El Prado olímpico

SPC-Agencias
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La pinacoteca madrileña y el COE eligen 33 obras de los fondos de la galería para relacionar la pintura con la práctica de deporte con motivo de los Juegos que se están celebrando estos días en París

La rendición de Breda. Diego Velázquez (hacia 1635)

Los Juegos Olímpicos han echado a andar en París y el Museo del Prado ha echado a volar su imaginación olímpica para apoyar a los 382 deportistas españoles que están participando en las competiciones. ¿Y cómo lo ha hecho? Eligiendo entre todos sus fondos más de tres decenas de obras que ensalzan tanto el deporte y los valores que lo acompañan, como la pintura, que para eso es la galería referente del país. Esta iniciativa se ha desarrollado de la mano del Comité Olímpico Español (COE) y autores popularmente admirados como el Bosco, Diego Velázquez, Pedro Pablo Rubens o Francisco de Goya se unen en esta acción a otros menos conocidos como Francesco Fracanzano o Joaquín Espalter y Rull.

De este modo, el Prado propone un recorrido desde el Prometeo, de Rubens, que representa el momento en el que este personaje de la mitología escapa del Olimpo con una llama de fuego encendida en un hueso para dársela a los hombres, hasta Las lanzas, de Velázquez, que, aunque poco tiene que ver con el ejercicio del deporte en cualquiera de sus disciplinas, sí que dice mucho del gesto de magnanimidad y respeto hacia el rival derrotado que muestra la entrega de las llaves de la ciudad de Breda.

En algunos casos, la relación entre el cuadro y el gesto deportivo es evidente. Este es el caso de La caída de Ícaro, de Jacob Peeter Gowy, en el que se puede identificar a la perfección el salto de altura. En realidad, lo que narra el cuadro poco tiene que ver con tal acción, si no es porque de las alturas se cayó Ícaro cuando, según Ovidio y tal y como cuenta su historia en el libro VIII de las Metamorfosis (185-235:), «(...) el muchacho empezó a recrearse en su atrevido vuelo, abandonó a su guía y, arrastrado por sus ansias de cielo, remontó el vuelo. La proximidad del abrasador sol ablanda la aromática cera que sujetaba las plumas. La cera se ha derretido; agita Ícaro sus brazos desnudos, y, desprovisto de alas, no puede asirse en el aire, y aquella boca que gritaba el nombre de su padre es engullida por las azuladas aguas, que de él tomaron nombre».

Otro de los lienzos que se vincula con el olimpismo es el Sansón de Joaquín Espaltery. En este caso, con el lanzamiento de disco. En este óleo sobre lienzo realizado hacia 1850, y no expuesto en la pinacoteca, Sansón, juez de Israel, víctima de los atropellos de los filisteos, se libera de las cadenas que le apresaban y con una quijada de asno mata a numerosos enemigos. (Texto extractado de Pintura del Siglo XIX en el Museo del Prado. Catálogo General, Madrid: Museo Nacional del Prado, 2015, pp. 162-163).

En otros de los lienzos la relación que el Museo y el COEhan establecido es más simbólica o poética, tal y como sucede en los casos del bádminton o el triatlón con La reina María Luisa, de Francisco de Goya, o la copia de Van Dyck del retrato de Carlos I de Inglaterra.

Por otro lado, están la Ofrenda de Venus, la primera vez en la que  Tiziano se enfrentó a la recreación de una pintura de la Antigüedad, con el tiro con arco; el boxeo con Ixión, de Ribera, o la esgrima con el lienzo de El duque de Pastrana, de Carreño, que porta espada, entre otros. El baloncesto está relacionado con La vendimia o el otoño, de Goya, en el que un elegante niño intenta alcanzar un racimo de uvas negras reservad a los adultos y que un majo ofrece a un dama.

Ya sea con imaginación, ya sea por lírica o por la magnifica torsión de los cuerpos, queda claro que los deportes olímpicos no solo están presentes en los estadios, pistas  o campos de juego, porque en el arte también se practican.