Víctor Manuel Yuste es el claro ejemplo de que cuando se quiere emprender en el mundo rural, se puede. Con mucho esfuerzo, sí. Con sacrificios, por supuesto. Pero también con grandes satisfacciones, tanto laborales como personales.
A sus 40 años, Víctor cuenta con 90 cabezas de limusinas y berrendas más sus terneros. Conoce a cada una de ellas.Sabe cuál de ellas le dará mejores terneros; cuál necesita cuidados especiales; y cuál parirá en las próximas horas. Las cuida con devoción en los impresionantes prados en los que pastan, la 'oficina' de Víctor, y una de las ventajas que éste encuentra en haber apostado por el mundo rural.
Él trabajaba fuera del pueblo. Pero cansado de un mundo que veía que no era el suyo, decidió lanzarse a la que siempre había sido su pasión: la ganadería.
«Empezar desde cero es muy difícil. Yo he tenido que hacer una inversión de muchos euros, que ahora empiezo a recuperar. Los cinco primeros años son muy malos, y tienes que empezar a funcionar con el dinero que tienes tú ahorrado o pedir un préstamo», explica Víctor.
Esos cinco primeros años ya han pasado, y Víctor empieza a sentir que todo ha merecido la pena. Pese a los sinsabores, como los ataques de los lobos. O la dureza de los inviernos en Navalperal. «En verano hay gente por todos los sitios, pero en invierno nos quedamos cuatro», plantea una realidad común en la inmensa mayoría de los pueblos abulenses.
Víctor tiene dos hijos. Su mujer trabaja en Ávila. Y optaron por vivir en Navalperal, para dar precisamente a los niños una vida tranquila, en un lugar privilegiado. «Ellos quieren seguir con ello. De momento tienen que estudiar. Pero uno quiere ser veterinario», comparte con nosotros lo que podría convertirse en la continuación de una forma de vida que, nos relata Víctor, ya llevaba su abuelo, pastor de cabras y vacas.
«Yo le recomiendo a la gente que se atreva, que sea valiente y que tire para adelante», dice a aquellos que se estén planteando emprender en el mundo rural, y tiene claro que su apuesta decidida por Navalperal es algo muy positivo por el pueblo. «Yo le dije a mi mujer que de mi pueblo no me iba. Y ella quería venirse a vivir aquí», resume en estas dos frases la calidad de vida que ambos vieron claro que iban a tener viviendo en tierra de Pinares. «Tenemos Ávila a 20 minutos; Madrid, a 50. Tampoco estamos tan mal comunicados. Y tenemos autobús, tren, coche... La calidad de vida que hay aquí no la hay en ningún sitio», reflexiona.
Eso sí, no quiere despedirse de nosotros sin lanzar un mensaje contundente: «A la gente del campo nos lo están poniendo muy difícil», se queja, y asegura que si les dejaran trabajar «como antes», les iría mucho mejor.