Editorial

Ávila no merece ahora dudas sobre el futuro de Nissan

DAV
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De manera intencionada o no, esta semana han surgido algunas noticias vinculadas a la factoría de Nissan que han dejado algunas dudas que convendría aclarar. 

Cabe decir por delante que no parece que haya motivos de alarma en esta ocasión, pero como dice el refranero castellano, «cuando el río suena...»

Desde principios de semana, algunos trabajadores ya sabían que podían entrar en un plan de bajas incentivadas que, siendo realistas, a los trabajadores con más antigüedad en la factoría, no les sonaba mal. No parece por lo tanto que la noticia sea tan alarmante como las se han vivido en ciertos momentos de los últimos años, previos al último plan de reconversión.

Los propios sindicatos y el comité de empresa están viviendo con cierta incredulidad y desconcierto este movimiento de la dirección de la factoría, al igual que muchos ciudadanos y actores políticos, a los que la noticia les impactó con cierto sobresalto. 

Con cuestionada presteza, la marca se afanó en reconocer que el plan de bajas incentivadas se puso sobre la mesa en algún momento, pero que se descartaba. Y entendemos, tal y como funcional las grandes empresas actualmente, que esta decisión es temporal.

Por eso, cabe exigir a Nissan aún más claridad en el proyecto, porque todos los mensajes de los últimos meses han ido encaminados en otro sentido, a la consolidación de la plantilla y la ampliación del abanico de trabajos que la fábrica reconvertida puede asumir. 

Es legítimo tratar de acomodar una plantilla a unas exigencias laborales cambiantes, en un mundo en el que todo avanza a una gran rapidez y exige una flexibilidad de las grandes empresas que Nissan parece estar dispuesta a asumir. Es legítimo tener un plan para rejuvenecer la plantilla, y ampliar el nivel de capacitación de sus empleados. Es legítimo para una gran empresa tratar de ser más competitiva en un mercado internacional en el que las trabas se multiplican con cantidad de agentes externos que influyen en los procesos productivos. 

Pero toda esta legitimidad queda en entredicho si se genera cierto desconcierto, que sólo invita a una creciente desconfianza que Nissan en Ávila no se puede permitir en estos momentos por muchos motivos. En primer lugar, por generar algunas expectativas a determinados trabajadores que luego no se cumplen. También, por el esfuerzo que las administraciones públicas han hecho para ayudar a la marca en su proceso de reinvención. Y tampoco porque después de lo que venimos, no se puede elevar la tensión de los trabajadores si lo que se quiere es conseguir un trabajo excelente.

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