Desde hace 30 años, en un local ubicado en el conocido parque de Limón y Menta del barrio de La Toledana, existe una pequeña peluquería donde se han cortado el pelo varias generaciones de abulenses de la zona sur de Ávila. Y siempre ha estado regentada por la persona que da nombre al negocio: Javi, un hombre que iba para mecánico, pero acabó como peluquero. "Me metí en este mundillo por culpa de Sonsoles, mi mujer. Yo estudié mecánica, pero la conocí y, como era peluquera, hice cursos en la Academia Castilla mientras trabajaba en el matadero", rememora. Durante dos años y medio, aprendió y perfeccionó el oficio junto a su mujer en un local de la Cuesta Antigua, frente al Colegio Cervantes, hasta que, llegado el momento, montó su propia peluquería de caballeros, una de las pocas de la ciudad en ese momento. "Cuando empecé éramos cuatro peluquerías de caballeros y a mí me gustaba cortar, no peinar", confiesa. Pero, con el paso del tiempo, han proliferado cada vez más establecimientos de este tipo que le hacen estar al día y actualizarse.
En los últimos años han aterrizado en la ciudad las 'barber shop', barberías modernas que han revolucionado el sector. "La competencia siempre es buena, aunque creo que se ha masificado el sector. Ávila no da para tantas. Pero por lo demás es bueno, porque te hace mejorar y evolucionar", afirma. Y advierte del problema de las peluquerías clandestinas: "Hay muchas. Existe mucha ilegalidad y clandestinidad en este ámbito", denuncia. Otro cambio han sido los peinados, cada vez más sofisticados y rompedores. Sin embargo, Javi mantiene su estilo clásico con tintes actuales que siempre le ha dado resultado. El corte más raro que recuerda es el del exfutbolista del Valencia Viola (con forma de ladrillos) que le pedían muchos clientes. Ahora, con las redes sociales, los jóvenes quieren los peinados de los famosos, especialmente futbolistas. "Antes nos basábamos en libros, ahora me traen fotos y vídeos de YouTube en el móvil. Así es más fácil", sostiene.
Con una clientela tan fiel como la suya, es sencillo entablar temas de conversación. Los más habituales son el fútbol, el tiempo o las noticias de actualidad y, sobre todo, «no meterse en berenjenales con la política». Pero esa fidelidad le ha ocasionado algún disgusto cuando usuarios de muchos años le han abandonado. «Es difícil de gestionar. Pero lo peor no es que se vayan, sino que lo hagan sin decirte nada», afirma. Para Javi, es peor eso a que un cliente vaya una vez y no vuelva. Pero su experiencia le hace solventar estas situaciones con cierta calma. Igual que con las crisis económicas mundiales que le ha tocado vivir desde su negocio: la de 1992, la de 2008 y la del Covid, la peor de todas. «Nosotros fuimos unos privilegiados, porque fuimos de los primeros en abrir (el Gobierno consideró a las peluquerías como servicios de primera necesidad). Pero el susto fue gordo. La gente volvió con mucho miedo, con las mascarillas, y los ingresos bajaron», recuerda. Un panorama que se solucionó bien gracias a las ayudas estatales y que permitió a Javi continuar con su peluquería de barrio, donde seguirá trabajando hasta que le llegue el momento de jubilarse.