No pudo ser. Después de un año de espera, con la ilusión siempre puesta en volver a ver a su Cristo recorrer las calles de Ávila, los hermanos de la Archicofradía de la Real e Ilustre Esclavitud de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Medinaceli, veían este Martes Santo cómo el agua, en forma de lluvia en algunos momentos, y de nieve en otros, hacía imposible cumplir ese deseo tan esperado. Con mucho dolor, y después de no pocas cavilaciones, el hermano mayor y capataz del paso delCristo, Jorge Hernández, anunciaba micrófono en mano a las cientos de personas que abarrotaban la Catedral de ElSalvador que la estación penitencial debía suspenderse. Eran las diez menos cuarto.
Pero antes de llegar a esa dolorosa decisión, las idas y venidas por el templo, tanto de Jorge como de los demás miembros de la junta directiva de la hermandad, se sucedían. Con un ojo puesto en el cielo, bien cargado de nieve, y con otro en los teléfonos móviles, en los que las aplicaciones meteorológicas echaban humo, los responsables de decidir si sacaban o no los siete pasos que conforman esta procesión (al Cristo de Medinaceli le acompañan San Pedro Llorando; el Nazareno del Perdón, el Calvario, la Virgen del Mayor Dolor, el Cristo Yacente y la Virgen de las Lágrimas) vivían momentos angustiosos. «Decidamos lo que decidamos siempre va a haber gente a la que le parezca mal», se entristecía Jorge, que hasta el último momento quiso mantener la esperanza y pensar que, de alguna manera, podría salir la procesión.
Pensando en esa posibilidad, ya se había diseñado un recorrido alternativo, más corto y más «protegido», como decía a Diario de Ávila Jesús Manuel Jiménez, presidente de la Junta de Semana Santa. «Se evitaría elRastro, para ir más recogidos», comentaba cuando aún quedaba alguna pequeña posibilidad de que la comitiva saliera a la calle. Esa posibilidad, eso sí, suprimía directamente uno de los momentos más especiales de esta procesión: el paso delCristo bajo el Arco de La Santa.
Lamentablemente, la suspensión definitiva de la procesión hacía imposible que se viviera no sólo ese momento, sino todos los que se habrían vivido de haber sido otras las condiciones meteorológicas.
Las palabras del hermano mayor confirmando los peores presagios minutos antes de las diez fueron el detonante para que los copos de nieve que seguían cayendo en la calle se mezclaran con las lágrimas de cofrades, anderos y fieles. También de alguno de los miembros más jóvenes de las dos bandas que iban a acompañar a la comitiva, la de Jesús Atado a la Columna, de Medina del Campo, y la de las Tres Caídas, de Madrid.
Con la decisión ya tomada, ya sólo quedaba organizar un pequeño acto para honrar al Cristo de Medinaceli y para poder mostrarlo, además, a las muchas personas que aguardaban pacientes bajo la nieve para poder verle.
Después de colocar el paso delCristo de Medinaceli frente a la puerta principal de la catedral abulense, se abrían las puertas del templo para permitir que el Cristo, inconfundible con su túnica morada y su larga melena, se asomara a la plaza de la Catedral.
Escoltado por la Policía Nacional y contemplando las tristes lágrimas que seguían cayendo de los ojos de muchos devotos, o las caritas de pena de los penitentes más jóvenes, el Cristo de Medinaceli se asomaba finalmente entre aplausos para poder, aunque fuera de esa manera, estar cerca de los abulenses en su día.
Un Padrenuestro y unas sentidas palabras del hermano mayor se convertían en todo un bálsamo para los cofrades. «En las adversidades es cuando el Señor se hace más presente entre nosotros», trataba de dar consuelo Jorge, que se dirigía también a los braceros, hablándoles de las 'levantadas' que tenían planeadas y que no iban a poder llevar a cabo. Levantadas todas ellas (por los abuelos, por los difuntos, por los enfermos de ELA...) que se concentraron en una única realizada a las puertas de la Catedral y que recibía los cariñosos aplausos de todos los allí reunidos.
Mientras, por cierto, Nuestra Señora de la Estrella aguardaba para regresar a su templo, también ante la incertidumbre de sus devotos.