Desde pequeño mostró nuestro protagonista de las Conversaciones del Lienzo Norte de esta semana un temprano interés por la naturaleza, por los bosques y por la composición de los suelos. De hecho, ya en los primeros años del instituto, Jorge Mongil Manso (Valladolid, 1974) tenía en mente estudiar Geología por eso de descubrir aún más sobre la estructura e historia de la Tierra y sobre sus recursos naturales. Sin embargo, cuando llegó el momento de elegir carrera se decantó por ingeniería Forestal y, una vez concluidos estos estudios, por Ingeniería de Montes por entender este vallisoletano vecino de Ávila desde hace años que esta formación daba respuesta a muchos de los intereses e inquietudes que tenía desde niño relacionados con la botánica, la zoología, los suelos, la biología o la geología.
Entonces, recuerda este profesor de la UCAV, estos estudios, que él realizó en el campus de Palencia de la Universidad de Valladolid, «estaban de moda» y desde el primer día tuvo claro que no se había equivocado. «Me encantó desde el principio la carrera a pesar de que primero de estas ingenierías es duro», reconoce este vallisoletano que desde hace ya más de dos décadas imparte clase en la Universidad Católica de Ávila.
«No tuve ninguna duda de que había acertado», rememora Jorge aquellos años de universidad en los que tuvo «profesores muy buenos», con muchos de los cuales hoy no solo comparte profesión sino «amistad».
Pronto descubrió que la investigación y la docencia eran una salida muy interesante y un terreno en el que él podía aportar, y de hecho al terminar la carrera se quedó en la universidad de Valladolid como becario de investigación. Allí estuvo durante dos años, en los que empezó a hacer su tesis doctoral. En aquellos primeros años también trabajó en el Servicio Territorial de Medio Ambiente de Valladolid gestionando los aprovechamientos forestales de esa provincia, hasta que le surgió la posibilidad de trabajar en la Escuela de Forestales de Plasencia de la Universidad de Extremadura. Estando allí, y cuando el curso estaba a punto de finalizar, le llamaron de la UCAV, donde empezó a trabajar, recuerda una fecha que tiene grabada en su memoria, «el 1 de octubre de 2002». Y en la UCAV continúa hoy en día dando clase en las titulaciones de las ingenierías de Forestal y Montes y en Ciencias Ambientales.
«Era la única universidad privada, y lo sigue siendo, que tenía esas titulaciones», apunta Jorge al hablar de la oferta formativa de aquella joven UCAV en la que más de dos décadas después él sigue dando clase en unas titulaciones que están llamadas a dar respuesta a muchas de las necesidades que actualmente plantea nuestra sociedad. «La falta de vocaciones para ingenierías es un problema grande pese a ser unas profesiones muy necesarias», lamenta este doctor Ingeniero de Montes que sin embargo es optimista en este sentido y entiende que «al final los jóvenes se van a dar cuenta de que estas profesiones son importantes», y más en un momento en el que existen objetivos marcados en lo referente a la sostenibilidad, el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático.
«Las empresas y las administraciones tienen problemas para encontrar profesionales de estas ramas», apunta este profesor universitario que asegura que a la universidad llegan muchas ofertas de trabajo para cubrir estos perfiles. «Son carreras que van a tener paro cero», adelanta.
Pero más allá de la docencia, con la que trata de transmitir a sus alumnos no solo conocimiento sino también esa pasión por el medio ambiente que él tiene desde pequeño, Jorge también es investigador. De hecho, en 2006 él fue uno de los impulsores del Grupo de investigación Bosques, Agua y Suelo que pretende estudiar las relaciones entre estos tres agentes a través de proyectos relacionados «con la hidrología forestal, la restauración forestal, la desertificación o la lucha contra la erosión». Unos proyectos que fundamentalmente se han centrado en la restauración hidrológico-forestal de la cuenca del río Corneja, que se ha convertido en el «laboratorio natural» de este grupo y donde en 1964 se realizó «una restauración modélica por cuanto supuso convertir un territorio que estaba desertizado, erosionado y que había perdido su vegetación natural de encinares y robledales en un bosque con la recuperación de los servicios ecosistémicos que esto supone».
Dentro de ese trabajo investigador también se incluye la reciente publicación, en este caso gracias a la Institución Gran Duque de Alba, del libro 'Bancales de la provincia de Ávila', fruto del trabajo de años y que surgió a raíz de sendas estancias que Jorge realizó en Israel en 2006 y posteriormente en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. «Nos interesan los bancales porque son una técnica de conservación del suelo y porque permiten el cultivo en laderas de fuertes pendientes sin que se genere erosión», comienza a explicar este ingeniero de Montes la importancia de este modo de cultivar que en el caso de esta provincia se da especialmente en el Valle del Tiétar (aunque también en el Alberche). «Son unos bancales muy característicos por su topografía y sobre todo por la forma de construcción de los muros que sujetan los taludes, de piedra y colocados de una forma muy específica y concreta en esta comarca», explica el autor de este proyecto al hablar de unos bancales que en su mayoría siguen en uso dedicados al cultivo de olivo, higueras y castaños y que configuran un paisaje muy especial protagonizado por esas laderas escalonadas.
Respecto a la capital abulense, Jorge destaca el parque de El Soto que, afirma, es «una maravilla, por su riqueza botánica y faunística», señalando que «tiene que ser una prioridad conservarlo». En este sentido apunta que aunque antiguamente esta fresneda estuvo muy ligada a la actividad ganadera a día de hoy la principal función de este parque periurbano es la recreativa lo que, apunta este experto, «implica una serie de problemas relacionados sobre todo con la regeneración del arbolado, ya que ese intenso uso recreativo impide la regeneración». «Los árboles grandes que tiene El Soto tienden a desaparecer porque los fresnos ya tienen una edad muy avanzada y lo lógico es que se vayan muriendo», señala Jorge para incidir en lo necesario de planificar una regeneración a través, fundamentalmente, de nuevas plantaciones.
«No se cuida lo que no se conoce», afirma este experto a la hora de poner en valor este espacio natural urbano que el año pasado protagonizó de hecho unas jornadas organizadas por el Colegio de Ingenieros de Montes en las que se pretendían dar a conocer estos valores naturales y concienciar a los abulenses sobre la importancia de conservar este espacio natural mediante la eliminación de residuos y basuras y el respeto a la fauna y la vegetación.
Aparte de formar, compartir y generar conocimiento, otra de las labores de la universidad, apunta este profesor de la UCAV, pasa por transferir conocimiento a la sociedad de modo que esos proyectos de investigación tengan repercusión práctica en la sociedad. En este sentido, recuerda, hace unos meses en la UCAV se creó el Centro Tecnológico de Restauración Forestal y Sostenibilidad, del que Jorge forma parte, para «llevar a la sociedad proyectos concretos que den respuesta a los retos ambientales que tenemos en este momento». Un centro, explica, que ofrece asesoría a empresas o particulares sobre huella y sumideros de carbono, repoblaciones forestales para compensación de dióxido de carbono o agricultura de conservación con el objeto de «incrementar el almacén de carbono orgánico en el suelo» y todo ello, asegura, «muy pegado al terreno por entender que esto puede ser una oportunidad de desarrollo del medio rural». En este sentido, continúa explicando, se está desarrollando un proyecto con financiación del Centro de Transferencia del Conocimiento (CTC) que tiene por objetivo «transferir a empresas y a la sociedad dos herramientas de lucha contra el cambio climático como son la repoblación forestal y el pastoreo de cabras en extensivo». Y es que, recuerda este ingeniero de Montes, las empresas, algunas de manera obligatoria y otras aún voluntaria, tienen que calcular y compensar su huella de carbono. «Ahí nosotros les podemos echar una mano en temas de asesoría, de calcular su huella y desarrollando proyectos de compensación», detalla antes de apuntar que si bien en Ávila ya hay proyectos de este tipo, principalmente de repoblación forestal por cuanto no solo absorbe CO2 de la atmósfera sino que se fija en el arbolado y en el suelo, aún «tiene que haber más».
¿Qué es lo primero que se le viene a la cabeza sobre Ávila?
La Muralla, la ciudad monumental y también la universidad.
¿Qué es lo que más le gusta de Ávila?
Las personas. Aquí hay gente muy buena y muy profesional. El principal patrimonio de Ávila son sus gentes.
¿Y lo que menos?
El conformismo. No defender bien nuestros intereses.
Un lugar para perderse de la ciudad o la provincia....
Por trabajo he ido mucho al Valle del Corneja, que me gusta mucho y que he convertido en mi laboratorio natural, pero desde hace un tiempo es fácil encontrarme en Mingorría paseando por el campo.
Un recuerdo de la infancia...
Soy de Valladolid, pero la primera vez que visité Ávila tenía seis años. Fue el 1 de noviembre de 1982, con motivo de la visita de Juan Pablo II a la ciudad. Vine con mis padres y mi hermana y recuerdo la misa desde la ladera de la Muralla. Ése es el primer recuerdo que tengo de Ávila.
Un personaje abulense que le haya marcado...
Podría decir lo clásicos, Santa Teresa o San Juan de la Cruz, pero realmente es Jacinto Herrero, que fue vecino mío y de los poetas contemporáneos el que mejor ha sabido entender la ciudad y el campo abulense.
El mayor cambio que necesita Ávila…
Un cambio de mentalidad; ser más emprendedores y reivindicar más nuestras necesidades. A nivel de ciudad tenemos que tener una proyección más nacional e internacional.
Y tiene que mantener...
Su patrimonio, tanto el que más se ve, como su patrimonio menor y el inmaterial, incluidas tradiciones. Y, sobre todo, la tranquilidad de una ciudad pequeña.
¿Qué le parece la ciudad hoy en día?
Un poco aislada del resto de la Comunidad y también a nivel de comunicaciones, pero creo que tiene muchas potencialidades que habría que valorar y desarrolar para que Ávila se pudiera convertir en una ciudad modena y con futuro.
¿Cómo ve Ávila en el futuro?
Quiero ser optimista. Yo quiero que Ávila se convierta en una ciudad con un patrimonio bien conservado, solidaria, respetuosa con el medio ambiente y que no se olvide de nadie. También moderna y abierta el exterior.
¿Qué puede aportar a la provincia de Ávila?
Los pocos conocimientos y experiencia que dentro de mi ámbito profesional como ingeniero de Montes, y en tema de aguas y de bosques, tengo. También, poner mi granito de arena en la educación de los jóvenes de la ciudad.