Fiel a su filosofía de investigar para luego divulgar «temas poco conocidos, porque si hablas de los que ya se sabe mucho suele ser sólo para rectificar algo o para apuntar alguna cosa nueva», el abulense Dámaso Barranco –que ya había dado a la imprenta interesantes estudios sobre las comunidades de Villa y Tierra abulense, sobre la implantación de la orden del Temple en Ávila o sobre el olvidado monasterio agustino del Risco– ha publicado recientemente un libro en el que se centra (informando y de alguna manera también reivindicando) en unas estructuras que durante muchos siglos tuvieron una gran importancia en la provincia de Ávila, igual que en toda España y en otros lugares del mundo, los pozos de nieve, unas construcciones que antes de la implantación de la electricidad fueron muy importantes para conservar en tiempos de calor el hielo caído del cielo en invierno.
Los pozos de la nieve. Patrimonio del frío, editado por la Asociación de Amigos del Museo de Ávila y que presentó su autor precisamente en el Museo, teniendo como compañeros de mesa al director de esa institución, Javier Jiménez, y al presidente de la antes mentada Asociación y Cronista Oficial de Ávila, Jesús María Sanchidrián, ofrece al lector, acompañando los textos con imágenes tomadas en Ávila y en otros muchos lugares, información sobre aquella industria de la conservación de la nieve en pozos a los que no llegaba el calor y donde se conservaba en forma de hielo, novedosa en muchos aspectos y asombrosa en otros tantos, sobre todo para las generaciones que han vivido siempre con frigoríficos y congeladores en sus casas.
El libro, explicó Dámaso Barranco, se divide en cuatro capítulos que acogen tres temáticas fundamentales. Los capítulos 1 y 2, resumió, «los dedico a la nieve y al hielo y a su explotación industrial», hablando primero «de sus posibilidades de uso para después contar su evolución desde el principio de los tiempos hasta que de forma relativamente reciente se instauran los pozos de nieve para empezar a producir el hielo de una forma industrializada».
Habla el libro, tras esa introducción general, de «cómo surgen los pozos de nieve y de cómo se industrializa todo el proceso de recogida, conservación y venta, que es algo que ocurre cuando el hielo pasa de ser algo que consumen sólo las élites a convertirse en un producto de necesidad porque se usa mucho tanto para conservar la comida como para producir alimentos fríos».
La existencia de una «pequeña glaciación» que se extendió desde comienzos del siglo XIV hasta la medianía del XIX permitió que los pozos de nieve, en principio situados en las montañas, «se pudiesen construir a menor altura» y, por tanto, «que pudiese haber muchos más y que la comercialización del hielo fuese más fácil y pudiese llegar a más lugares», pozos entre los cuales se contaron al menos cinco en la ciudad de Ávila: dos junto a la Muralla, uno al norte de la iglesia de San Vicente, otro en el Episcopio y otro en el monasterio de Santo Tomás.
También en la provincia se construyeron muchos pozos de nieve, de los cuales se conservan buenos ejemplos en Candeleda, Casillas, Cuevas del Valle, Navalperal de Tormes, Mombeltrán, Piedralaves, San Esteban del Valle, Villarejo del Valle y Villanueva del Campillo, así como en el término municipal de El Tiemblo (Valle de Iruelas), siendo éste, por haber sido rehabilitado, el mejor conservado.
proceso industrial. En su libro, fácil de leer y atractivo por lo interesante y novedoso de la información que aporta, Dámaso Barranco, que explica las características y tipología de los pozos de nieve y cómo se convirtieron pronto en punto de interés para la recaudación de impuestos (la monarquía monopoliza ese mercado, que no se liberaliza hasta el siglo XIX), también realiza «una catalogación de los mismos dependiendo de la utilización que se les da; hay unos pozos que son de montaña, de producción, donde se coge la nieve, se la prensa y se la convierte en hielo, y luego hay otros en las ciudades y en los pueblos importantes que son pozos de distribución para los consumidores».
Para la mejor comprensión de esa industria tan desconocida en el presente hace también el autor «una secuenciación de todo el proceso de trabajo de hielo», con mucho material gráfico de dibujos y fotografías para hacer muy fácil su entendimiento.
Para realizar este estudio, explicó Dámaso Barranco, ha combinado la investigación de fuentes documentales con el trabajo de campo en archivos y en callejeros («algunas calles aún conservan el nombre que recuerda que allí hubo una de esas construcciones») para localizar los vestigios que aún quedan de los olvidados pozos de nieve, «restos que se han conservado mejor en las zonas de altura, de recogida, que en las ciudades, donde el urbanismo ha acabado con ellos».
Un buen ejemplo de esa destrucción, que el ponente comentó que «es una pena, como cada vez que se pierde patrimonio», son los pozos de nieve de la capital, de los cuales solamente queda como vestigio visitable, y sin dar apenas idea de la verdadera dimensión que tuvo ya que sólo se conservan sus cimientos, es el construido en el lienzo norte de la Muralla, aprovechando como dos de sus paredes el propio muro y un lado del cubo, el cual estuvo en funcionamiento hasta bien entrado el siglo XX.