"Cada vez peor, lamentable". Con estas cuatro palabras, el parlamentario que más tiempo lleva en el Congreso de los Diputados, resumía, ante los periodistas atónitos que le interrogaban, una situación absolutamente intolerable que se vive en los debates en la Cámara Baja y que ahora amenazan con extenderse a la Cámara Alta, en un conflicto sin precedentes entre Congreso y Senado. Esteban, persona moderada en sus expresiones y elegante e irónico en su expresión, ha visto muchas cosas. Pienso que nunca como lo que se está viviendo ahora, desde las acusaciones directas de los principales líderes políticos de la nación que llegan hasta a los familiares más directos, hasta las insinuaciones más soeces, hasta la gesticulación más obscena. Esta Legislatura no es que se esté agotando, es que ya ha llegado a su fin entre espasmos y vómitos.
Sánchez y Feijóo han llegado, en las sesiones de control parlamentario al Gobierno, al paroxismo en sus mutuos ataques: si ellos mismos se acusan de tal guisa de mentirosos y corruptos, ¿qué podemos pensar quienes los votamos y pagamos sus sueldos? ¿Cómo les creeremos? Además, ministros del PSOE y dirigentes del grupo Popular elevan ya el listón hasta lo inconcebible, mientras los respectivos diputados 'culiparlantes', que jamás han mostrado atisbo 'castelarino' alguno, jalean encantados las mayores barbaridades, presuntas calumnias sin pruebas. Que, de ser ciertas, deberían ser llevadas ante los tribunales, si es que los tribunales les escuchasen, que esa es otra faceta de la situación de los poderes de Montesquieu en España en la que hoy la falta de espacio me impide entrar.
El Legislativo, que es el arquitrabe de una democracia, se ha convertido en espacio favorito para las cuchufletas de los 'cartoonists', esos agudos editorialistas del dibujo de humor, para verter sus críticas a la situación, mientras periódicos de muy distintas tendencias denuncian en sus editoriales, por diferentes motivos, claro, el 'intolerable acoso a la prensa', o que 'el poder acosa a la prensa', refiriéndose cada cual a distintos poderes, pero a los nacionales, no a ese Putin que acaba de expulsar de Rusia a un corresponsal libre español que llevaba doce años en Moscú.
El ambiente, cuando alguien con tan baja cualificación moral como Carles Puigdemont amenazaba con entrar de manera ilegal, pero quizá impunemente, en territorio español para convertirse, quién sabe, en president de la Generalitat catalana (de todo puede pasar en esas elecciones convocadas abruptamente para dentro de menos de dos meses), se ha hecho irrespirable. Las instituciones, de los jueces a los organismos consultivos, contemplan cómo la Constitución se vulnera en no pocos aspectos. Desde la convocatoria de unas elecciones sin convocar al Consejo de Ministros, a la renuncia a presentar Presupuestos, pasando por la no renovación del Consejo del Poder Judicial, que en las próximas horas sentenciará, en medio de una división alarmante, que la amnistía va contra la ley fundamental, todo, todo, es un gran campo de batalla sobre los límites de nuestra Carta Magna.
La política de confrontación ha alcanzado ya al Consejo de Ministros, donde es patente la nula comunicación entre las vicepresidentas (las actitudes de la señora Montero desde su escaño alcanzan lo insoportable) y se adivina de manera palpable que unas éticas y, sobre todo, unas estéticas, son incompatibles con otras. El Gobierno, cuando doña Yolanda Díaz está a punto de convertir su movimiento Sumar en un partido que concurrirá a las elecciones europeas, ofrece la impresión de estar roto, pendiente tan solo de las confrontaciones electorales en una época convulsa para el mundo, que exigiría actitudes más vigilantes, constructivas y positivas.
Ya sé que, al menos hasta finales de mayo, Pedro Sánchez no podría disolver las Cámaras y convocar elecciones anticipadas. En cualquier caso, presumiblemente no lo hará ni en mayo, ni en junio, ni, supongo, en un verano en el que buscará la tregua vacacional, ni en el otoño, ni en el invierno. Pero mucho más, a este paso y si no se produce una inmediata regeneración en la bronca política española, no puede durar. Son, somos, muchos los que, más que apostar por unas elecciones legislativas que repartan oxígeno y nuevas cartas no más tarde de comienzos de 2025, ya lo deseamos. Espero que disculpe usted, amable lector, los adjetivos y consideraciones que vierto en este comentario. Lo peor es que me temo que tengo razón, y quizá, será que ando ya por la fachosfera, me esté quedando corto. Seguro que Aitor Esteban, otro veterano que jamás había visto nada de esto, estará de acuerdo conmigo, en todo caso.