo con lo que sobre su excelencia en todos los sentidos ha destacado la editorial Tintablanca: «Carlos Aganzo ha escrito la ciudad íntima y veraz, silenciosa y abierta al mundo, histórica y castellana; es un texto redondo, bien pulido, escrito con la pulcritud que caracteriza a su autor donde, al igual que ha hecho en otros volúmenes de Tintablanca, entremezcla con maestría historia, itinerario y singularidades. Las obras pictóricas del artista Ricardo Sánchez son excepcionales; más allá de su mirada frente a las estaciones ferroviarias, la poética que anida en ellas, las ilustraciones de Ávila son de un alto hiperrealismo que entroncan a la perfección con los textos. Se convertirá en el libro clásico de la ciudad».