El director general de la Fundación CARF, Luis Alberto Rosales, visitaba este jueves Ávila para, al amparo de la celebración del 35 aniversario de esta institución cuyo fin es respaldas la labor de los sacerdotes diocesanos y religiosos de todo el mundo, pronunciar la conferencia 'Los sacerdotes, la sonrisa de Dios en la Tierra: una mirada alegre y esperanzada ante el futuro'.
«Claro que hay motivo para la esperanza», respondía Rosales a la pregunta de Diario de Ávila sobre la escasez de vocaciones sacerdotales. Y la hay, recalcaba, porque la Iglesia es una institución universal. «Hay que olvidarse de esto de que yo soy de Ávila, o de Europa», se refería el director general de CARF a esa universalidad de una institución con presencia en todo el mundo. «El problema lo tenemos en el primer mundo», reconocía Rosales, que reflexionaba sobre cómo si bien las vocaciones han caído de manera estrepitosa en Europa, no lo han hecho «en el segundo y tercer mundo. Por eso hay esperanza, porque viene gente de fuera», se mostraba agradecido Rosales a esos jóvenes de países lejanos que ejercen su vocación lejos de casa.
«Las vocaciones crecen en todo el planeta menos el primer mundo», abundaba en esta idea el ponente, que profundizaba también en el porqué de ese descenso entre aquellos que dan un paso al frente para servir a la Iglesia como sacerdotes. «No nacen niños», planteaba la primera razón sociológica. «Y vivimos en una sociedad que se va descritianizando», apuntaba otra razón de peso para ello. «Sólo el 20 por ciento de las parejas se casan por la Iglesia y va a misa el 10 por ciento», aportaba Rosales dos datos para hacer ver esa pérdida del espíritu católico en la sociedad española actual.
«Así, es muy difícil que surjan vocaciones», reconocía el director general de la Fundación CARF, para el que cada vocación puede considerarse «un pequeño milagro».
Pero, pese a todo, no mostraba desesperanza en ello. «Hay menos sacerdotes, sí, pero están mejor formados», aplaudía Rosales, que les definía como «gente dura, bien hecha» que, de alguna manera «sale a los leones» cada día, teniendo en cuenta ese mundo descristianizado al que hacía referencia.
«¿Que qué se puede hacer para aumentar esas vocaciones?», repetía en alta voz la pregunta formulada por esta redactora. «Pues los creyentes, rezar», respondía rápidamente. «Pero también no desesperarse, porque la Iglesia tiene la garantía de Jesús de que estará hasta el final de los tiempos», reflexionaba. «Y, también, debemos vivir cristianamente, con alegría, con optimismo, para que la gente nos vea. Porque si hay abono, habrá sacerdotes», proseguía hablando con esperanza el director general de laFundación CARF, que en su intervención en Ávila compartió también con el público algunos casos de esas vocaciones que hacen mantener la esperanza a la Iglesia.
«Estoy esperanzado, claro que sí, aunque eso no quiere decir que viva en la inopia», reconocía Rosales, cabeza visible de una fundación impulsada por San Juan Pablo II a partir de tres objetivos principales: difundir el buen nombre de los sacerdotes y las muchas cosas buenas que hacen; promover las vocaciones sacerdotales; y ayudar a esas vocaciones nacidas en el segundo y tercer mundo a formarse, con estudios en Europa.