Pablo Serrano

CARTA DEL DIRECTOR

Pablo Serrano


El palo y la zanahoria

27/10/2024

Hoy toca recordar fábula del agricultor que llevaba zanahorias para venderlas en un mercado cargadas en un burro que se paraba de rato en rato, lo que propiciaba que el dueño le diera con un palo para que animase, hasta que éste se dio cuenta de que era mejor colgar una zanahoria del palo, y mostrársela durante todo el camino. Cuando el burro solo recibía palos, se acababa parando, impidiendo que su dueño llegara al destino a tiempo. 
Si el agricultor hubiera estado acertado desde el principio, hubiera pasado más pronto que tarde el momento de desazón. Esta idea se ha tratado en las organizaciones como teoría de la motivación. Así, si al agricultor no se le hubiera ocurrido la genial idea, probablemente el burro se hubiera plantado, nunca hubiera podido llegar al mercado ni hubiera podido vender sus productos para seguir creciendo. En estas circunstancias, el desánimo del agricultor se hubiera instalado en el alma de su rucio y ambos hubieran acabado sumidos en la desesperación.
Tras esta larga introducción de la narración, algunos lectores se habrán hecho una composición de lugar asemejándolo a sus organizaciones, empresas o entidades, pero mi objetivo era más bien que se identificara al agricultor con los representantes de una institución y al asno con la ciudadanía. 
No puede haber optimismo ni ilusión cuando la respuesta a todo es negativa, deprimente, y por centrar más el tiro: «Es que no hay dinero», como insiste una y otra vez el equipo de gobierno municipal de la ciudad de Ávila. 
¿Qué tipo de ilusión puede tener la opinión pública cuando quienes tienen que tomar las decisiones están encorsetados en un discurso tan deprimente? La sociedad al menos necesita mirar al futuro con ilusión, con perspectiva, con posibilidades, pero cuando no hay oportunidad de sacar adelante un proyecto una y otra vez... ¿qué ganas le queda a la sociedad de empujar, que es la que verdaderamente genera movimiento de ciudad?
Lo peor, es que cuando la situación se colapsa, y encima no se quiere admitir, llega un momento en que para mover al burro no basta con enseñarle la zanahoria, hay que ofrecérsela y dejársela comer porque no solo de ilusiones se vive. Total, que peor el remedio que la enfermedad. 
Los ciudadanos de la capital están cansados del no a todo, han dado la oportunidad a que haya un punto de inflexión, pero no ven el momento del cambio, y esto mina las posibilidades de cara a futuro. 
Eso sí, cuando tampoco emerge una alternativa que permita confianza, el burro, que tonto ni es ni fue, se queda con el más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. 

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