Pinchos tradicionales con sangre caribeña

Sergio Jiménez
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Blanca Merino, natural de Honduras, lleva el Bar Dimas, con la ayuda de su hija y su yerno, desde enero de 2020, dos meses antes de una pandemia que marcó un inicio muy complicado

Pinchos tradicionales con sangre caribeña - Foto: DAVID CASTRO

Los bares de barrio, los de toda la vida, se encuentran en un momento de incertidumbre. Algunos se ven obligados a cerrar por falta de relevo generacional, mientras que otros cambian de manos para poder mantenerse en el candelero. Lo segundo, por suerte, fue lo que le ocurrió al Bar Dimas, clásico local del barrio de San Antonio. Blanca Merino, antiguo camarera, se quedó con el bar tras la jubilación del antiguo dueño en enero de 2020, dos meses antes del inicio de la pandemia. «Fueron unos comienzos muy duros. Abrimos en enero y nos cerraron a mediados de marzo. Pero luego fuimos adaptándonos a las normas y los clientes nos ayudaron mucho en ese sentido», declara Blanca, que lleva el bar con la ayuda de su hija Daniela y su yerno Francisco Javier, además de otra trabajadora que está de baja por maternidad. Una desgracia global marcó sus inicios, pero pasado aquello, el Bar Dimas goza de una salud incluso mejor que con los antiguos propietarios. «Desde que lo lleva Blanca, viene más gente que antes», afirma Francisco Javier.

El motivo de ese crecimiento se puede explicar desde la simpatía y el buen trato de los trabajadores, además del lavado de cara que ha sufrido el bar, con una decoración y mobiliario más moderno. Y por supuesto, gracias a sus pinchos, tradicionales, pero con un toque caribeño. Porque Blanca y su hija Daniela son naturales de Honduras, aunque llevan más de 20 años en España. Ese origen extranjero no les impide cocinar tapas clásicas como la oreja, los callos, el morro, las patatas revolconas o los torreznos, la joya de la corona, a las mil maravillas. Los desayunos también tienen mucho predicamento entre sus clientes, mayoritariamente gente mayor de la zona, aunque también cuentan con alumnos de la Escuela de Policía. «Vienen muchos a desayunar los sábados, porque aprovechan cuando van a la lavandería de al lado», comentan.

Sirva como reflejo de la buena marcha del negocio que Blanca se lanzó a abrir otro local: el Bar Los Amigos, el único abierto actualmente en Las Berlanas, donde está habitualmente su cuñado. Y, curiosamente, en ambos, los parroquianos realizan una actividad que parecía en desuso desde la pandemia: la tradicional costumbre de jugar la partida de cartas. «Con la pandemia surgió el miedo al contagio por el contacto con las cartas. Pero ahora están volviendo las partidas otra vez», argumenta Francisco Javier. Eso es, a su vez, una demostración de la clientela del bar: gente mayor que, igual que ocurre con los dueños de los establecimientos, tiene falta de relevo. «El futuro de los bares de barrio es muy incierto», augura Daniela. Francisco Javier reclama más ayudas por parte de las Administraciones para impulsar «un servicio a la ciudadanía, sobre todo en los pueblos». No obstante, el Bar Dimas camina hacia ese porvenir con fuerza gracias a la alegría de Blanca y su familia.