Dicen que unas de las mejores ensaimadas de Madrid se elaboran en pastelerías Manacor. Sin embargo, no deja de sorprender que detrás de este negocio que ha convertido el tradicional dulce mallorquín en una de sus señas de identidad haya un abulense. Se trata de Juan Antonio Martín, natural de Burgohondo que con 21 años, y siguiendo a otros muchos paisanos, se trasladó a Madrid buscando un futuro mejor que el que a priori le aguardaba en su pueblo. Al poco de llegar a la capital de España Juan Antonio se puso a trabajar como taxista y así conoció a Conchi Pérez, la que se convirtió en su novia y poco después en su mujer. Ella pertenecía a una familia de pasteleros con tienda en el Barrio del Pilar a cuya plantilla Juan Antonio se terminó incorporando aprendiendo así el negocio tanto en la parte de tienda como de obrador. A raíz de ahí el matrimonio decidió montar su propia empresa, abriendo en 1995 su primera pastelería en la calle Las Norias del municipio madrileño de Majadahonda. El nombre mallorquín que eligieron sus padres para su pastelería, cuenta Álvaro, el pequeño de los dos hijos que tuvieron Juan Antonio yConchi y quien va a tomar el relevo en el negocio familiar, fue un guiño al que tenían las pastelerías de la familia materna, Cala-Millor, y que se le ocurrió a su abuelo quien sin embargo no tenía ninguna relación con las Islas Baleares. Pese a todo todos sus clientes terminaron creyendo que sí, como también les pasa a Álvaro y su familia con las pastelerías Manacor. «La primera vez que fui a Mallorca tenía 20 años, y fui de turismo», cuenta divertido este joven empresario acostumbrado a explicar que el nombre del negocio familiar no guarda relación con el origen de la familia.
Tan bien funcionó esa primera pastelería en Majadahonda que el matrimonio abrió una segunda en la misma localidad, ambas con obrador, y que también tuvo muy buena acogida. «A partir de ahí se decidió empezar a crecer», explica Álvaro la evolución de un negocio familiar que hoy en día cuenta con siete pastelerías repartidas principalmente por el oeste de esta comunidad de Madrid y en las localidades de Las Rozas, Boadilla del Monte, Las Tablas o Pozuelo de Alarcón pero también en el centro de la capital, y en este caso en el barrio de Delicias. Además, pastelerías Manacor cuenta con un corner en el Leroy Merlín de Majadahonda, municipio donde la familia Martín aún mantiene aquella primera tienda como la que empezó todo.
obrador central. En ese proceso de crecimiento, apunta Álvaro, un año decisivo fue 2012 con la apertura del obrador central en Villaviciosa de Odón, desde donde además de venta al público se distribuye al resto de pastelerías. Curiosamente, cuenta el empresario, entre los clientes que pasan por este punto de venta hay muchos abulenses de la zona del Alberche y de pueblos como Burgohondo que paran en el negocio de su paisano para llevar pasteles y otros dulces a casa cuando vuelven de Madrid.
¿Quién dijo que las ensaimadas no son de Ávila?La atención que se da al cliente y, sobre todo, la calidad de un producto que se elabora de forma «artesana» y que siempre se ofrece «reciente y en su máximo grado de frescura» son, como apunta Álvaro Martín, las claves del éxito de Pastelería Manacor. «Parece algo muy básico pero en el día a día hay que gestionar muchas cosas para que todo eso se cumpla», reconoce el benjamín de una familia de pasteleros que tras unos años trabajando en sectores que nada tienen que ver con éste decidió incorporarse a la empresa familiar con la idea de tomar las riendas de la misma una vez que sus padres se jubilen. «Seguimos siendo un negocio familiar», reconoce Álvaro al hablar de una empresa que cuenta con ocho pastelerías y con cerca de 140 empleados.
«Por lo que más nos conocen es por la ensaimada mallorquina», reconoce el joven empresario que habla también de la buena acogida que en estas pastelerías panaderías tienen también los productos de temporada como roscones, polvorones o turrones, en estas fechas, o las torrijas, en Semana Santa.
«Desde pequeño he echado una mano pero no valoraba continuar en la empresa», explica Álvaro antes de apuntar que en su decisión ha tenido mucho que ver lo «emocional» y el «orgullo» por todo lo que con mucho esfuerzo y mucho trabajo construyeron sus padres que, apunta, nunca han dejado de ir a Burgohondo, localidad que ahora visitan prácticamente todos los fines de semana.