Cada vez son más las familias que cuentan en sus filas con un miembro caniño. En los hogares de toda España, también en los abulenses, conviven cada vez más perros, ya sean grandes, pequeños, nacidos en criaderos o recogidos de las protectoras.
Para sus propietarios, como no podría ser de otra manera, siempre son especiales. Pero hoy les hablamos de esos perros que lo son, además, por la labor que desarrollan. Y es que, además de ser unos excelentes animales de compañía, también pueden ser los perfectos compañeros de trabajo.
Hablamos de perros excepcionales que incluso llegan a salvar vidas, como por ejemplo, Yuma, la perra policía retirada que vive en Ávila su retiro dorado.
También los hay que con su sola presencia, como Kokoro, perro de terapia asistencial, que generan bienestar entre personas como los mayores de la Casa de la Misericordia.
Algunos, como es el caso de Xudán, ayudan a que personas con visibilidad reducida puedan desarrollar su vida con libertad.
Y otros, es el caso de Tito, ejercen de perros pastores en la provincia abulense.
Ellos son, sin duda, cuatro ejemplos de que la relación del hombre y el perro puede ir mucho más allá de lasimple (y necesaria) compañía. Se los presentamos en este artículo. Y a través de ellos rendimos homenaje a todos esos animales que prestan su servicio en distintos ámbitos de manera admirable.
Kokoro: un joven perro de terapia todo corazón
La cara le cambia por completo a Alfredito cuando Kokoro entra en la sala. Sentado en su butaca de la Casa de la Misericordia, para Alfredito -con muchos inviernos ya en su cuerpo- la llegada de este perro hace que le aflore una sonrisa enorme. Para él, sin duda, es el momento más especial de la semana.
Porque Kokoro no es un perro normal. Ni mucho menos. Su nombre significa corazón en japonés. Y corazón no le falta a este perro de agua español de apoyo emocional que su dueño, Pepe García-Moreno, lleva adiestrando desde que tenía tres meses para realizar terapia asistida.
En la actualidad, la lleva a cabo en la Casa de la Misericordia, donde ejerce como técnico en atención sociosanitaria y técnico en cuidados auxiliares de enfermería, y donde les reciben sus 106 usuarios con esa sonrisa que no siempre consiguen sacar.
Pero Kokoro todo lo puede. Amalia,Clara, Julián, Faustina... Todos van saludando a Pepe y a Kokoro, que se acerca para que le acaricien. Hacerlo es realmente un placer. Y esas sensaciones generan rápidamente bienestar en los mayores. «Llevo trabajando en dependencia desde hace casi 20 años», comienza a contarnos Pepe, que en este tiempo ha podido trabajar, entre otras, con personas con autismo, parálisis cerebral. «Una de mis aficiones son los animales, me encantan los perros, y un día pensé en unir lo que me gusta con lo que se me da bien y trabajo de ello», prosigue hablando este comprometido auxiliar de enfermería, que nos explica que se decantó para esta labor por un perro de agua español «por su inteligencia, por su carácter y por características físicas», al tener pelo hipoalergénico y un tamaño mediano, entre otras.
«Empecé con Kokoro cuando el tenía tres o cuatro meses, y desde cachorro lo adiestré para que fuera junto a silla de ruedas, para que sea afectivo sin ser pesado, para que no ladre y haga actividades conmigo para los usuarios...», relata Pepe los objetivos que se marcó al comenzar su trabajo con Kokoro.
Y a la vista de cómo se desenvuelven ambos, es más que evidente que el trabajo está dando ya sus frutos: Kokoro accede a la Casa de la Misericordia después de escuchar a sus puertas un «¡Kokoro, a trabajar!», que le indica que el paseo ha terminado y que a partir de ese momento está 'a las órdenes' de Pepe.
«Las terapias, más bien intervenciones asistidas, las hacemos adaptándonos a las necesidades y características de los usuarios», continúa con sus explicaciones Pepe. Y es algo que podemos comoprobar en el rato que pasamos con este tándem en la Casa de la Misericordia. Kokoro y Pepe alternan por ejemplo paseos individuales, con terapias a válidos y asistidos. «Y las terapias, a su vez, las dividimos en estimulación sensorial, estimulación cognitiva, psicomotricidad y habilidades sociales», apunta el dueño de Kokor.
El día que acudimos con ellos a la Casa de la Misericordia, vimos como Kokoro jugaba una partida de oca con un grupo de residentes.
Siempre pendiente de Pepe (y de sus 'golosinas', con las que le premia cada vez que hace algo bien), Kokoro recorre la habitación antes del juego. LLeva poco tiempo trabajando en la Casa de la Misericordia y aún está familiarizándose con sus espacios, algo fundamental, nos cuenta Pepe, para que pueda realizar su misión más relajado.
Kokoro se tiene que sentir como en casa. Y a ello contribuyen los mayores de la residencia, cuya ternura se dispara al acariciar o hablar a Kokoro que, paciente, comienza a jugar recogiendo el dado que le lanzan.
El juego es la excusa perfecta para pasar un rato agradable. Pero, sobre todo, saca los recuerdos de Crescencia, Narcisa,Fany... que evocan a sus mascotas. Hablan de ellas.Se emocionan al acordarse de cómo eran y sus monerías. «Esto es lo mejor», nos cuenta también Pepe mientras le pide a Kokoro el dado para seguir el juego y antes de anunciar a Alfredito que al terminar el juego saldrían a pasearle por los jardines de la residencia. Todo, siempre, adaptado a la situación de cada uno de los residentes. «Con este grupo, por ejemplo, he optado por algo lúdico, que les permite ejercitar su motricidad fina», comenta Pepe
Poco a poco, Kokoro se va haciendo con su nuevo papel de perro de terapia.Su correa amarilla muestra a todo el mundo su condición. Desde que ha comenzado su nuevo 'trabajo', Kokoro sólo ha tenido que parar las terapias en una ocasión porque tuvo que ser operado por una intervención. «Le operaron de displasia de codos, aunque ya está totalmente recuperado». Se alegra Pepe, que además de trabajar con Kokoro en la Casa de la Misericordia nos apunta que también colabora con otras entidades y de forma individual con aquellos que demandan sus servicios.
Yuma: el merecido retiro de una perra policía
Yuma es una imponente pastor alemán que podemos encontrarnos en algún momento por Ávila. Bajo su precioso pelaje, se esconde toda una Policía Nacional que acaba de convertise en una abulense más. Porque Yuma, que durante nueve años ha trabajado en la Unidad de Explosivos de la Policía Nacional, vive ahora su más que merecida jubilación en casa de Ruth Pindado.
Nos cuenta Ruth que Yuma llegó a su casa hace apenas unos meses. «Se jubiló el 18 de marzo y a las cinco de la tarde ya la teníamos en casa», comienza su relato la propietaria de otra perra excepcional que durante su carrera vivía en la comandancia, con una rutina que no se parece en nada a la vida que ha comenzado a llevar ahora en Ávila.
A Yuma ahora, nos confiesa Ruth, se le consienten cosas que antes eran impensables. Pero lo tiene bien merecido: toda una vida al servicio de los españoles le da ahora la posibilidad de formar parte de una familia y de vivir en una casa muy distinta al habitáculo en el que descansaba una vez concluida la jornada laboral.
«Estos perros tienen una esperanza de vida de 14 años, más o menos, pero Yuma está 'muy trabajada», nos cuenta su nueva y orgullosa propietaria, que habla de las dolencias que tiene en los huesos y para las que ya está medicada. «Es que normalmente estos perros se jubilan antes, pero Yuma era muy buena, así que estiraron su vida laboral», prosigue hablando Ruth, que se siente una privilegiada por poder darle a este maravilloso animal unos buenos últimos años de vida.
«Ella es tremendamente protectora y cariñosa», la describe Ruth, que nos cuenta, por ejemplo, cómo Yuma no se separa de la piscina cuando sus sobrinos se están bañando y cómo se pone a ladrar rápidamente cuando considera que alguno de ellos lleva ya demasiado tiempo debajo del agua, si es que está buceando.
«Cuando llegó a casa estuvo media hora conociendo la casa, el jardín, pero yo me tuve que ir, y le dejé la puerta de la casa abierta para que entrara si quería», se ríe Ruth ahora al recordar la primera 'trastada' de Yuma. «Cuando llegué, se había comido un jamón», recuerda Ruth, que rápidamente la llevó al veterinario. El empacho sólo la obligó a beber mucha agua durante tres días. «Es que además, ella no había comido nunca comida, sólo pienso», continúa hablando Ruth, que más allá de esta anécdota habla de una perra «súper educada», que jamás se sube al sofá ni rompe nada y que obedece todas las órdenes que le da a la primera.
«Pero yo ahora no estoy para educarla, ya no le exijo nada. Confieso que soy más laxa», comenta. «Pero es que ahora es una jubilada. Y además ya se siente la dueña y señora de la casa. En ese sentido ha empeorado algo. Pero aún así, me fío más de la perra que de la alarma de Securitas Direct», sonríe Ruth, que anima a todo el mundo a adoptar a estos perros. «Te dan protección, seguridad. Y se merecen un descanso en condiciones», se despide de nosotros.
Tito: un perro pastor de primera en Muñogalindo
Una de las tareas que desde hace más tiempo (milenios, podríamos decir) llevan realizado los perros es el pastoreo. Animal noble donde los haya, el perro ha acompañado siempre a los pastores en sus tareas en el campo. Lo hacían hace miles de año y lo siguen haciendo ahora. Es el caso de Tito, el perro de Jónathan Rodríguez Seara, pastor vocacional donde los haya. «Yo no tuve una infancia de parque y tele. En cuanto salía del colegio, corría a buscar a los cabreros del pueblo para estar con ellos», comienza a hablarnos Jónathan.
Escuchando esto, no nos extraña saber que finalmente es él el que guía un rebaño de unas 200 cabras serranas de Guadarrama, unos animales de producción mixta (leche y carne) que pastan en Muñogalindo y que obedecen sin rechistar tanto a Jónathan como a Tito, un carea castellano (raza que, por cierto, acaba de ser reconocida como tal gracias al esfuerzo de un grupo de ganaderos) que se mueve por instinto. «Al perro se le enseña, pero si tiene instinto, se ve si apunta maneras desde pequeño».
Estos perros, nos cuenta el joven cabrero, tienen mucho genio. «Más que los border collie», se refiere a otra de las razas especializadas en el pastoreo. «Pero yo creo que los carea son más funcionales», defiende la raza de Tito Jónathan, para el que los perros son fundamentales para la gente que trabaja en el campo.
Sobre todo, continúa hablando, cuando se es pastor y se pasa habitualmente por zonas de frutales, de vides o de carreteras. «Porque es el perro el que te ayuda a que no entren a esas zonas», comenta el pastor, que sabe que con sólo nombrar a Tito, las cabras ya saben que tienen que estar alerta. «La función de los perros es ayudar a controlar el ganado», resume a grandes rasgos Jónathan la labor que realiza Tito, al que bautizó así, nos cuenta, porque siempre elige nombres contundentes, cortos y sonoros. «Él desarrolla más trabajo que una persona», dice. Y, además, le hace mucha compañía, otro factor súper importante cuando se pasan tantas horas en el campo. «El perro bueno no se separa de los pies del pastor», describe así a su perro, cuya compañía agradece de corazón. «Es que es tu compañero del día a día. Todos los días. Nadie llega a comprender lo que significa un perro de trabajo para un ganadero. Es como su hijo, su hermano.Su compañero», continúa hablando Jónathan, que por eso, lo cuida y lo protege, y que nos explica que cuando un perro está bien «troquelado» (es decir, cuando se ha criado con las cabras desde bien pequeño) siente que es uno más del rebaño. «Y por eso lo que va a hacer es protegerlo siempre», se despide de nosotros.
Xudán: el perro guía de Javier González
Xudán es otro de esos perros extraordinarios que viven (y trabajan) en Ávila. Este precioso labrador negro es la mano derecha y, sobre todo, los ojos, de Javier González, vicepresidente del Consejo Territoral de la ONCE.
No es la primera vez que en estas páginas alabamos la labor de estos animales, tan necesarios a la hora de dar a las personas invidentes libertad.
Xudán no es el primer perro guía que tiene Javier. Durante años disfrutó del buen hacer de Meira, otro labrador (en este caso de pelaje claro) que ahora disfruta de su jubilación plácidamente y acompañado del nuevo miembro de la familia: Xudán, un perro «más nervioso», le describe Javier, pero también otra joya con patas de las que educa a la perfección la ONCE.
«Xudán es más corto, más musculoso. Y otra diferencia respecto a Meira es que éste ha sido formado en la Escuela de Boadilla del Monte de la ONCE», nos recuerda Javier que su primer perro llegó de Estados Unidos.
No es fácil conseguir un perro guía, nos explica Javier. Pero él tuvo suerte y sólo tuvo que esperar once meses para que le entregaran el primero. «Eso sí, cuando ya has tenido uno, para que te entreguen el segundo no hay que esperar apenas», comenta también el vicepresidente del Consejo Territoral.
Para Javier ha sido algo más fácil hacerse con Xudán que con Meira. Ya sabía lo que era desenvolverse con la ayuda de su perro. Y en esta ocasión sólo ha tenido que adaptarse al carácter del labrador negro. «Porque ya tenía la confianza de caminar por la calle, por ejemplo», relata Javier, que aún así sabe que cada perro es un mundo.
«A la hora de guiarte, por ejemplo, Xudán mueve más el cuerpo.Meira era más fijo, más uniforme. Pero, eso sí, no se equivoca nunca tampoco», aplaude la profesionalidad de un perro que para él es uno más de la familia.«Se los quiere muchísimo, casi más que a un hijo», bromea Javier, que confiesa que no se imagina ya su vida sin un perro guía a su lado. «A nivel de seguridad, de movilidad...», enumera alguna de las muchas facilidades que le reporta contar con Xudán, con el que pasa, asegura, más tiempo que con su mujer o sus hijos. «¿Cómo no se les va a querer?», se plantea teniendo clara la respuesta.
«Lo cierto es que son perros excepcionales», recalca Javier, que da por bien empleado cada euro de los muchos (muchísimos) que la ONCE invierte en estos animales.«Es que para nosotros es fundamental. Es nuestra herramienta de movilidad», insiste en la idea Javier