Caty es sinónimo en Ávila de empresa familiar, de comercio tradicional y de trato cercano y profesional. De hecho han sido varios los establecimientos que en las últimas décadas han llevado este nombre de mujer, y todos ellos vinculados a la familia Jiménez Herranz. Así ocurre con el bazar juguetería Caty 4 de la avenida Juan Pablo II que hace tres décadas, y en lo que aún era un barrio en expansión, abrió Sonsoles, la pequeña de los cuatro hijos que tuvo Emilio Jiménez, comerciante natural de Fontiveros, con Catalina Herranz, de la localidad segoviana de El Espinar, que falleció siendo muy joven y cuyo nombre, en este caso su diminutivo, Caty, utilizaron tanto su viudo como sus hijos para nombrar los distintos negocios que abrieron en la capital abulense.
«Mi padre trabajó muchos años en La Viuda de Maera», recuerda Sonsoles al hablar de los inicios de su padre en el comercio vinculados en este caso a un negocio que muchos vecinos de Ávila no han conocido pero que en la época fue un referente comercial en la capital abulense. Esa experiencia, recuerda Sonsoles, que el próximo julio se jubilará y cerrará el bazar Caty 4, animó a su progenitor a alquilar un pequeño local en la calle Reina Isabel de la zona norte de la ciudad en el que abrió una mercería, Mercería Caty. El negocio posteriormente pasó a manos de Mari Carmen, hermana de Sonsoles, y en la actualidad lo regenta Virginia, su sobrina, también con el nombre de esa abuela que no llegó a conocer pero que de algún modo ha guiado todos los pasos empresariales de esta familia.
Años más tarde de abrir aquella mercería, el patriarca alquiló un local enfrente del negocio de hilos, botones y ropa interior y allí se abrió un bazar que dio trabajo a sus otros hijos. Hasta que Emilio, el mayor, abrió una juguetería a la que también puso el nombre de su madre no lejos de allí, en el actual paseo de la Estación, negocio que continúa abierto aunque ahora ya bajo el nombre de Juguettos, cadena a la que más tarde el mayor de los hermanos sumaría otra tienda en el paseo de San Roque. Así las cosas, y tras abrir sus propios negocios el mayor de los hermanos, al frente del bazar de la calle Reina Isabel se quedó Santiago, el marido de Sonsoles, que durante unos años estuvo trabajando en la juguetería de su hermano mayor. Hasta 1994, cuando Sonsoles decidió abrir un bazar juguetería en la avenida Juan Pablo II en un local que había adquirido dos años antes junto a su marido, que hace cinco años ya se jubiló cerrando el bazar de la calle Reina Isabel. También cerrará este verano el bazar Caty 4 por jubilación de su dueña. Será el 1 de julio cuando este local eché el cierre después de casi tres décadas en funcionamiento, tiempo en el que se ha convertido en un referente comercial en la zona.
Menaje de hogar, sartenes, cristalerías, decoración de pequeño tamaño, cacerolas o morteros comparten espacio en este bazar con artículos de juguete clásicos que, reconoce Sonsoles, nunca han faltado en una tienda donde es posible encontrar prácticamente todo lo que hace falta en una cocina. Y es que aparte de comprar cazuelas o espumaderas, al Bazar Caty 4 también acuden muchos abulenses para adquirir repuestos para sus ollas, sartenes o cafeteras.
La flor artificial, explica Sonsoles, es otro de los artículos que durante estos años se ha «trabajado muy bien» en este bazar que en las jornadas previas al primero de noviembre se convertía en un lugar prácticamente de peregrinación para vecinos de este barrio y también para abulenses de toda la ciudad que este noviembre tendrán que buscar otro negocio en el que adquirir las flores para recordar a sus seres queridos.
Sin poder contener las lágrimas, asegura Sonsoles que lo que más le emociona del cierre del Bazar Caty 4 es despedirse de sus clientes, muchos de los cuales son ya «amigos» tras tres décadas de trato detrás del mostrador. «¿Qué vamos a hacer ahora?», asegura esta comerciante que le dicen sus clientes cuando se van enterando de que el 1 de julio se jubilará y cerrará un negocio que ha hecho frente no solo a la apertura, en su día, de las grandes superficies comerciales sino también a la proliferación de bazares chinos y ahora, y desde hace ya algún tiempo, a las ventas por internet. «El comercio minorista lo que tiene a su favor es el trato directo y profesional», apunta Sonsoles que afirma que «cuando una señora viene a su tienda para comprar una olla exprés quiere también que le expliquen como funciona».
Aunque aún le quedan algunos meses para jubilarse, ya sabe Sonsoles Jiménez a qué dedicará el tiempo que le quede libre tras el cierre de Caty 4. «Primero quiero aprender inglés», confiesa uno de sus deseos para ese merecido retiro que también dedicará a viajar con Santiago, su marido, ya jubilado también. «Tenemos mucha familia por muchos sitios y queremos ir a visitarles sin prisa», adelanta esta comerciante otro de los planes que tiene una vez se jubile. Hasta entonces aún le quedan unos meses al frente del Bazar Caty 4 para seguir vendiendo todo aquello que los vecinos de esta zona necesitan para sus casas, despedirse de sus clientes, a cuyos hijos ha visto crecer y que son casi familia, y también para echar alguna que otra lagrimilla como las que al hacer repaso de estos años al frente de su negocio no ha podido evitar derramar.