El 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra el Bullying o el Acoso Escolar, una jornada con la que se busca concienciar a la sociedad sobre esta problemática a nivel mundial, así como buscar mecanismos para frenar una realidad que se ha convertido en un terrible peligro para la población infantil y juvenil y cuya solución pasa por la implicación de todos.
Tal y como recoge el portal de Educación de la Junta de Castilla y León, para que una situación sea considerada acoso escolar en la relación entre víctima y agresor deben concurrir varios aspectos. El primero de ellos es la intencionalidad, lo que implica que la agresión producida «no es un hecho aislado» y que el autor se dirige a una persona concreta «con la intención de convertirla en víctima». Además, aunque la víctima no provoca la situación, «existe intención expresa de hacer daño por parte del agresor o agresores».
En las situaciones de acoso escolar la agresión es «constante y prolongada en el tiempo, con repetición y combinación de conductas de agresión física, verbal o psicológica, directa o indirecta, de manera que en la víctima, además de sufrir de forma continuada, se genera la expectativa de continuidad en el maltrato y de ser blanco de futuros ataques», como recoge el portal de Educación de la Junta de Castilla y León, donde se apunta que es habitual también que estas situaciones ocurran en el grupo de iguales o el centro educativo, disminuyendo las posibilidades de la víctima de salir de ahí.
La tercera señal de revela que se trata de una agresión y no de 'cosas de niños' es que en el acoso escolar se da un «desequilibrio de poder físico, psicológico o social entre la víctima y su agresor». La «indefensión de la víctima y la personalización, el hecho de que el objetivo de la agresión se centre en un solo alumno», es otra de las señales que evidencian que detrás de esos hechos hay acoso. Es más, la víctima vive el acoso «como una experiencia extremadamente dura, para cuya superación no dispone de los recursos necesarios».
La situación se agrava y se complica aún más debido a que una de las principales características del acoso e intimidación entre iguales es que en la mayoría de los caso éste suele permanecer «oculto» a los adultos del entorno (profesorado y padres), lo que contribuye a «dotarle de una especial alevosía, entre otros muchos aspectos que configuran su especial gravedad».