Los hados, esa fuerza que actúa contra dioses y hombres, parece haber tomado a Pedro Sánchez como el objetivo de sus ataques. Desde hace pocas semanas, todo le es adverso. Se le nota en la cara. hasta el punto de que sus habituales gestos y frases chulescas no son creíbles porque el rostro refleja su desazón ante lo que está viviendo. O sufriendo.
Begoña Gómez se ha convertido en la mujer más polémica de España. Igual que le ocurre a su marido, la mayoría de los problemas vienen dados por la -mala-elección de sus compañías. Los patrocinadores de sus masters, a los que parece que ayudaba a conseguir contratos del gobierno a cambio de esos patrocinios. No hay día que no se agrande más la lista de empresarios que utilizaban su influencia como conseguidora ante Moncloa. Pero, además del caso Gómez, Pedro Sánchez ve cómo la estrategia con la que esperaba potenciar su perfil electoral defendiendo un Estado palestino, la presenta en el peor momento. Cuando Irán, padrino de Hamas, lanza una lluvia de misiles y drones contra Israel que ha dejado sin aliento al resto del mundo, por miedo a que se desencadene una guerra que pondría en riesgo el equilibrio inestable que hoy se viven amplias zonas del planeta.
En política interna las bravuconadas de Puigdemont inciden directamente en la imagen de Sánchez, con un puñado de socios poco fiables y abiertamente antiespañoles. Puigdemont es el más dañino, pero tampoco ayudan aquellos a los que metió en el gobierno, Podemos y Sumar. Parte de esos últimos han salido corriendo en cuanto han comprendido que con Yolanda Díaz no se puede llegar a ninguna parte, porque significa fracaso seguro. Podemos rompió nada más celebrarse las generales, pero el goteo continúa, y cuando no es por las listas es por choque de egos. Las tensiones y rupturas en el seno de Sumar perjudican a Sánchez más que a nadie. Tan es así que en las últimas semanas apenas cruza palabra con su vicepresidenta, para marcar distancias públicamente con un persona que no suma sino que resta.
La cita vasca es todo un reto. La mayoría de los españoles, incluidos los de izquierda, no soportan que Bildu se haya colado en las instituciones; se trata de un partido que detesta casi todo el mundo y no hace falta explicar por qué. Sin embargo los sondeos se empeñan en darle ganador de las elecciones, o en el peor de las situaciones estaría muy cerca del PNV, coincidiendo los analistas en que Bildu debe su éxito a Pedro Sánchez. Por otra parte Vox resiste gracias a Sánchez, aunque por diferente motivo que Bildu. Pero es Sánchez el responsable de que se incremente el voto del partido que tiene su origen en ETA y se mantenga el partido de ultraderecha. No son dos buenas tarjetas de presentación para un jefe de gobierno democrático.
En este momento los hados no son propicios a Pedro Sánchez.