Dónde quedó el placer por viajar? ¿Dónde aquellas travesías en las que, además del destino, lo importante era el trayecto? El siglo XXI es el siglo de las prisas, del correr, del querer llegar rápido y casi sin darse cuenta. Pues bien, frente a esto se plantaron hace años los miembros de la Asociación de Amigos del Tren de Jardín de Collado Villalba, que frente a esa vorágine defienden el placer del viaje en sí, sobre todo, cuando se hace sobre raíles.
Convertidos en todo un clásico de la agenda de ocio abulense (acuden a la capital unas tres o cuatro veces al año, comentaba este sábado a Diario de Ávila José Luis Moruno, miembro de la asociación), los trenes de jardín de estos locos del ferrocarril circularon este viernes y volverán a hacerlo este viernes y sábado por la plaza del Mercado Chico.
Las primeras en hacerlo fueron un grupo de amigas valencianas que bien pertrechadas contra el frío de la mañana, compraron sus billetes (su precio, 1,50 euros) y esperaron a que, como manda la tradición, el revisor les validara sus tiques. «Para nosotros es muy divertido recordar los viejos tiempos», explicaba Moruño. «Por eso tratamos de replicarlo todo: desde el picar los billetes, contar con un jefe de estación...», hablaba emocionado de una pasión que comparte con las cerca de diez personas que este viernes se encargaron de que todo saliera a pedir de boca en la 'estación de ferrocarril' del Mercado Chico. Acostumbrados a montar circuitos de hasta 500 metros, el que estos días se exhibe en Ávila es sencillo para ellos: 70 metros de circuito a los que suman los necesarios para la vía auxiliar y la de encendido.
El Mercado Chico: estación de ferrocarril de Ávila - Foto: Isabel GarcíaPor el mismo viajaron durante toda la jornada las 'circulaciones'. «Una circulación es una locomotora, un vagón de maquinista y cuatro coches de viajeros», aclaraba Moruno, al que acompañaba, entre otros, Alberto Olazo, un joven de Valladolid enamorado de los ferrocarriles y que este sábado ejercía de 'jefe de estación'.
«Crecí al lado de las vías del tren», justifica así su pasión por un mundo que lleva incluso tatuado en la piel y en forma de pendiente en su oreja.
«De momento no soy ferroviario, pero espero serlo», nos decía convencido Olazo, para el que este mundo no debería perderse. «Es un oficio de toda la vida y en su día significó el progreso. Ahora son todo prisas: mucho correr y poco disfrutar del viaje», lamenta este peculiar jefe de una estación en la que pueden contemplarse la locomotora 'Laia' (la más pequeña), un tractor de maniobra, una eléctrica denominada 'cocodrilo' e, incluso, una de vapor. «Llama mucho la atención porque en España, desde los años 70, no circulan», explicaba Moruno, que aclaraba también que estos son trenes de cinco pulgadas porque es la medida de la galga de la vía (la anchura entre carriles).El ancho convencional es de 1.688 milímetros y el de alta velocidad, el europeo, de 1.435 milímetros.